Las legiones romanas encontraron en la meseta inferior un territorio apropiado para el asentamiento de sus intereses y lo hicieron de manera poco violenta: escasa resistencia encontraron en los pobladores de aquellos lugares, que con facilidad se adaptaron a la nueva situación. Valeria, situada prácticamente en el centro de la provincia, es un buen ejemplo. Conquistada por Tiberio Sempronio Graco hacia el año 179 aC., un siglo más tarde el pretor Valerio Graco fundó la colonia urbana a la que dio su propio nombre, eligiendo para ello una posición topográfica extraordinaria: un farallón rocoso situado (y defendido) por los ríos Gritos y Zahorra. Roma le concedió pronto el derecho del Lacio antiguo y la joven ciudad, cada vez más próspera y estable, como se deduce de la importancia de su estructura urbanística, vivió en paz y en orden. El momento de mayor brillantez y prosperidad corresponde al siglo I de nuestra era y coincide con la política impulsada por Julio César a favor de las élites locales del imperio, como colaboradores eficaces para aventurar la romanización efectiva del territorio, algo que en Valeria ocurrió con total precisión. Con ese apoyo de la metrópoli, durante ese siglo y el siguiente se construyeron las grandes obras urbanas, como el monumental ninfeo. Luego, la caída del imperio trajo consigo también el apagamiento de la urbe, que entró en un largo periodo de siglos, de vida lánguida e incluso abandono de su hábitat tradicional, trasladándose la población a un lugar cercano al que llamaron Valera de Arriba.
      Hacia mediados del siglo XX, un hombre nacido en Valeria consiguió un deseo sentimental: ser destinado a ejercer el oficio de maestro en su lugar natal. Algo más pretendía Francisco Suay al obtener este destino: dar forma a un viejo sueño, alimentado desde que era niño y supo que allí mismo, cerca de su pueblo, dormía desde hacía muchos siglos una vieja ciudad hispano-romana. Con la fuerza de la juventud y el entusiasmo de la aventura, Paco Suay puso manos a la obra, invirtiendo su tiempo libre en pasear por el recinto en que debía estar la Valeria que citaban los libros clásicos. Unas monedas, unos fragmentos de cerámica, algún trozo de ánfora le indicaban que ese era el camino. El día que encontró una cabeza completa perteneciente a una estatua supo que había localizado lo que buscaba. Gracias a esa intuición y a los esfuerzos posteriores, hoy podemos disfrutar de este espléndido recinto.
       La ciudad romana se encuentra claramente adaptada a la naturaleza topográfica de la zona, con un sentido del urbanismo marcadamente utilitario. Hay calles empedradas, en el cerro del Hoyo, así como un equivalente de casas colgadas sobre el abismo de la hoz, que recuerdan necesariamente a las de Cuenca, pero también es del máximo interés la arquitectura civil que se puede vislumbrar, mediante la identificación de las tabernae, la basílica y otros edificios público pero, sobre todo, del extraordinario ninfeo (nimphaeum), uno de los más llamativos de cuantos se conservan de aquella época, y que tiene una longitud de 85 metros. Se trata de un complejo de captación y distribución de aguas, formado por el acueducto, cuatro grandes algibes, una galería abovedada y una plataforma, limitada por dos calles o decumanos, destacando el propio ninfeo, o fuente monumental. Todo ello es un eficaz y rotundo ejemplo de la secular habilidad romana en el terreno de las obras públicas.
     Excavaciones posteriores han ido encontrando nuevos aspectos muy significativos con fragmentos de columnas, basas y capiteles, que dan idea de la importancia del lugar. En la serenidad inmensa de La Mancha, la presencia de Valeria, sus murallas, el paseo por sus calles y monumentos y la visión pavorosa del abismo circundante ofrecen al visitante una ejemplar y valiosa lección de historia urbana que nos devuelve a años intensos marcados al ritmo de la pax romana.

Cómo llegar
   Desde Cuenca, hay que salir por la carretera de Valencia. En seguida, en la primera gran rotonda situada en el kilómetro 9, se debe tomar la CM-2100 que lleva directamente a Valeria.
Dónde comer y dormir
    El pueblo más cercano en que se puede comer es Valverde de Júcar.
     Casa Riánsares. Casa Rural. Valerio Flaco, 34; 961 510 355 / 654 499 203
     La Quinta de Malu. Casa Rural. 6 de Junio, 3; 655 027 223.

     Quinta La Zarzamora. Casa Rural. 6 de junio, 6



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