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(1877-2017) La Historia que perdura

Herminio Lebrero

Cuenca, 2018. Universidad de Castilla-La Mancha, 212 pp.

Durante los últimos años, las cuestiones relacionadas con lo que se viene denominando, impropiamente, “la memoria histórica” están generando ríos de tinta, generalmente en una sola orientación, la del revisionismo de lo sucedido durante el periodo franquista, que en la práctica se desea suprimir, eliminar por completo, como si nunca hubiera existido, sustituyendo los rastros y recuerdos de aquel periodo por los derivados de la recuperación de quienes ocuparon espacio y tiempo en la etapa inmediatamente anterior, esto es, la republicana. Es una tarea absolutamente justa y meritoria extraer del olvido a quienes fueron perseguidos, fusilados (en ocasiones, de manera totalmente ignominiosa, arrojando sus cadáveres en cunetas y descampados), obligados al exilio o depurados para quedar situados en una execrable marginación social. Y es también conveniente que el Franquismo sea juzgado con toda la severidad que se merece, impidiendo la exaltación o justificación de aquel régimen ominoso. Lo que no está en absoluto claro es que para conseguir tan respetable misión sea imprescindible anular hasta la extinción el recuerdo de lo sucedido en estos cuarenta años, porque de esta forma “la memoria histórica” es solo una porción de memoria y no la totalidad de la memoria de lo sucedido en este siempre convulso país, para lo bueno y para lo malo.

            A teorizar sobre estas cuestiones dedica Herminio Lebrero la primera parte de su libro, consciente de la contradicción que se está produciendo y en la que él mismo va a caer en el resto del texto, porque perteneciente a la doctrina de “la memoria histórica” republicana es consciente, y así lo insinúa, que se está produciendo una similar situación en los tiempos actuales porque, al fin y al cabo, se está haciendo con el franquismo lo mismo que éste hizo con sus antecesores, eliminando símbolos, borrando calles, anulando placas e imponiendo las suyas propias. Algo que políticamente tiene toda su justificación (los vencedores siempre la encuentran) pero que objetivamente deja al descubierto numerosos huecos y, sobre todo, pone en deterioro flagrante el principio de objetivad que a todo historiador se le debe presuponer.

            Herminio Lebrero es un joven historiador que en los últimos tiempos viene dando lugar a interesantes trabajos orientados siempre a diferentes aspectos de la historia contemporánea de Cuenca, siendo este libro el más ambicioso de los acometidos hasta ahora y en el que aspira a desarrollar un recorrido por los “lugares de memoria institucionalizada” establecidos en la ciudad conquense entre 1877 y 2017, un ambicioso trayecto que recorre a través de la documentación archivística y con apoyo abundante (excesivo, cabría decirse) en una seleccionada bibliografía alusiva, en la que se echan en falta algunos títulos imprescindibles que el autor, sin embargo, no ha creído oportuno tener en cuenta. De esa manera, el recorrido ambiental que el autor nos propone arranca del ataque carlista a Cuenca en 1874 y su plasmación en el monumento levantado unos años más tarde en la calle de las Torres y demolido por el Franquismo al término de la guerra civil; el monumento a los soldados de la Guerra de África; la masiva implantación de símbolos por el régimen triunfante en la guerra civil, incluida la generalizada modificación del callejero urbano y la implantación del monumento al Sagrado Corazón de Jesús y las Cruces de los Caidos; las ínfulas imperiales, mediante el monumento a Hurtado de Mendoza en Ecuador y a Gregorio Catalán Valero en Osa de la Vega; para concluir con las aportaciones de la Democracia, centradas especialmente en el Monumento a la Constitución, en la Plaza de Mangana y, otra vez, en el casi inevitable cambio de la nomenclatura callejera. Todo ello seguido de la también inevitable referencia a la recuperación de “!a memoria histórica” que, como ya se ha señalado al comienzo, lleva consigo la supresión de la otra memoria, la que no interesa recordar.

            Un capítulo de conclusiones, un escueto apartado gráfico y la abundante bibliografía termina de dar forma a este libro que tiene el valor de introducirnos en un acercamiento a un tema tan complejo como atractivo pero que carece del rigor necesario que se puede esperar de una obra redonda, elaborada con criterios firmes y sólidos conocimientos de lo que realmente sucedió. En ese sentido puede señalarse una incompleta (y también incorrecta) interpretación de la forma en que los Ayuntamientos de la democracia afrontaron la adaptación de la estructura urbana al nuevo sistema, lo que se hizo de manera ordenada en un primer periodo y de forma atropellada en otro posterior y más reciente, justo cuando la aplicación de la legislación sobre la memoria histórica introdujo sectarismo y confusión.

            Entre los errores que aporta el libro de Herminio Lebrero hay que señalar la fotografía elegida para la portada, que se identifica con una manifestación ante el gobierno civil de Cuenca el día de la proclamación de la II República cuando en realidad corresponde a una manifestación popular, sí, pero en 1913, para celebrar la concesión de las obras del ferrocarril de Cuenca a Utiel.

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