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Salvador F. Cava

Cuenca, 2014. Ediciones Olcades, 148 pp.

No es la primera vez -y, me temo, no será la última- que en alguno de estos comentarios sobre novedades editoriales se desliza un no se si llamar queja o lamento por la escasez de trabajos monográficos sobre la vida contemporánea de Cuenca, en cualquiera de sus aspectos, en notable oposición a la abundancia de textos sobre cuestiones históricas del más remoto pasado, como si fuera más fácil (en todos los sentidos: también en el atractivo hacia los lectores) hablar de los dinosaurios, las pinturas rupestres, el imperio romano o las delicias de la Inquisición, mientras que asuntos que nos tocan más de cerca, de las guerras carlistas para acá, ofrecen unos evidentes tintes de incomodidad que se acentúan a medida que se avanza en ese tiempo. De manera que el nuevo libro de Salvador F. Cava entra de lleno en el terreno de la osadía, al atreverse a tratar un periodo del régimen franquista, el protagonizado por uno de sus más cualificados representantes, el gobernador Gabriel Juliá Andreu, catalán de nacimiento y cultura, dotado además, cuentan los que le conocieron, de un enrevesado pronunciamiento en castellano que dificultaba su capacidad de comunicación verbal, todo lo contrario que por escrito, pues poseía un amplio fundamento cultural que traslada con facilidad a la letra impresa.

            Llegó Juliá a Cuenca en los todavía años duros de la posguerra. Habían pasado los primeros, los de la terrible represión al término del conflicto y el país parecía entrar en una senda de aparente calma, tras los primeros apuros surgidos al inicio de la II Guerra Mundial, hasta que Franco se inclinó por una declarada neutralidad, que sirvió para desairar a Hitler sin ganar la total confianza de los aliados. Si España no entró directamente en la guerra, sí sufrió sus consecuencias, no solo las derivadas de las considerables dificultades de suministro sino porque tomó forma en el interior una suerte de levantamiento popular, rebelión armada o sencillamente bandas de forajidos, según la opinión sesgadas de unos u otros, conocidos con el nombre heredado de Francia, los maquis. Actuando a través de una esquemática organización según los esquemas establecidos por el Partido Comunista y siguiendo la vieja táctica de los guerrilleros del siglo XIX, se desplegaron por las zonas más escabrosas de las montañas de Aragón, Valencia y Cuenca para mantener en vilo a las fuerzas del orden, especialmente la Guardia Civil, con las que mantuvieron sangrientos enfrentamientos.

            Fue el gobernador Gabriel Juliá el encargado de poner fin al levantamiento, mediante la aplicación de una inteligente labor de captación de voluntades con la promesa de facilitar la reinserción social, en contra de la actitud represiva de sus antecesores, gesto muy demostrativo de la inteligencia política de quien era y se proclamaba falangista convencido, impulsor de un mensaje doctrinario de absoluta fidelidad a la vez que establecía en la ciudad de sus dominios un primer amago de desarrollo cultural que luego daría sus frutos.

            Este es el escenario, a grandes rasgos, por el que discurre el apasionante libro que ha escrito Salvador F. Cava, experto en la historia del maquis español, pero que ahora completa esa especialización con una atrevida incursión social, económica y cultural en la Cuenca de la posguerra, ese tiempo tan cercano y, a la vez, tan desconocido por falta de voluntades para penetrar en sus entrañas. Un libro que se aleja del estilo adocenado e hierático de una tesis doctoral cargada de inútiles notas a pie de página para ofrecer, con un estilo narrativo, claro y directo, una visión apasionada de un momento igualmente apasionante.

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