• Autor de la entrada:

Federico Muelas. Introducción de Pedro Cerrillo

Cuenca, 2010. Real Academia Conquense de Artes y Letras, 150 págs.

Edición facsímil de Doncel, 1971.

     

El ambiente editorial de Cuenca tiene ahora entre los anaqueles donde duermen tantos títulos -algunos durante años y años, sin moverse del sitio- una pequeña joya recuperada al hilo de la conmemoración del primer centenario de Federico Muelas: Ángeles albriciadores, dedicado a recrear, a través de los versos, el ambiente navideño, singularmente mediante la popular forma del villancico, en unos casos adaptado y en otros creados de nueva planta por el gran poeta de Cuenca.

            El libro se editó inicialmente en Doncel, el año 1971, con prólogo de Gerardo Diego e ilustraciones de Pepi Sánchez, dentro de aquella colección ejemplar que fue “La ballena alegre”, de orientación juvenil e infantil, aunque el texto que nos ocupa no encaja propiamente en esta categoría, pues si bien el contenido y la letra de los poemas creados por Muelas son perfectamente asumibles en cualquier edad, se trata realmente de un libro para adultos.

            Sobre aquel bellísimo libro la Real Academia Conquense de Artes y Letras ha preparado ahora una edición facsímil (es decir, que respeta de manera íntegra el oriental) con una introducción del académico Pedro Cerrillo quien en ese texto explica cómo escribir villancicos era un hábito cotidiano de Federico Muelas, que se dedicó a esa singular actividad literaria durante toda su vida e incluso encontró unos cuantos pliegos antiguos procedentes de la catedral de Cuenca, que él adaptó y publicó también. Pero en el caso de Ángeles albriciadotes todos los poemas, 78 en total, son de nueva elaboración por el poeta, que recurrió para ellos a temas tradicionales junto a otros muchos extraídos de la vida moderna, con singular presencia de ambientes y personajes conquenses. Y así encontramos villancicos dedicados a la palmera, los pastores de la sierra, el locutor de radio, los sastres, el impresor, la guijarrilla blanca, la nieve, el pandero, el pastor pobre… y un bloque específico al que el poeta llamó “Villancicos conquenses” donde, como es fácil imaginar, se incluyen precisamente los que tienen una inspiración directa en nuestra tierra.       

            Todo ello culmina en la “Oración final”, escrita en la forma métrica del villancico clásico, en seis estrofas, en las que el poeta abandona el estilo ligero y amable de los textos anteriores para dejar patente su devoción por el niño recién nacido, en el que espera encontrar calor y consuelo.

            Hagamos una mención especial para el espléndido trabajo ilustrador de Pepi Sánchez, con láminas a todo color y numerosas viñetas en negro, que enriquecen el valor de este volumen felizmente rescatado ahora por la RACAL, en una espléndida versión que recoge y respeta totalmente la edición original.

Deja una respuesta