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José Luis Lledó Sandoval

Madrid, 2010. Visión Libros; 200 pp.

Hace apenas dos o tres años, el mundo de la investigación arqueológica (y de la historia, en general), se vio conmovido por la noticia de que junto a la pequeña aldea de Noheda, en el inicio de la Alcarria conquense, se había descubierto un hermoso mosaico romano, de atribución temporal aún incierta y, por supuesto, sin que pudieran establecerse sus exactas dimensiones ni la naturaleza del ámbito en que estuviera inscrito. En realidad, la noticia, presentada de manera tan espectacular, no se correspondía con exactitud a la realidad: el mosaico se conocía desde mediados los años 80 del siglo pasado y de él se habían difundido escuetos comentarios hasta que, en efecto, en época reciente, el suceso ha saltado a la luz pública coincidiendo con la decisión oficial de emprender excavaciones científicas y metódicas.
De todo ello, desde los orígenes hasta el momento presente, habla en este libro José Luis Lledó Sandoval, propietario de la tierra en que se halló el mosaico y su auténtico descubridor, junto con sus hermanos además de ser todos ellos, solidariamente, responsables de haber tomado una decisión ejemplar: interrumpir los trabajos de laboreo agrícola que se estaban realizando en la parcela y mantenerla al margen de la productividad, para impedir que aquel tesoro artístico pudiera sufrir más daños de los que ya había recibido en los siglos anteriores. En ese volumen, el autor explica su propia experiencia personal al lanzarse, tras aquel hecho fortuito, en busca del conocimiento del mundo romano, intentando encontrar explicaciones lógicas a la presencia del mosaico en un lugar tan apartado. Seguramente estuvo situado en una lujosa villa vinculada al trabajo en el campo y esa previsible situación anima al autor a lanzarse por el terreno de la imaginación para intentar recrear la vida y el ambiente en esta zona alcarreña, dos mil años atrás, con interesantes aportaciones sobre construcciones, vidrio, vino y otros aspectos de aquella época.
El arranque preciso de la excavación, con todos sus ingredientes, se produce en 2004, cuando José Luis Lledó informa oficialmente de la existencia del mosaico y pide una intervención arqueológica acompañada, además, de las necesarias medidas de protección y vigilancia para impedir cualquier expolio. A partir de ese momento se pone en marcha todo el procedimiento que habría de derivar en la obtención de un amplio panorama del mosaico de Noheda así como el hallazgo de otros elementos complementarios que pueden ayudar a establecer las características de esta villa o poblado. El mismo autor cuenta, emocionado, cómo tras un periodo sin visitas al lugar, al volver a hacerlo se quedó extraordinariamente sorprendido al ver que “allí, en ese pequeño trozo de tierra, pudieran haber surgido tantas figuras y de tan perfecta factura”, como si un auténtico proceso de encantamiento hubiera sacado a la luz algo que llevaba siglos escondido.
El libro que estamos comentando incluye, por supuesto, un amplísimo capítulo dedicado a la explicación detallada de las características del mosaico, describiendo sus componentes, matices, colores, etc. y convirtiéndose así en un imprescindible elemento para mejor conocer uno de los más importantes hallazgos artísticos efectuados en la provincia de Cuenca en los últimos años.

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