Lo peor que podría pasar es que las optimistas perspectivas y posibilidades que ofrece hacia el futuro la apertura, por ahora provisional pero espero que en breve tiempo definitiva, del yacimiento hispano-romano vinculado al pueblo de Noheda, hoy una aldea del término de Villar de Domingo García, se pudieran frustrar por una gestión inadecuada o por falta de planteamiento riguroso que dejara sueltos cabos que son precisos atar para que las cosas puedan discurrir de manera ordenada, positiva y feliz. No quiero en absoluto ser ave de mal agüero, pero como ya acumulo suficientes años y experiencias, he podido conocer algunas iniciativas surgidas con la mejor de las voluntades y frustradas al poco tiempo, precisamente por lamentables fallos en su proyección, en desconocimiento profundo de cómo se deben hacer estas cosas.

    Por ahora, todos estamos encantados con Noheda. Los medios de información, a todos los niveles, incluidos extranjeros, ya se han encargado de propagar la naturaleza del yacimiento y los méritos que desde luego atesora, ocultos durante siglos y ahora en trance de poder ser disfrutados por el común de los mortales, incluyendo en esa experiencia el saber que lo que tenemos ante la mirada no es aún lo definitivo, sino una parte limitada, incluso ínfima, de lo que se calcula pueda llegar a ser el conocimiento completo de esta villa casi mágicamente surgida, como de la nada, en un paraje de la Alcarria conquense que, hasta el momento del hallazgo, no parecía gozar de especiales señas de identidad, a pesar de que la propia Noheda es de prosapia antigua, como lugar que fue propiedad del cabildo catedralicio desde la Edad Media.

    Podríamos preguntarnos, sabiendo que no hay respuesta posible, por qué este extraordinario lugar ha permanecido ignorado durante tanto tiempo. A finales del siglo XIX se conocía su existencia y se ofrecieron algunos datos, incluso sobre el mosaico, ya entonces valorado como una pieza admirable, pero nadie se preocupó de profundizar en su conocimiento y menos aún divulgarlo. Entre brumas permaneció hasta que un buen día el propietario de la finca, José Luis Lledó, dio con él, lo protegió e inició los primeros pasos (un camino que ciertamente no ha sido de rosas) que condujeron al reconocimiento oficial del yacimiento y, finalmente, al momento en que ahora nos encontramos y que, como digo al inicio, requiere voluntad e inteligencia por parte de quienes son responsables de promocionar este lugar. Porque se dice, con evidente alegría, que ahí se encuentra un fecundo potencial de desarrollo para toda la comarca y especialmente para el pueblo, que se ve ya como un foco turístico y cultural de primer nivel y puede serlo, pero tal cosa no se obtiene por pura casualidad y sin mover un dedo, sino haciendo justamente lo contrario: planificación e inversión. Lo menos que un turista desea, después de hacer una visita cultural de esta importancia, es poder tomarse una cerveza y visitar los servicios. De ahí, en adelante. Como supongo que mis hipotéticos lectores son experimentados en hacer viajes de esta naturaleza saben bien a qué me refiero y también qué se necesita hacer para que todo funcione.
    Ese es el desafío que espera a quienes están implicados en desarrollar el yacimiento de Noheda, empezando por el propio Ayuntamiento del pueblo y pasando por todas las demás instituciones, tan generosas siempre a la hora de hablar y pronunciar bonitos discursos. Pues miren por dónde ha llegado la hora de la verdad y de los hechos.

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