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Pedro José Moreno

Valencia 2011.

Pedro José Moreno Rubio (Chumillas, 1940) es un veterano poeta, con una obra ya dilatada en títulos, muchos de ellos amparados por premios literarios, desde que en 1961 recibiera el primero, a través de las vetustas páginas del periódico Ofensiva, de grato recuerdo, al menos desde el punto de vista de la escritura, pues allí recibieron cobijo multitud de incipientes escritores. Uno de ellos fue Moreno, que acentuó su inicial vocación al fijar su residencia en Valencia desde 1970 y encontrar acomodo entre los círculos creativos, siempre muy dinámicos, de la capital levantina. Su obra, como ya hemos dicho, es amplia, destacando en ella títulos como Albriciador de auroras (1984), Inefables racimos (1992), De pie sobre la noche (1997), Hijo de la tierra (2000), Mujer de luna (2000), Ebrio de luz (2002), No detengáis el alba (2004), Sólo las piedras duran (2004), Con el viento solano (2007), Donde nace la luz (2009) y este último que ahora nos llega, avalado por el premio Alcap 2010, promovido por la Diputación de Castellón. Póker de reinas es, básicamente, un poemario dedicado al amor, a la mujer, a las sensaciones íntimas que la mujer puede despertar en el corazón del hombre. La trayectoria emocional la va trazando el poeta a través de versos de profunda sensibilidad, desde los primeros, que arrancan como una oda a la música –“Música eres tú, alondra irrepetible / que tocas con tus dedos el rostro de la aurora”- para seguir elaborando la sucesión de poemas que, como una línea nunca interrumpida, va marcando con delicadeza la intención siempre diáfana del escritor, conmovido ante la presencia femenina, variada en cada serie versificada pero siempre la misma, como las caras de un poliedro que refulgen a la luz con diferente intensidad. “El amor es un viento inaprensible, / cautiva flor / que en el tiempo perdura y fructifica” nos dice el autor, al que la prologuista, Rosa María Vilarroig, bajo un título muy significativo (“Un poeta de la Serranía conquense y el hálito audaz del Mediterráneo”) dedica un análisis ciertamente lúcido, muy esclarecedor. Para ella, “el verso de Moreno deviene lugar común donde el alma extasiada aúna en paisaje sentimental la profundidad reconcentrada de un poeta que en su madurez conjuga el verbo, en esta ocasión, a través del dibujo de sus personajes. Intenta desgranar la riqueza del perfil requerido y las figuras elegidas le ayudan a conseguirlo”. Hay, en efecto, en la poesía de Pedro J. Moreno un profundo poso que tiene mucho que ver con la austeridad castellana de sus orígenes, pero también una explosiva luminosidad atrapada por él en su ya larga estancia en tierras mediterráneas, donde la luz y la sensualidad parecen ser, a juicio del tópico, elementos sustanciales. Nos encontramos desde luego, ante un libro valioso, de los que se leen bajo la perspectiva de lo amable, lo sosegado, dejando que desde los versos nos llegue el aliento emocionado de una pasión siempre latente. Pedro J. Moreno ha sido cinco veces finalista en los Premios de la Crítica de la Comunidad Valenciana y ciertamente se encuentra en el camino adecuado para seguir recibiendo justos reconocimientos a su concienzuda labor literaria.

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