Una sombra protectora para las Hoces del Cabriel

En ocasiones resulta interesante, incluso aleccionador, encontrar en el calendario referencias que nos devuelven a un pasado, no muy lejano, en el que ocurrieron cosas que al cabo del tiempo se encuentran asentadas entre nosotros con toda normalidad, mientras se difuminan los contornos de lo que sucedió porque, como ya sabemos de sobra, la memoria es frágil y, sin embargo, es la principal cualidad que nos distingue de los animales. Acaricio esa idea cuando encuentro, casualmente, una referencia a la decisión adoptada un 17 de octubre, pero de hace 21 años, declarando Reserva Natural las Hoces del Cabriel, breve dato que nos lleva a un entramado de decisiones polémicas y enfrentamientos políticos, cuyo recuerdo nos puede hacer sonreír, además de rejuvenecer a quienes entonces estuvieron implicados muy directamente en sucesos que dieron mucho juego informativo.
    Esa declaración fue la carta oculta en la manga que, en jugada arriesgada, el gobierno regional, presidido entonces por José Bono, puso sobre la mesa para impedir que la ejecución de la obra de la autovía Madrid-Valencia pasara, arrasando, por el paraje de las Hoces del Cabriel, según el proyecto presentado y defendido apasionadamente por el ministro de Obras Públicas, José Borrell. A mi parecer, esta es la ocasión más llamativa y clara en que el gobierno autonómico se ha enfrentado al central, con la particularidad de que en esos momentos los dos estaban amparados por el mismo signo político (enfrentarse, siendo de distinto partido, es lo habitual). Curiosamente, y como la política suele hacer extraños compañeros de cama, la declaración de la Reserva Natural provocó la airada reacción de los alcaldes de la Manchuela controlados por el PP, que vieron en ese gesto un arriesgado peligro para no se supo bien nunca qué intereses, particulares o colectivos llegando incluso a movilizar desplazamientos a Toledo para organizar sentadas de protesta ante el edificio de las Cortes.
     El tiempo todo lo cura, incluso en terrenos tan resbaladizos como este que estoy comentando. Las Hoces disfrutan hoy de una encomiable salud, bien protegidas; la autovía tuvo que tomar otro camino, el mismo que luego utilizó también el AVE, y no pasó nada; quienes entonces protestaban son ahora fervientes partidarios de la Reserva y de sus beneficios turísticos (y económicos, claro) y quienes veían amenazados rebaños y tierras siguen disfrutando igualmente de lo que tenían. Y los demás, los que viajamos y vamos a los sitios, igualmente felices.
    Las Hoces del Cabriel es uno de esos pequeños paraísos con que la naturaleza quiso dotar a la provincia de Cuenca, tan generosa en espacios naturales. En realidad, son tres parajes sucesivos y enlazados: los Cuchillos, el Valle de Fonseca y las Hoces, a los que se pueden añadir otros enlaces inmediatos, desde la Venta de Contreras hasta el puente de Vadocañas, pasando por las pinturas rupestres de la Rambla de Vicente, para formar todo un maravilloso entramado donde prima el sosiego. Se trata de un excepcional paraje, de profunda y arisca belleza, formado básicamente por el río Cabriel que, al llegar a esta zona produce una profundísima excavación en la roca, dando lugar no solo a la impresionante hoz sino al paraje inmediato, Los Cuchillos, nacidos como enormes farallones rocosos en forma de crestas que bordean el cauce del río, deslizándose a través de suaves meandros. Además de las formaciones pétreas, siempre abrumadoras en su atrevida disposición, las hoces albergan tres tipos de vegetación natural: la propia del bosque mediterráneo (pinos carrascos, encinas, enebros, brezos y lentiscos, entre otros), la rupícola que cuelga de las escarpaduras rocosas (sabina mora) y la de ribera fluvial (chopos, álamos, sauces, juncos, carrizos). Sobre este soporte vegetal abundan, dicen, aunque yo nunca los he podido ver, ejemplares de águila real, águila perdicera, halcón peregrino, búho real y otras rapaces, mientras que en las aguas del río retozan juguetonas las nutrias.
    Sobreviven todos, rocas, agua, animales y vegetales, pero también y desde luego los seres humanos, principales destinatarios, aunque algunos crean lo contrario, de las medidas protectoras sobre el medio ambiente que otros algunos pretenden destruir. Curiosa disyuntiva en que nos desenvolvemos los seres más inteligentes de la creación.

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