La maravillosa fantasía del mosaico de Noheda
El año nos trae, en sus primeros días, unas declaraciones conciliatorias que contradicen otras, agrias, enconadas, que jalonaron los meses anteriores. Es tan raro que los políticos de signo contrario se dediquen palabras amables unos a otros que este caso debe ser destacado por su excepcionalidad y también porque apunta la posibilidad de que se llegue al fin a desbloquear un asunto que todos consideran -consideramos- capital para la cultura, el progreso, el turismo, el bienestar de buena parte de la provincia, con efectos que pueden llegar incluso a la capital, si es que la capital, alguna vez, se decide a mirar hacia su provincia.
El asunto al que se debe este proemio se llama Noheda, esa antigua aldea de Cuenca (lo era en tiempos medievales) hoy adscrita al municipio de Villar de Domingo García, donde la fortuna puso al descubierto los fragmentos de un espléndido mosaico romano que aventura la posibilidad de que, tras la adecuada excavación arqueológica, pueda ser el germen de un auténtico yacimiento de incalculable contenido.
Rehagamos brevemente la historia. En un momento no especificado de los años 80 del siglo pasado, un tractor que araba una parcela tropezó con unos restos que, cuidadosamente limpiados, dejaron ver los primeros indicios de lo que llevaba casi dos mil años oculto bajo tierra. La familia propietaria del terreno tuvo clara conciencia de lo que allí podía haber y decidió eliminar las labores agrícolas en ese sector, quedando el asunto en suspenso, sin mayores consecuencias, hasta que en 2004, una vez sustanciada la herencia familiar, el propietario efectivo de ese lugar pone en marcha los mecanismos adecuados para informar del hallazgo. Apelo a la memoria de mis lectores para recordar lo sucedido desde entonces: la sorpresa por el descubrimiento, los primeros informes en torno a las enormes dimensiones del mosaico, uno de los mayores del mundo romano, la belleza de las escenas que reproduce, los iniciales trabajos de investigación, las pomposas declaraciones sobre las posibilidades futuras que se abrían para toda esta zona de la Alcarria, tan necesitada de proyección y apoyos.
La localización de este lugar provocó, además, el inevitable debate especulativo sobre el nombre que debería adjudicársele. Ni en las descripciones ni en los itinerarios antiguos aparece localizado nombre alguno en ese punto geográfico. Finalmente, las opciones parecen inclinarse hacia una ciudad llamada Urbiaca, que siempre había sido situada bastantes kilómetros más al norte, en la zona por donde discurren el Tajo y el Guadiela, incluso dentro de la actual provincia de Guadalajara. Ya se sabe que las mediciones antiguas no brillan por su exactitud por lo que bien cabe la posibilidad de que, en efecto, Urbiaca estuviera aquí, más al sur de la previsto, uniéndose así a la ya conocida bien nutrida serie de ciudades hispano-romanas en la provincia de Cuenca.
En el tramo inicial todo fueron buenas palabras, espíritu de concordia, promesas de colaboración entre todos para sacar adelante el proyecto. Hasta que, según pertinaz costumbre implantada entre nuestros políticos, la cosa se enturbió y empezaron las disputas por un quítame allá esas pajas, con palabras contradictorias de unos a los otros y las habituales discrepancias sobre lo que se estaba haciendo o había que hacer. No insistiré en esas cuestiones pues, como digo al principio, parece, a la vista de lo oído últimamente, que las aguas vuelven a su cauce y se recupera el espíritu de concordia.
Soy uno de los privilegiados que pudo visitar en varias ocasiones el yacimiento y contemplar, verdaderamente admirado, el espectacular mosaico, a medida que se iba poniendo al descubierto. Luego el lugar se valló y cerró a cal y canto, enfriando el entusiasmo inicial colectivo. Si, como parece, ahora vuelve la normalidad, quizá entremos de manera definitiva en la recta final que permita alcanzar el objetivo deseado (y soñado): que el mosaico de Noheda pueda estar verdaderamente a disposición de que todo el mundo lo contemple, como uno de los grandes tesoros artísticos de Cuenca.
Al margen queda la disputa entre las instituciones y el propietario de los terrenos. Se, de muy buena y directa fuente, de la excelente disposición que tuvo inicialmente para ceder generosamente la parcela, sin especiales exigencias. Cómo se enturbió aquel comienzo hasta llegar a los tribunales puede ser un buen ejemplo de la complejidad de los mecanismos oficiales, más proclives siempre a la disputa que a los entendimientos. Como el asunto está en trámite judicial, no hay más que decir aquí. Lo que importa, y a eso va este artículo, es que la excavación en Noheda se pueda desbloquear abriendo así el camino definitivo al uso público del lugar. Ojalá pueda ser este año que acaba de comenzar.