Jesús López Requena
Cuenca, 2010. Diputación Provincial, 354 páginas
Siempre es agradable encontrar libros que responden a planteamientos originales, que descubren nuevos aspectos de nuestra cultura, algunos quizá insospechados. Tantas veces lamentamos la abundancia del tópico repetitivo, que cuando surge un caso de éstos hay que proclamarlo así, desde el comienzo, como entrada al comentario. Las torres telegráfica están ahí, a nuestra vista, todavía en número suficientes, resistiendo con impavidez el avance de los tiempos y el espíritu destructivo que suele ser compañero de la época moderna, donde hay una cierta tendencia a deshacer todo aquello que ha dejado de ser útil. La torres telegráficas están en ese grupo. Situadas en paisajes generalmente solitarios, en medio de un campo cultivado o, mejor, sobre una áspera colina, sintiendo sobre su superficie el suave destrozo causado por el abandono, van perdiendo una a una sus piedras y con ellas cualquier vestigio de utilidad. Del olvido definitivo a que parecen condenadas las ha sacado Jesús López Requena con un libro ejemplar, en el que acierta a conseguir esa comunión expresiva entre la severidad investigadora y la amena divulgación.
Con una estructura clásica, de lo general a lo particular, el libro se abre con un necesario primer capítulo para situar los conceptos generales en cuanto a la transmisión de noticias, desde los primitivos inventos de los pueblos históricos del Medio Oriente hasta llegar a los fundamentos de la telegrafía óptica que se establecen en Europa al inicio del siglo XIX y que en España empiezan a desarrollarse mediante una suerte de alianza entre la tecnología militar y la civil. El sistema alcanza su pleno desarrollo a mediados de la centuria, como uno de los fundamentos del progreso que impulsa el naciente estado liberal, como vehículo adecuado para facilitar la acción de gobierno mediante un más rápido mecanismo de transmisión de noticias desde el núcleo central de la administración a las provincias.
Un capítulo específico, el cuarto, se dedica al estudio monográfico de las torres, casi todas idénticas entre sí: pequeños edificios alzados en vertical, de planta cuadrada, con dos cuerpos al exterior y tres pisos en el interior, con un único acceso que se prolonga en una escalera de madera. Sobre la cubierta, de madera emplomada, se situaba el aparato de transmisión con lo que se alcanzaba una altura de unos 15 metros. La dotación de torres situada en nuestra provincia corresponde a la línea Madrid-Valencia-Barcelona y en ella alcanza una posición estratégica, lo que explica que fue la provincia española con mayor número de torres y aún hoy, según el autor, posee el mejor conjunto (unas 20) de las que se conservan, a pesar de la destrucción de muchas de ellas. Se trata, sin duda alguna, de una muy positiva versión del patrimonio industrial edificado que se completa, en el capítulo sexto de la obra, con la descripción pormenorizada de todas ellas.
El exhaustivo trabajo desarrollado por López Requena, arqueólogo bien conocido por otros estudios anteriores, se desarrolla en dos niveles. Por un lado, el de la investigación teórica, en despachos y archivos, al que corresponde los capítulos señalados inicialmente, y que se completan de manera muy eficaz y amena con el trabajo de campo, mediante la búsqueda, localización y descripción de las torres aún existentes, acompañadas del necesario aparato gráfico, tanto cartográfico como fotográfico, ayudando así a configurar este grueso volumen que pone al descubierto un aspecto si no desconocido sí olvidado de nuestra cultura, incitando de paso la voluntad de los poderes públicos para que continúen salvaguardando el mantenimiento de la decena de torres telegráficas aún en pie. Su evidente inutilidad desde la perspectiva de las necesidad del mundo moderno no afectan para nada a su elemental belleza y, sobre todo, a su papel iconográfico en el paisaje del que ya forman parte indeleble.