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Con el permiso y la colaboración de la autoridad competente, y si el tiempo no lo estorba -asunto éste que se encuentran ligeramente enturbiado en el momento en que escribo- la noche del sábado tendremos ocasión de ver cómo se proyectan sobre el panel rugoso y multiforme de las rocas de la hoz, buena parte de nuestros fantasmas personales y colectivos. Ha sido éste uno de los argumentos más recurrentes de cuantas han volcado sobre la ciudad sus más fantásticas elucubraciones, con Federico Muelas a la cabeza. Convertir el anfiteatro de hoz en un gigantesco escenario en el que desarrollar espectaculares montajes, aptos para la más disparatada parafernalia, fue el sueño más querido del gran poeta. Algún intento se hizo, dramatizando entre las rocas no se qué drama clásico. Y otro más, el último del que tengo recuerdo, hace apenas unos años, con luces vía láser que no dieron el juego apetecido por alguna pequeña complicación etílica. Lo de hoy parece que va más en serio; al menos, se nos presenta con todas las garantías de que la técnica, la imaginación y la fantasía se han puesto de acuerdo para elaborar sobre el macizo rocoso en que se apoyan las Casas Colgadas una especie de sinfonía de este mundo, basado en la tecnología digital. Se hará realidad así el viejo, centenario sueño, de quienes no se conforman con admirar la estática belleza de las rocas conquenses, sino que quieren animarla con imágenes y sonidos añadidos, para que la fantasmagoría del paisaje sea total.

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