Santiago David Domínguez-Solera, Michel Muñoz
Cuenca, 2015. Instituto de Estudios Conquenses/Consorcio de la Ciudad de Cuenca, 115 pp.
A la salida de la Plaza Mayor de Cuenca, en el arranque de la calle de San Pedro, a pocos metros se encuentra la que es, sin duda alguna, una de las más antiguas ruinas arquitectónicas de Cuenca, vinculada directamente al momento inicial de la conquista, en el tramo final del siglo XII o quizá comienzos del XIII. La desmochada estructura rectangular apenas si permite adivinar cómo era aquel recinto, del que se pueden adivinar algunas cosas gracias a los elementos parciales que han sobrevivido hasta nuestro tiempo y entre los que se encuentra el hermoso arco gótico apuntado que debió ser la portada de acceso, un grito de sensible belleza en el corazón del casco antiguo de Cuenca.
Escasísimas son las referencias documentales exactas que podrían ayudarnos a desvelar la naturaleza de esta iglesia, aunque en todos los textos hay coincidencia en señalar que no pudo ser una parroquia de la ciudad, porque en ningún sitio se menciona tan circunstancia, luego obviamente su fundación se debió a algún otro tipo de iniciativa, un convento, una orden religiosa, los templarios quizá o, como se apunta en el propio libro que estamos comentando, la Orden Hospitalaria de San Juan, que se menciona indirectamente (“casas que son cerca de San Johan del Ospital”) en un documento fechado en la era de 1355 (año 1317). En efecto, esta ha sido siempre una de las hipótesis manejadas por los historiadores pero con tan poco soporte documental fehaciente que nadie se atreve a afirmarlo de manera terminante.
Como tampoco se ha podido establecer con similar firmeza cuándo y por qué motivo aparece la denominación de San Pantaleón que, finalmente, es la que ha prosperado y así se conoce hoy a este recinto. Conseguir establecer la evolución de esta advocación sería un tema en verdad interesante, aunque alejado del propósito del libro que estamos comentando, que no entra en tal cuestión para centrarse en otro propósito, la investigación arqueológica encargada en el año 2009 cuando, durante los trabajos de urbanización de calle Obispo Guerra Campos, apareció gran cantidad de restos óseos humanos que correspondían a varias tumbas igualmente localizadas.
El libro dedica un amplio apartado a explicar con prolijidad de detalles el desarrollo de la excavación arqueológica desde el mismo momento en que aparecen los restos a los que acompañaban otros de vidrio cerámica y metal, hasta documentar 23 fosas excavadas directamente en la piedra caliza, aunque antiguamente debieron ser muchas más, desaparecidas a lo largo de las sucesivas intervenciones realizadas en la calle. Esta descripción científica se complementa, en un capítulo posterior, con la necesaria interpretación que explique los motivos de tal enterramiento, claramente vinculado a la iglesia, de acuerdo con la costumbre medieval de hacerlo así. Muy interesante también es el desarrollo de las hipótesis orientadas a explicar la forma primitiva del templo, quizá de dos o tres nave y su evolución posterior hasta llegar a la situación actual.
Todo ello culmina con la parte final, el proyecto de musealización del lugar, adaptando en la misma calle del Obispo Guerra Campos una de las tumbas, visible mediante un cristal transparente en el suelo que, siquiera indirectamente, permite adivinar lo que allí hubo y, de paso, nos ayuda a reconstruir de alguna manera las formas de vida de la Cuenca medieval.