Elvira Daudet
Madrid, 2016. Ediciones Evohé, 410 pp.
Hace apenas un par de años que Elvira Daudet (Cuenca, 1938) publicó una Antología destinada, como es usual en este tipo de libros, a recoger aquellos versos que la autora considera más significativos para resumir la naturaleza de su obra completa. Muy poco tiempo después, la poeta hace lo que todo el mundo esperaba: la edición completa de su obra, que compendia una de las voces más potentes y lúcidas de la poesía española contemporánea y, desde luego, una de las más significativas desde la óptica femenina.
He escrito potente y este es un término que entra en aparente contradicción con la circunstancia física, personal, de una mujer que es todo fragilidad, pero recuerdo perfectamente la primera vez que la vi (y conocí), cuando la invité a participar en el I Congreso de Escritores Conquenses y en ese mismo instante abarqué la certeza de esa disparidad de apreciaciones porque siendo, como era evidente, sencilla, mínima, quebradiza de cuerpo, afrontaba su presencia en el mundo con una firmeza de carácter y de expresión francamente notables.
Ahora, este libro recoge todos sus versos, desde los juveniles que pergeñó en El primer mensaje hasta su última aportación en Cuaderno del delirio, incluyendo también varios cuentos inéditos, con todo lo cual el lector se encuentra en perfectas condiciones para abarcar este panorama integral de su obra creativa, básicamente la poética, algo esencial porque, con se ha escrito ya, nos encontramos ante una de las voces esenciales de la poesía española contemporánea y eso es así más allá del injusto tratamiento que la obra de Elvira Daudet ha padecido desde la ignorancia maligna con que suele trabajar la crítica oficialista que sólo atiende a lo que ofrece efectos mediáticos pasajeros y no a la esencia de lo permanente.
Elvira Daudet publicó su primer libro de poemas en 1959, esto es, al borde de los veinte años de edad y ganó el premio González de Lama por Crónicas de una tristeza y el Costa del Sol por España de costa a costa, en la época en que trabajaba como periodista y corresponsal en el extranjero. Experiencias sin duda muy valiosas que finalmente abandonó para dedicarse de manera prioritaria a crear ese mundo poético en que se ha desenvuelto básicamente su obra y no solo por lo publicado sino por la amplia experiencia adquirida en sus vivencias en los círculos literarios y en el conocimiento de los grandes autores de nuestra época.
La obra de Daudet es escasa, concentrada en apenas una docena de títulos publicados, intercalados por largos silencios, en los que fue alimentando una suerte de melancólica asunción de las debilidades de la naturaleza humana, que ella asumía como propias para transformar sentimientos como la tristeza, la soledad o la amargura en versos de profunda sensibilidad. Como escribe Stella Petrone en el prólogo de esta antología, su obra es una “crónica del desamor y de la herida; crónica en el más periodístico de los sentidos” o, como ella misma escribió
Tengo veintiséis años
y a veces enfermo de ternura (…)
Estoy tan sola
que alguna vez me paro ante el espejo
y me sonrío…
La poesía de Elvira Daudet se transmite a través de un lenguaje muy directo en el que no queda espacio para circunloquios ni retóricas abstractas. Es la pura desnudez formal con la que reviste las emociones de un alma siempre torturada, pero de una autenticidad deslumbrante, que se traduce en la directa emoción que produce en el lector, versos en lo que, quizá sorprendentemente, en ocasiones aparece la crudeza de una crítica social con la que la escritora demuestra no haber renunciado a ninguno de sus principios vitales. Y que encuentran la sublimación en un verso estremecedor: Ya solo escribo para seguir viviendo.