Coordinador: Isidro Sánchez Sánchez
Ciudad Real, 2012. Almud Ediciones, 557 pp.
Este es un trabajo colectivo en la doble acepción del término, autores y personajes relacionados en el texto, por orden alfabético, en forma de diccionario biográfico, pero es también una visión globalizadora sobre un espacio temporal y temático muy concreto de la vida cultural española: el que corresponde a la vigencia y actuaciones de una institución singular, la Junta de Ampliación de Estudios, creada por y desde el gobierno en 1907, con la intención declarada de poner fin al reconocido aislamiento de España en el seno del contexto europeo. De ahí que la vía fundamental diseñada para conseguir ese objetivo fuera, junto con el impulso a la realización de trabajos internos en el propio país, conceder pensiones para viajar al extranjero, conocer establecimientos culturales de reconocido prestigio, singularmente en el ámbito educativo y trasladar a España esas experiencias para intentar su aplicación en los estamentos similares aquí existentes. Desde esa óptica, la JAE era coincidente con otras instituciones, algunas anteriores, como la Institución Libre de Enseñanza, otras surgidas posteriormente, como las Misiones Pedagógicas, empeñadas todas ellas, y algunas más, de otro campo experimental, en lograr la ansiada incorporación de España al grupo de los países más adelantados, como de manera persistente se decía en discursos, declaraciones y artículos. Con el concurso de unos y otros, el primer tercio del siglo XX recoge en nuestro país un extraordinario panorama de enriquecimiento científico, investigador, pedagógico y cultural, que arranca con la monarquía alfonsina, sobrevive con la dictadura de Primo de Rivera y alcanza a la República. Parece innecesario señalar, por ser cosa sabida, que todo ello queda abruptamente interrumpido, cercenado, cuando en 1939 se produce el triunfo del ejército nacionalista encabezado por Franco que da paso a la formación del régimen político conocido, por abreviar, como nacionalcatolicismo. Todo ello se puede conocer en detalle en la introducción preparada por Isidro Sánchez Sánchez, director del Centro de Estudios de Castilla-La Mancha en el libro que nos ocupa y que recoge, de manera ordenada alfabéticamente, apuntes biográficos de las personas que, relacionadas en cualquier forma (nacidos, residentes, trabajadores) con el territorio que hoy forma la Comunidad Autónoma obtuvieron en algún momento una pensión de la JAE para ampliar estudios y conocimientos en los países europeos más cercanos al nuestro, incluyendo aquellos que no fueron admitidos, aunque presentaron la solicitud. Abundan entre ellos, como parece cosa lógica, los profesores, sobre todo del ámbito pedagógico, respondiendo así al empeño de la línea oficial de impulsar el sistema educativo, anquilosado durante generaciones, para dar paso a las nuevas corrientes que ya estaban en vigor en otros lugares, pero hay también espacio para escritores, artistas, científicos. El resultado de esta ejemplar recopilación de nombres, trabajos y ensoñaciones es un grueso volumen en cuyas páginas se puede jugar perfectamente a buscar enlaces, combinaciones, que ponen en relación situaciones aparentemente diferenciadas pero que así entrelazadas ofrecen un impresionante panorama de lo que fue (quizá, y es triste decirlo, lo que pudo ser), la cultura española y la participación en esa voluntad colectiva de muchos nombres de nuestra región, también de Cuenca, convencidos de que aquel utópico propósito era posible llevarlo a la realidad. Por esas páginas desfilan nombres muy conocidos, como Juan Giménez de Aguilar, Luis Marco Pérez, Sebastián Cirac Estopañán, Ángel González Palencia o Ángel Sánchez Vera pero también otros de extraordinaria importancia, a los que aquí no se ha dado nunca el relieve necesario, como el cineasta Guillermo Fernández López-Zúñiga, las hermanas González-Blanco Gutiérrez, la pionera en la cátedra universitaria Juliana Izquierdo, el bibliófilo Miguel Herrero García y tantos otros que en algún momento tuvieron algo que ver con Cuenca y su cultura. Verlos ahora, agrupados en este libro monumental, en el que han colaborado diversos autores, reconforta el ánimo aunque finalmente quede el poso amargo de lo que pudo ser y no llegó a aflorar en plenitud.