Incógnitas pendientes de soluciones

Educadamente, acepto la invitación y acudo a una presunta reunión con el ministro de Cultura, cita en la que estaremos, creo, un grupo (no se cuánto de numeroso) de personas vinculadas con la actividad cultural. Por lo general, no me siento cómodo en este tipo de asambleas y menos aún si, como ocurre en este caso, rodea al ministro un enjambre de políticos, porque el partido aprovecha la oportunidad para realizar un considerable despliegue de elementos. Y ahí estamos ya, amistosamente sentados alrededor de una larga mesa, cada uno inmerso en sus propios pensamientos y objetivos. Como suele ocurrir en estos casos, pronto se significan los que vienen a saber qué hay de lo mío, de los problemas, casi siempre económicos (¿dónde no los hay?) que acongojan a no pocos sectores de actividad, en todas partes, y más que en ninguna en el ámbito de la gestión cultural. Pero se echa en falta, siempre o casi siempre, planteamientos globales, declaraciones de conjunto que afronten de manera genérica la situación existente y se oriente hacia un futuro que debería ser determinante y, sin embargo, está cubierto de oscuras nebulosas.
      En estos casos, ya lo he dicho, suelo ser persona callada. Oigo, anoto y aprendo. Lo mío es la palabra escrita y a eso me dedico. Por eso digo aquí y ahora lo que no dije allí, mientras esperaba que alguien más expresivo lo pusiera sobre la mesa. Pero nadie mencionó para nada el caso de la colección Roberto Polo, ni insinuó siquiera saber cual es el destino del Archivo Histórico Provincial donde está previsto que se instale; nadie preguntó ni se interesó por el viejísimo proyecto, que va de elecciones en elecciones (y en estas ni se menciona) de la ampliación del Museo de Cuenca; en ningún momento se aludió al igualmente dilatado proceso de apertura de la iglesia de Santa Cruz, remodelada para convertirla también en una sala museística que debería albergar la colección de arte moderno del Museo de Cuenca y que cuando tal cosa se quiera llevar a cabo (si es que el plan se mantiene) habrá que volver a restaurarla.
      No se pronunció una sola palabra sobre la situación de pavorosa penuria en que se encuentran todas las bibliotecas municipales de la provincia, algunas en condiciones ciertamente dramáticas. Entre ellas pueden señalarse con el dedo las tres existentes en la propia capital provincial, que viven un prolongado periodo de abandono, del que el entonces candidato y ahora alcalde, Darío Dolz, prometió sacarlas en cuanto llegara al sillón municipal, promesa que sigue pendiente y que debería acometerse ya, sin más dilaciones, porque es realmente necesario corregir la situación actual.
        Y se me quedó en la punta de la lengua, sin oportunidad para decirla, la que hubiera sido mi única intervención. Desde hace cuatro años, el Archivo Municipal está abandonado a su suerte, sin archivero titular y necesitado como agua de mayo de que a su frente se sitúe un profesional debidamente capacitado. A lo que se unen la Biblioteca Pública del Estado, sin dirección desde que se jubiló la anterior titular. Y el Museo de Cuenca, también sin dirección por el mismo caso. Y el Archivo de la Diputación Provincial, igualmente con su despacho principal vacío. El equipamiento cultural de una ciudad, se ha dicho siempre, tiene tres soportes: bibliotecas, archivos y museos. No es presentable que en Cuenca cuatro de ellos estén sin dirección ni orientación.
        Por lo demás, algo queda: el ministro, José Guirao, es un hombre afable, de hablar pausado, amplia experiencia en el terreno de la gestión y buenas intenciones para navegar en el proceloso mar donde hay tantos intereses y tan poco dinero.

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