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Federico Muelas

Edición facsímil del original

Cuenca, 2010. Ediciones Olcades. 130 pp.

Publicada en 1968, Cuenca en volandas es, no solo la obra de madurez de un escritor, sino también la sublimación de su constante dedicación a la ciudad en que nació y a la que había dedicado sus mejores páginas, en verso y en prosa, en libro y en artículos periodísticos. Aunque había sido autor de vocación tempranera, en sus años juveniles anteriores a la República, Federico Muelas se resistió a dar a la imprenta sus primeros trabajos, prefiriendo dejarlos circular en revistas o recitales hasta que en 1959 publicó Apenas esto y, a continuación, Sorpresa de España (1962) emprendiendo ya una actividad que, si no fue muy prolífica (apenas una docena de libros) sí resultó de una considerable riqueza conceptual y formal.

En el conjunto de la obra de Federico Muelas destacan, especialmente, sus composiciones poéticas dedicadas a Cuenca, bien al conjunto de la ciudad o a aspectos parciales, rincones concretos, cuestiones anecdóticas, costumbres, etc. Como culminación de todo ello, el siempre emocionante y emotivo soneto Alzada en limpia sinrazón altiva, que abre el libro, viene a ser como el resumen o compendio de la íntima vinculación existente entre poeta y ciudad.

No es ningún descubrimiento decir que siempre existió una íntima vinculación personal, estética y emotiva entre la ciudad de Cuenca y el poeta, hasta el punto de que con regularidad, tan pronto hay ocasión propicia para ello, ambos nombres se relacionan de manera tan intensa que en el repertorio habitual de obviedades al uso es normal afirmar, más o menos alegremente, que Federico Muelas es el poeta de Cuenca, como si no existiera ningún otro, lo que no impide reconocer que probablemente nadie ha expresado, con tal pulsión emotiva, el impacto sentimental que en el escritor produce la contemplación del paisaje rocoso enlazado con la íntima sencillez de las calles de la ciudad, para cuyos rincones más sensibles encontró siempre el escritor el verso adecuado.

Para Muelas, Cuenca fue siempre, desde que empezó a escribir (o a hablar) de ella, la ciudad ideal, el paradigma de todo lo existente, el receptáculo de las emisiones posibles, e incluso de las imposibles, porque en ese acercamiento no falta la fantasía ni el recurso a las invenciones, algunas disparatadas, que fueron creando un universo propio, al que se dirigen todas las referencias surgidas en el ánimo del poeta. El libro, sin duda el más representativo de esa vinculación literaria-sentimental está surcado por versos de estructura clásica, con cabida para todas las formas poéticas al uso, desde las emotivas décimas a la Virgen de la Luz hasta el severo, perfecto soneto que ha venido a consagrar, sin que nadie lo haya superado, la rotunda definición poética de la ciudad.

Nos encontramos ante una presencia espiritual trascendida a través de la literatura, un ámbito de expresión al que Muelas dedicó todas sus fuerzas (y con toda su fuerza, apasionada), para dejar el regusto de una obra densa, variada, y siempre vinculada, a Cuenca, hecha aquí verso y arte, al unísono, enhebrados mediante la magia de un autor de poderosa presencia humana y vitalista capacidad creadora.

Agotado hace décadas, esta moderna edición en facsímil se abre con una introducción de José Luis Muñoz que explica las circunstancias de la obra que, a continuación, se reproduce en su total integridad, arrancando con el luminoso prólogo de Gerardo Diego para continuar con la serie de composiciones poéticas del autor, acompañadas de ilustraciones de las más importantes firmas de la época: Vázquez Díaz, Goñi, Prieto Nespereira, Benjamín Palencia, Luis Roibal, Wifredo Lam, Víctor de la Vega, Martínez Novillo, Gregorio Prieto, Vaquero Turcios, Fernando Zóbel y un largo etcétera.

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