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Pedro César Cerrillo, Ángel Luis Luján Atienza

Cuenca, 2010. Ediciones Universidad de Castilla-La Mancha; 189 pp.

Podría parecer sorprendente, si valoramos en su justa medida las circunstancias del tiempo en que vivimos, que algo llamado “Poesía” pueda no sólo mantener su vigencia milenaria, sino además encontrarse, según todos los indicadores, en pleno auge. Ni el completo predominio de nuevos sistemas de comunicación, con la televisión a la cabeza, ni la absoluta invasión de mecanismos de uso individual compañeros ya inevitables de cualquier persona (no digamos nada de los jóvenes) que se considere medianamente al día, han sido suficientes para arrinconar la escritura, la lectura y la afición al hecho poético. Basta contemplar los anaqueles de cualquier librería o seguir los repertorios de reseñas de libros publicados para encontrar directa comprobación de lo que decimos. Se escribe mucha poesía, se lee bastante poesía.
Otra cosa muy diferente es cómo nos acercamos a la lectura y, esencialmente, la comprensión, que es lo realmente importante, de aquello que tenemos entre las manos. En las aulas, a pesar de los muy profundos cambios introducidos en los contenidos, se siguen dictando normas encaminadas a estructurar el lenguaje literario, ofrecer clasificaciones, marcar estilos, ordenar los saberes y aprender nombres, asuntos todos llamados a ser olvidados tan pronto desaparezca del horizonte la obligación de aprobar, mal que invade los recintos educativos sin que veamos que en el horizonte se define ningún propósito de enmienda, salvo el de que cada gobierno anule lo que hizo el anterior ayudando así al progresivo hundimiento de un sistema sometido, y con razón, a cada vez más profundas (e inútiles) críticas.
En ese confuso panorama, la Poesía aparece como uno de los más delicados y frágiles elementos, sometido, por sus propias características, a deambular torpemente entre los vericuetos del currículo escolar, esperando de la buena voluntad o la intuición personal la mejor forma de captarla/capturarla. En ayuda de unos y otros, profesores y alumnos, viene este libro que de forma sucinta, meridianamente clara, sin ínfulas dogmáticas, ayuda a entender la poesía, descifrar sus claves y, en definitiva, encontrar esas líneas misteriosas que finalmente conducen a la emoción íntima y al placer derivado del contacto con la belleza.
Los autores, Pedro C. Cerrillo y Ángel Luis Luján Atienza, profesores de la Universidad de Castilla-La Mancha en Cuenca, poetas ellos mismos y expertos analistas del hecho literario, han pretendido -y conseguido- elaborar un texto preciso, que parte, al estilo clásico, del más elemental principio -¿Qué es la poesía?- para desde él continuar desarrollando los diversos componentes del hecho poético, las distinciones y clasificaciones de las formas poéticas, los estilos, el lenguaje, la estructura del poema, con especial dedicación a desarrollar el que viene a ser el nudo gordiano de la cuestión, el ritmo poético, ese factor misterioso que no sabe de rimas sino que en el mismo interior del poema suscita el aliento mágico llamado a emocionar y hacer vibrar los sentimientos. Tras esta exposición que podemos considerar objetiva, didáctica, los autores entran en el auténtico meollo de sus propósitos: ayudar a entender, a valorar, a penetrar en los valores poéticos y ello con una serie de concienzudas orientaciones dirigidas tanto a los profesores como a los presuntos jóvenes aficionados a la lectura que empiecen a descubrir la existencia de ese hálito perdurable al que llamamos Poesía.
Unos textos seleccionados –Góngora, Quevedo, Lope de Vega, Alberti, Salinas, Cernuda- ayudan finalmente a servir de ejemplos prácticos a cuanto se ha dicho anteriormente. Todo ello debería servir de manera eficaz a cumplir el propósito que se han planteado los autores: proporcionar a los docentes y lectores los elementos imprescindibles para realizar una lectura de la poesía con rigor y profundidad y poner a su disposición algunas herramientas didácticas. Bien lo merece la Poesía, esa entrañable criatura cuya compañía resulta tan reconfortante siempre.

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