I. Prieto Jiménez, C. Fidalgo Hijano, J.A. González Martín, B. Prieto Valencia
Cuenca, 2011. Alfonsípolis, 217 pp.
No estamos ante un libro de Geografía o Historia, al uso de los que son habituales en los tratados referidos a cuestiones locales. Los autores, cuatro, nos ofrecen el resultado de la lectura y el estudio de dos textos muy concretos, cuyos datos han sido utilizados repetidamente en diversos estudios de semejante naturaleza; la diferencia, ciertamente notable, a favor de este, es que no se limitan a la transcripción de los datos recogidos en aquellos repertorios y que en no pocas ocasiones se utilizan de manera equivocada, probablemente por impericia, para ofrecer descripciones erróneas o parciales. En este caso, el detenido análisis de ambos documentos da lugar a una muy sensata exposición analítica y a unos comentarios de evidente valor, lo que da importancia singular a este trabajo.
Fuentelespino de Haro es un pequeñísimo municipio de la provincia de Cuenca, situado en la vega del Záncara, en los orígenes de la región manchega, vinculado históricamente al señorío de Haro, como pregona en su título, un enclave surgido inmediatamente después de la conquista de Cuenca en 1177, con el que el rey Alfonso VIII quiso reconocer la colaboración de Diego López de Haro, caballero procedente de tierras riojanas y eficaz partícipe en la acción bélica que habría de concluir con el ingreso de Cuenca en la corona de Castilla. Desde aquellos remotos tiempos, la presencia de Fuentelespino de Haro se ha mantenido a unos niveles muy discretos en el devenir de los acontecimientos históricos provinciales, sin que ningún suceso de especial relevancia haya servido para inscribir su nombre en los anales conmemorativos.
Los documentos analizados son dos: la Carta de Privilegio otorgada en 1673 que concedió al municipio la libertad municipal, hasta entonces dependiente de Villaescusa de Haro y el Catastro de Ensenada, elaborado en 1749. Como se puede deducir por las fechas, el acertado manejo de los datos informativos recogidos en ambos documentos sirven para poder elaborar sendos retratos, con casi un siglo de diferencia, de la realidad efectiva del pueblo en esos momentos tan concretos. Previamente, los autores ofrecen una introducción de tipo generalista sobre las características geográficas y demográficas del municipio.
La Carta de Privilegio tiene un carácter más descriptivo, mientras que el Catastro de Ensenada, ejecutado con una clara finalidad fiscal, tiene un contenido concreto y estadístico, pero ambos, desde diferentes perspectivas, ayudan a trazar un retrato o una radiografía que permite una visión de cierta amplitud sobre la situación económica y social de la villa en esos dos momentos tan definidos con lo que, a la vez, se ayuda a establecer comparaciones y analogías entre ellos. Ahí quedan recogidos los seres humanos y sus ocupaciones, cuántos eran y a qué se dedicaban, cómo se repartía la tierra, estructura de la ganadería y número de elementos integrantes de la cabaña, labradores y cultivos, oficios locales, quiénes lo desempeñaban, costumbres como el voto de villa y devociones a santos y vírgenes de arraigo.
Los autores no se limitan a ofrecer los datos sino que los comentan e interrelacionan con otros, siempre en un estilo en el que se busca la objetividad, quizá fría en ocasiones, no dejando que junto a ella se deslicen opiniones personajes que puedan enturbiar el relato. Además, han tenido la razonable prudencia de recorrer con detalle el término municipal en un intento, satisfactorio, de localizar e identificar los parajes correspondientes a los topónimos recogidos en ambos repertorios, con lo que se acrecienta el valor de este interesante trabajo.