De volúmenes vacíos y utilidades perdidas

No parece haber tenido un eco especial, en ningún sector de opinión, el abandono definitivo por parte de sus usuarios y consiguiente cierre total del edificio situado en mitad de la avenida República Argentina, dedicado en los últimos años a servir de acomodo a la delegación provincial de Educación y Cultura, trasladada ahora a otro inmueble hermano del anterior, en cuanto a fechas de construcción pero, a lo que parece, con una más sólida estructura.
        A simple vista y sin necesidad de recurrir a los aparatos de medición de superficies, yo diría que este edificio es el de mayor volumetría de cuantos existen en la parte baja de la ciudad, lo que aumenta, me parece, las dificultades de su reutilización e incluso, quizá, de su mantenimiento en condiciones idóneas. Es bien sabido que todo inmueble cerrado y sin uso se ve abocado casi de inmediato a introducirse en un delicado proceso de deterioro que, andando el tiempo, puede conducir a situaciones indeseadas. Pero, salvo que lo lleven en secreto, no tengo noticias de que nadie haya dicho ni insinuado siquiera qué se piensa hacer con él.
        En la fachada principal, una placa recuerda que es un “Edificio construido en 1946 y ampliado en 1950”. Se levantó a la vez que el Instituto Alfonso VIII y, de hecho, formaban una sola y potente manzana, porque el edificio a que me estoy refiriendo fue habilitado para servir de sede a la Escuela de Maestría, que allí permaneció hasta que estos estudios fueron trasladados al hoy denominado Instituto Pedro Mercedes, vacío que fue cubierto pronto para acomodar a la administración educativa. Hasta ahora.
        La avenida de la República Argentina (por cierto, el único país del mundo que tiene calle en Cuenca) se trazó en los años posteriores a la guerra civil, transformando en viviendas lo que eran almacenes, talleres, garajes y solares. En uno de ellos se instalaba cada año la Feria de Ganados. Es la primera calle conquense que se definió de acuerdo con criterios del urbanismo moderno, en rigurosa línea recta y una anchura considerable para la época; desde el comienzo quedó claro que esta debería ser la salida hacia Madrid, aunque por entonces estaba aún lejos la construcción del puente nuevo que, finalmente, vino a confirmar aquel primitivo propósito.
        Que un edificio de esas dimensiones (y, por lo que dicen, en delicado estado de salud) quede vacío plantea a la ciudad un evidente problema, que se une a otros casos que ya van siendo antiguos, como el convento de las Siervas, puesto en venta sin que aparezca comprador o el Hotel Iberia que, salvo la sala de exposiciones de la planta baja, tampoco tiene un destino definido. En estos momentos, no parece haber en el horizonte inmediato muchas necesidades que busquen alojamiento, salvo el bloqueado asunto de la Colección Roberto Polo, cuya instalación definitiva obligaría al traslado del Archivo Histórico Provincial, tema por ahora pendiente de que terminen las elecciones que tenemos en el horizonte a ver si el nuevo mapa político resultante favorece que termine bien lo que ha tenido tan catastrófico inicio. No se si alguno de los tres inmuebles a que me estoy refiriendo reuniría las condiciones necesarias para ser considerado como viable en la solución favorable de tan complicado tema.
        Son cuestiones que la nueva corporación municipal, cuando se forme, debería poner encima de la mesa, aunque son tantos los delicados problemas pendientes que quizá este se considere de segundo nivel y no necesitado de una solución inmediata. Al menos, mientras no amenacen ruina total.

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