Durante los últimos años, la Real Academia Española de la Lengua que tiene, entre otros, el cometido de fijar, limpiar y dar esplendor al idioma castellano, que es el común de todos los hispanohablantes, en cualquier lugar del mundo en que se encuentren, viene actuando con cierta generosidad ante la incontenible serie de anomalías que un día sí y otro también se vienen incorporando al lenguaje de los españoles. Es una especie de aplicación interna de “lo políticamente correcto”, o sea, que con tal de no irritar a este o aquel colectivo, se tolera todo.
Por eso, hasta ahora la RAE se ha pronunciado con timidez ante el creciente uso indebido de ciertas palabras que intentan marcar la diferencia en los sexos y que son con asiduidad mal empleadas, como es el caso de “Todos y todas, ciudadanos y ciudadanas, niños y niñas”, y así hasta el infinito. Eso no se cortó desde el principio, ni la autoridad académica emitió criterios firmes, sino que fue navegando entre dos aguas, con ambigüedad más o menos calculada pensando, quizá, que sería una moda pasajera y que en cualquier momento volvería la cordura.
Lo extraordinario es que ya no se trata solo de un fenómeno político (segmento social en el que la incultura no camina, sino que galopa). La cosa se ha extendido e incluso hay escritores, algunos amigos míos muy apreciados, que además ostentan la condición académica conquense, que se han incorporado también a esa nefasta costumbre y a quienes no les parece mal dar de vez en cuando una patada al idioma
La RAE sale ahora de su indolente actitud y nos vuelve a explicar que este tipo de desdoblamientos son artificiosos e innecesarios desde el punto de vista lingüístico. En los sustantivos que designan seres animados existe la posibilidad del uso genérico del masculino para designar la clase, es decir, a todos los individuos de la especie, sin distinción de sexos y pone el siguiente ejemplo: Todos los ciudadanos mayores de edad tienen derecho a voto.
Y añade, para ilustrar el comentario, que la la actual tendencia al desdoblamiento indiscriminado del sustantivo en su forma masculina y femenina va contra el principio de economía del lenguaje y se funda en razones extralingüísticas. Por tanto, deben evitarse estas repeticiones, que generan dificultades sintácticas y de concordancia, y complican innecesariamente la redacción y lectura de los textos. Y en efecto, es curioso que mientras por una parte se busca la simplificación, incluyendo cada vez con más frecuencia abreviaturas o el uso de la k para escribir “que”, en este caso se prolonga el discurso con la innecesaria duplicidad de términos, cuya única utilidad es estar a la moda y que no te acusen de algo feo.
Concluye la Academia: La mención explícita del femenino solo se justifica cuando la oposición de sexos es relevante en el contexto, como en la frase “El desarrollo evolutivo es similar en los niños y las niñas de esa edad”. Y es que el uso genérico del masculino se basa en su condición de término colectivo, sin que suponga en ningún caso la oposición masculino/femenino. Por ello, es incorrecto emplear el femenino para aludir conjuntamente a ambos sexos, con independencia del número de individuos de cada sexo que formen parte del conjunto. Así, ‘los alumnos’ es la única forma correcta de referirse a un grupo mixto, aunque el número de alumnas sea superior al de alumnos varones, explica la Real Academia Española.
¿Servirá de algo lo que dice la docta institución? ¿Habrá un convencimiento generalizado de que conviene hablar y escribir bien? ¿Ayudaremos entre todos a limpiar, fijar y dar esplendor a ese bien centenario y colectivo que es la lengua castellana? Me temo cuales van a ser las respuestas.