Desde que tengo memoria, ha habido campañas de publicidad empeñadas en promover el movimiento de turistas hacia un sitio u otro. Algunas de esas campañas han sido muy afortunadas. Un de las que más, aquella que consagró el mito de que España es diferente, que tuvo tanto impacto que aún se sigue usando y no siempre con la intencionalidad turística que tuvo en sus orígenes. Ahora, tan pronto se ha dibujado en el horizonte la posible disminución del virus famoso (de eliminarlo por completo nadie se atreve a hablar) se produce la reacción acostumbrada: hay que viajar, ir de un sitio a otro, mover el dinero, llevarlo a los sitios que resulten más atractivos. He podido ver ya, en algunas televisiones, los anuncios de diferentes provincias o territorios autonómicos. Casi todos dicen lo mismo que ya conocemos, por lo común en torno a una frase que pueda resultar más o menos impactante.

            De todas estas campañas, la más curiosa es la de Cataluña; probablemente, también la más cara (7,4 millones de euros). Como saben muy bien los promotores de esa publicidad, no puedan atraer a esquimales, neozelandeses, brasileños, americanos y ni siquiera a los chinos. ¿Cuáles son los ciudadanos más proclives a sentir la llamada amistosa y placentera de Cataluña? Naturalmente, los vecinos de al lado, españolitos de a pie. Por eso, haciendo de tripas corazón, el organismo turístico catalán se ha visto en la necesidad de distribuir su campaña a través de los medios españoles y en español, para intentar convencer a los reacios de que Cataluña es “nuestra casa” a la que conviene volver de visita.

            Había que ver, en la rueda de prensa de presentación de la campaña, los angustiosos problemas de Quim Torra y su consejera Àngels Chacón para lanzar mensajes a los ciudadanos más próximos y cercanos, sin pronunciar ni una vez la palabra España. Esta gente es tan depravada en sus sentimientos que ni siquiera cuando les conviene o necesitan son capaces de bajarse del burro de la intolerancia y la cerrazón mental. Tuvo que salir al quite el teniente de alcalde de Barcelona y vicepresidente de la Diputación, Jaume Collboni, para decir claramente que con esa campaña se invita a viajar “a los catalanes al resto de los ciudadanos de España”.

            Menos mal que algunos de esos ciudadanos, entre los que me cuento, sí que vamos de vez en cuando a Cataluña y nos sentimos tan a gusto. Será porque nunca he tenido la mala suerte de tropezarme en persona con alguno de estos especímenes.

 

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