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Ernesto Ballesteros Arranz

Toledo, 2017. Almud, 144 pp.

A pesar de los empeños denodados de las autoridades educativas por destruir en la medida de lo posible la armazón básica del sistema, lo que se refleja una reforma tras otra (y ya se ha perdido la cuenta de las que llevamos) con la sucesiva eliminación o reducción de las materias básicas de la formación humanística propia del ser humano, la Filosofía sigue siendo un componente de considerable atractivo, que parece mantener íntegro su interés, en la medida en que las preocupaciones incluso materiales que acongojan a las personas pueden encontrar explicación a través de las materias que integran el entramado del saber filosófico.

            Ernesto Ballesteros Arranz (Madrid, 1942), catedrático de Geografía e Historia en la facultad de Educación de Cuenca y doctor en Filosofía por la Universidad Autónoma, viene dedicando su atención intelectual a desentrañar los no siempre fáciles senderos por donde transitan las ideas sobre la relatividad del tiempo, la consideración del espacio como ámbito no estrictamente físico o la conectividad del Yo con los demás elementos que constituyen la esencia del ser humano, cuya existencia se desenvuelve, dice el autor, entre dos grandes motores, la fe y la desesperación para explicar que, quienes se alimentan de la fe, recurren a la Religión, mientras que quienes se ven envueltos por ideas desesperanzadas, lo hacen a la Filosofía. Sirvan esta inicial consideración para establecer un primer acercamiento a la intencionalidad del libro que nos ocupa, un paso más en el sendero expositivo asumido por el autor.

            Ya en 2014 ofreció al interés de los lectores preocupados por estas cuestiones un trabajo de notable enjundia a pesar del concepto de brevedad incluido en el título, Breve ensayo de relatividad filosófica, en el que, con claridad y lucidez afrontaba el comentario analítico y crítico de la formulación de teorías sobre el tiempo a través de los filósofos clásicos, desde Heráclito y Parménides hasta Heidegger, en lo que verdaderamente puede ser considerado como un auténtico manual para uso inmediato de personas no demasiado preparadas para acometer una introducción en cuestiones de evidente complejidad.

            Ahora amplia el horizonte con una inmersión en la problemática de un asunto que, en apariencia, puede ser definido con suficiente claridad, la esencia del Yo, la personalidad individual de cada uno, pero que se complica mediante la adhesión de otros elementos colaterales a la vez que definitorios, en torno a la realidad circundante y no siempre fácilmente aprehensible, en cuanto aparece condicionada por las elucubraciones de la mente y, sobre todo, por la presencia permanente de la idea de Dios, que matiza a la vez que preocupa todas las consideraciones que se puedan llevar a cabo.

            La realidad y mi verdadero Yo asume todas las contradicciones que forman parte de la naturaleza humana y las desmenuza a través de un lenguaje eficazmente abierto, tan sencillo en ocasiones que parecería estar refiriéndose a cuestiones más prosaicas, bien lejos de la complejidad del debate filosófico. “El Yo como perceptor de la materia, la mente y Dios”, o “El Yo creador de lo real como auto-sentimiento humano” son los dos capítulos, inicial y final, que enmarcan el tránsito del pensamiento que articula la sólida estructura de este libro, auténtico manual por el que conviene transitar para olvidar, siquiera momentáneamente, las cuestiones prosaicas que forman parte de lo cotidiano para llevar a cabo una inmersión en aquello que, desde los orígenes del tiempo, forma parte de la profundidad de la esencia del pensamiento, la meditación sobre uno mismo y las circunstancias que condicionan el mantenimiento intangible del Yo.

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