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Emilio Guadalajara

Cuenca, 2018. Edición del autor; 183 pp.

Emilio Guadalajara es uno de esos sujetos de actividad multiforme, al que lo mismo se puede encontrar haciendo de guía en una de las minas de lapis specularis que de animador de entusiastas grupos juveniles que se dedican a actividades en la naturaleza o de escritor de guías informativas sobre esa misma naturaleza popular con la que se siente tan identificado. Algo de todo ello hay en este libro ciertamente singular y fuera de los cánones al uso, a caballo entre la literatura de ficción y el reportaje naturalista, de manera que no hay forma de saber si estos personajes son invenciones del narrador o si realmente tienen un fundamento real, asimilado a lo largo de sus muchos años de experiencias y vivencias en lugares de nuestra provincia. En cualquier caso, nos encontramos ante un valioso retrato antropológico sobre costumbres del mundo rural, que a lo largo de estas páginas cobran vida hasta llegar a configurar un panorama entrañable. Porque no hay duda alguna de que el autor se siente plenamente identificado con los personajes que desfilan a través de estas páginas, a los que trata con singular simpatía mediante una cierta envoltura que conduce inevitablemente hacia la nostalgia por un tiempo ido.

Todo arranca de un pleno municipal, celebrado en un lugar no identificado y en una fecha igualmente indefinida, aunque sí sabemos, ya en la primera página, que el estado de los caminos era muy deficiente “hasta el punto de que el mismo correo llegaba a lomo de caballería” lo que nos puede situar en una época bastante alejada de nuestro tiempo. En esa reunión municipal, el problema que se debate tiene que ver con la asistencia sanitaria, ante la ausencia de médico en el lugar, lo que obliga a tomar decisiones encaminadas a resolver semejante cuestión. Con ese arranque, Emilio Guadalajara va entretejiendo un ramillete de historias cotidianas que nos ayudan a adquirí una amplia visión de la vida cotidiana en lugares asentados en el ámbito rural estricto, por el que van desfilando médicos, farmacéuticos, enfermeras, veterinarios, en cuyo entorno van tomando carácter las aportaciones sucesivas de la modernidad, como la llegada de la luz eléctrica o la implantación de nuevas costumbres y modas sociales., sin dejar de lado cuestiones que tanto interesan a Guadalajara, como el arrastre de maderas a través de los ríos o la actividad de la maquila molinera.

Hay en todo este conjunto de relatos engarzados una evidencia: el afecto y simpatía con que el autor se acerca a estas gentes, generalmente pacíficas y sin especiales ambiciones ni compromisos, a las que no parecen llegar los ecos del mundo exterior, como si fuera de este ambiente no hubiera guerras ni calamidades. Todo ello se completa con un eficaz vocabulario en el que se recogen numerosos términos de uso antiguo en el ámbito rural, la mayoría ya desaparecidos por falta de uso cotidiano.

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