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Se acaba el verano, inevitablemente. Quienes nos sentimos especialmente felices con todo lo que significa este periodo del año -ropa ligera, La ciudad es un hervidero de rumores. Como en los viejos tiempos, Radio Macuto funciona con una enorme vitalidad. Parecía que el esplendor de los medios de comunicación, su multiplicidad y variedad (ahora mismo, una nueva emisora empieza a tomar forma en la ciudad) iba a poner orden y rigor en el difuso mundo de las noticias volanderas que van y vienen, permitiendo que la verdad triunfara por encima de cualquier insidia, maledicencia o zancadilla verbal. Algo que parecía exclusivo de las revistas que llaman del corazón salta alegremente a la calle y se difunde por todas partes con la misma generosidad que el polvo de oro de Campanilla. Y así, a éste le dan un cargo y al otro se lo quitan, aquí se organiza un cambio en las estructuras y allí se destruye un prestigio; puede uno cruzarse con un sujeto condenado a muerte inevitable, según saben todos, sin que él se haya enterado todavía o con otro al que qeu señalan con el dedo -y la sonrisa- porque va a tener un hijo del vecino. Todo ello lo sabe Radio Macuto de buena tinta, bebida en los odres de la insinuación, la broma y la picaresca, sin necesidad de comunicados ni ruedas de prensa. Tal es la actividad de este peculiar gremio que debo pensar, necesariamente, que también estoy incluido en el revoltillo. Lo único que no se es qué tipo de macutazo me toca. Y usted, ¿sabe cuál es el suyo?

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