Enrique Domínguez Millán
Prólogo: José Luis Muñoz
Cuenca, 2009; Real Academia Conquense de Artes y Letras, 185 págs.
La de Enrique Domínguez Millán ha sido, siempre, una de las voces más poderosas de cuantas han resonado en el ámbito literario conquense durante el último medio siglo pero, curiosamente, sin que esa fuerza haya encontrado suficiente reflejo en los libros. En efecto, el autor, periodista, cronista, conferenciante, pregonero, ha ido dejando muestras de su dominio del idioma y de su capacidad para enhebrar los matices del lenguaje mediante diversas formas literarias pero con un escaso reflejo en el formato que llamamos “libro”. En este último territorio, su obra más conocida y utilizada fue aquel prodigioso volumen denominado Setenta años de poesía en Cuenca, escrito al alimón con Carlos de la Rica. La que podemos considerar “pereza” de Domínguez Millán para dar a la imprenta su dilatada obra poética, transmitida a través de recitales orales o de publicaciones parciales en revistas y periódicos, ha dejado paso en los últimos años a la aparición de Cantos de soledad, inspirados por la muerte de su compañera de toda la vida, Acacia Uceta y ahora a una obra que tiene en cierta medida un carácter antológico, porque en ella se recuperan versos escritos a lo largo de muchos años, este Barrio alto que aquí comentamos, estructurado en cuatro partes, la primera de ellas con el mismo título del volumen y que, como es fácil deducir, se refiere al casco histórico de Cuenca, en el que el autor vive desde hace más de cincuenta años.
“Gaudium amandi (Gozo de amar)”, es el título de la segunda parte, “Semana Santa” el de la tercera y “Meditaciones en la catedral” la cuarta, seguidas de un apéndice en que se recogen otros tres poemas galardonados en otros tantos concursos. El resultado es un libro de naturaleza dispar, como corresponde a los propósitos enunciados para cada segmento, pero uniforme en cuanto a la estructura lírica y la fuerza interior con que Domínguez Millán se sumerge en cada uno de los elementos que atraen su atención. Visualmente narrativo con toques nostálgicos en el primer bloque, extraordinariamente sentimental, incluso sensual, en el segundo, exaltado y apasionado al hablar de la Semana Santa, uno de sus temas preferidos, emocionadamente espiritual, con una religiosidad a flor de pie y una envoltura dramática que deja trascender la presencia inmediata de la muerta que el poeta presiente para cualquier momento, en el último bloque poético, el conjunto resulta de una riqueza metafórica y lírica sorprendente, pues hablamos de un poeta con más de ochenta años de edad, de cuyos versos trascienden elementos formales que, pese a su clasicismo, resultan de una extraordinaria lucidez y modernidad. Ello nos permita asegurar que estamos ante una de las grandes obras de la poesía conquense contemporánea, cuya llegada reconciliará a los amantes de la poesía al comprobar la vigencia de un género no siempre bien tratado.