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José Ángel García

Madrid, 2017. Ediciones Vitruvio, 46 pp.

Cada nuevo libro de José Ángel García es un regalo para los sentidos, puesto que sus versos se dirigen, de manera irresistible hacia aquellos puntos más recónditos donde el lector alberga los sentimientos que pueden resultar conmovidos por el devenir cadencioso de unas palabras que se imaginan buscadas tenazmente, engarzadas de manera premiosa, procurando que cada una de ellas transmita de manera voluptuosa el ánimo del poeta al afrontar la escritura que nunca es fútil, nunca resulta innecesaria o banal, sino que ofrece un espléndido entramado emocional en lo que viene a ser una suerte originalísima de viaje a través del tiempo y el espacio. Porque aunque el destino final sea la Roma que figura en el título, en realidad este rosario poético nos traslada a través de diversos lugares, unos mencionados de manera explícita -la calle Narváez, el parque del Retiro, Cachemira, París, la Postdammer Platz- , otros solo insinuados o ni siquiera eso, porque el poema recoge solo un latido, una impresión momentánea, algo captado en un momento quizá fugaz pero con la perennidad suficiente para quedar recogido en unas palabras que, en su brevedad, transmiten más sensaciones que un capítulo completo de un libro de viajes.

            Pero como puede resultar evidente, la intención del escritor no es ofrecer, aún en verso, un relato estrictamente viajero, sino utilizando como pretexto esas leves referencias geográficas o urbanísticas, penetrar en el trasunto más íntimo del alma humana, a la búsqueda de esas emociones que pudieron, efectivamente, ser vividas en aquellos lugares concretos pero que igualmente hubieran tenido cabida en cualquier otro escenario. De esa manera, el libro deviene en un apasionado interludio por donde transitan los temblores y las palpitaciones de alguien que es profundamente emotivo, capaz de reaccionar con sinceridad a estímulos de unos recuerdos que fueron forjando al cabo un itinerario absolutamente personal y a cuyo amparo van tomando forma los elementos vitales que estructuran el pensamiento del poeta.

Negro nos mostró su lomo el río en tanto que el tiempo,

pez en fuga,

se nos iba escurriendo entre los dedos,

inatrapable,

viva imagen del también ser mercurial

que todo amor

                                   es.

El amor es, justamente, el hilo conductor del libro; un amor que oscila impetuoso desde momentos de intensidad lírica inmaterial hasta versos que rozan la expresión erótica, aunque sin penetrar abiertamente en ella, dejándola como insinuada, como igualmente se deslizan momentos de cierto pesimismo alimentados por el sentimiento del tiempo ido, cuya fugacidad siempre forma parte de los más amargos momentos de tantas expresiones literarias –“estación en curva es la vida” y en ese giro, dice José Ángel García, habrá que tener mucho cuidado para no introducir el pie de cada día en un obstáculo inadecuado-, de la misma manera que los versos se dejan llevar al socaire del leve temblor de unas briznas de aire tornadizo que no permiten la fijación de ideas inalterables.

La lectura del libro produce un sosegado placer al compás de la sucesión de palabras que no surgen con la tosquedad del escritor espontáneo sino desde la cuidada elaboración, en forma de sistemático y concienzudo trabajo, en busca de la más oportuna para cada verso concreto. Hay en este puntilloso manejo del idioma, a través de vocablos cargados de vértigo expresivo, un valor en alza, que el escritor viene cultivando desde sus primeros trabajos pero que en este caso alcanza un nivel ciertamente admirable. Son versos que nos acompañan sutilmente, página a página, abriendo en cada una de ellas una perspectiva nueva con la que llegamos de manera sosegada para encontrar el estallido final, allí donde, por fin, aparece la Roma insinuada desde el título y que viene a ser un nuevo juego de incitaciones, el último de todos:

Nadie sabe qué Roma te atrapará mañana ni

qué mano

estrechará la tuya.

No; nadie lo sabe.

            Nadie sabe.

Que viene a ser, en su extrema y sintética brevedad, una declaración abierta de la expresa voluntad del escritor a la búsqueda del término justo y la emoción conmovedora que late en el alma humana.

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