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Jesús de las Heras

Madrid, 2008; Editorial Edaf; 326 páginas

Periodista de larga trayectoria en varios medios, escritor de diversos registros, casi siempre en el ámbito del reporterismo y la documentación, con títulos tan expresivos como     Jesús de las Heras da ahora un notable salto temático para entrar de lleno en la historia, mediante una profunda incursión en la Orden de la Calatrava que señoreó las tierras manchegas durante los siglos XII a XV, compitiendo en actividad con la de Santiago, que ocupó la mitad norte de la región. Subtitulado “Religión, guerra y negocio”, el libro ofrece, de entrada, una muy atractiva presentación, bien alejada de la severidad con que habitualmente se editan este tipo de trabajos; aquí hay multitud de ilustraciones (fotografías, mapas y dibujos) pero naturalmente la apariencia no lo es todo ni la intención didáctica es suficiente para valorar lo que en verdad importa, esto es, el contenido, el texto.

     Poseedor, como buen periodista, de un estilo concreto y directo, el autor no pierde el tiempo en elucubraciones seudocientíficas ni arriesga opiniones extraídas de una imaginación calenturienta. Antes, al contrario, la realidad, la investigación, el análisis, son los soportes en que apoya un trabajo que avanza de manera concienzuda desde la exposición inicial a la conclusión de los conocimientos expuestos.

     Surgida en 1158 en el seno de la fortaleza que lleva su nombre, Calatrava, en el valle medio del río Guadiana, en la provincia de Ciudad Real, la orden desempeñó un notable papel en los primeros pasos encaminados a dar forma a la Reconquista cristiana de esas tierras, objetivo que culminó cuando el proceso llegó a feliz fin y la Mancha quedó incorporada de manera definitiva a la corona de Castilla, tras la victoria de Alfonso VIII en las Navas de Tolosa (y tras el severo descalabro sufrido por el mismo monarca en Alarcos). Asentada en el territorio, muchos de los pueblos añadieron a su nombre inicial el apelativo de Calatrava, formando así un rosario de lugares que aún proclama a los cuatro vientos la vinculación con la orden.

     El autor arranca el texto desde más atrás de las fechas mencionadas, pues en los primeros capítulos traza un amplio esbozo del carácter de las tierras manchegas, remontándose hasta el Neolítico, para seguir los pasos de la historia de la humanidad vinculada con estos lugares, estableciendo así, de manera resumida y muy didáctica, el panorama de lo que hubo, como introducción al natural núcleo del relato, centrado ya en la propia Orden de Calatrava, de origen militar y por tanto directamente vinculada a las tareas guerreras emprendidas en la época por los reyes de Castilla, singularmente en lo que tenía que ver con la recuperación del terreno ocupado por los musulmanes, para pasar luego al asentamiento, ya en periodo sin conflictos bélicos, de organización cívico-administrativa-económica del territorio sujeto a la disciplina de los caballeros calatravos. Ese periodo es, naturalmente, el grueso de la historia y en consecuencia del libro, que entra de lleno en las circunstancias sociales y las formas de vida que marcaron la existencia de la orden en su periodo de máximo esplendor.

     Luego, como sabemos, llegó la decadencia, a medida que el Estado borbónico iba ampliando su tendencia centralizadora  hasta llegar a la extinción de las órdenes militares, unidas todas, simbólicamente, en una sola de presencia testimonial, bajo la supremacía del rey como gran maestre.

     Al llegar al término del recorrido por estas páginas se tiene la sensación de haber estado inmersos, como testigos directos, en un episodio esencial para el conocimiento de la historia de España y la naturaleza de las tierras manchegas.

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