Conde, José Antonio

(José Antonio Conde García)

La Peraleja 28‑10‑1766 / Madrid 12‑06‑1820

Anticuario, historiador y políglota, según la definición que le aplicó Torres Mena y que otros autores, con singular mimetismo, han ido repitiendo después, aunque la calificación que mejor le cuadra, a la vista de su obra, es la de lingüista, especializado en idiomas orientales y muy en concreto en árabe. Estudió en el Seminario de Cuenca no solo como era trámite habitual en aquella época sino también porque hacer la carrera eclesiástica era condición impuesta para poder recibir el beneficio de una herencia familiar; un año después se trasladó a Alcalá de Henares para seguir estudiando hasta obtener la licenciatura en Leyes (1789) y luego a la Universidad Central, donde recibió el doctorado en ambos Derechos (1791), preparación con la que pudo optar para conseguir luego la plaza de conservador en la biblioteca de El Escorial (1794), cuando ya había ingresado como miembro de la Academia de Jurisprudencia (1792) y olvidado su inicial pretensión de dedicarse al sacerdocio. Cuentan sus biógrafos que los ratos de descanso laboral los dedicaba al estudio de las lenguas y así alcanzó un profundo conocimiento del árabe, además de hablar el francés y dominar con bastante solvencia el griego y el hebreo. A su labor investigadora se debe el hallazgo del manuscrito del Cancionero de Baena, actualmente depositado en la Biblioteca Nacional.

Formó parte del grupo de ilustrados españoles que asumió los principios de la Revolución francesa y que además creyeron que sería posible trasplantarlos a España por vía del gobierno de Napoleón, circunstancia por la que merecieron el apelativo de “afrancesados” (Goya, Meléndez Valdés, Moratín, Conde). Su actitud inconformista se había puesto ya de relieve durante los años de estudiante en Alcalá, donde fue denunciado a la Inquisición por supuestas prácticas heréticas, acusación que no prosperó.

Bibliotecario de la Biblioteca Nacional (1802), miembro de la Real Academia de la Lengua (1802) y de la de Historia (1804), además de correspondiente de otras, fue nombrado individuo de la Comisión de Teatros, el 31 de diciembre de 1810. Por ley de 28 de enero de 1811, del gobierno de José Bonaporte, se creó una Junta de Instrucción Pública integrada por destacadas personalidades de la intelectualidad española, figurando entre sus miembros Conde, con el propósito de elaborar una normativa general que incluyera los sectores, hasta entonces dispersos y sin sistematizar, referidos a educación e instrucción. En ese esquema administrativo se le asignó el cargo de Jefe de División (equivalente a un actual director general) con el ministro Almenara.

La derrota de Napoleón en España condujo directamente a los afrancesados al exilio exterior o interior, perteneciendo al primero el caso de Conde, obligado a pedir refugio en Francia mientras era desposeído de sus honores, incluso el de ser académico, aunque en este caso fue rehabilitado el 29 de septiembre de 1818. Amnistiado por las Cortes, pudo regresar a España en 1820, aunque sin poder residir en Madrid, lo que le llevó a pasar largas temporadas en La Peraleja, donde encontró algunas dificultades entre el vecindario local, muy castigado por las tropelías de las tropas francesas. Ese mismo año dio inicio a la publicación de su magna Historia de la dominación de los árabes en España (1820), de la que solo pudo editar el primer volumen, dejando los otros dos en manuscrito que dieron a la imprenta sus amigos. Obras igualmente inéditas fueron un “Diccionario arábigo-castellano” y una “Historia sucinta del imperio de Marruecos”. Nombró su albacea testamentario a Francisco Javier Argáiz, que aparece citado como diputado por Soria en las Cortes de 1820-1822.

Antes de emprender su propia obra, el nombre de Conde destacó por su traducción de Anacreonte (1791) y las ediciones de varios clásicos griegos, entre 1796 y 1797: TeócritoBiónMoscoSafo y Meleagro.

Su conocimiento del árabe le permitió traducir dos obras capitales: la famosa Descripción de España, de El Edrissi que, entre otros méritos tiene el, ciertamente anecdótico, de ser el primer libro en que se menciona a Cuenca y la Historia de la dominación de los árabes en España, que no alcanzó en vida a ver impresa por completo y que, aún con las imperfecciones que tiene, fue en su momento un valiosísimo documento de trabajo. Cuando murió quedaba todavía inconclusa la publicación de esa obra magna, que se había iniciado en 1820 y que en tres volúmenes afrontaba la enorme empresa de relatar la historia de uno de los periodos más fecundos de la historia española, conocida hasta ese momento según la versión transmitida por los historiadores cristianos pero que Conde afronta a partir de la documentación aportada por los musulmanes. La obra fue ferozmente criticada por el gran pontífice de esta temática, el francés Reinhardt Dozy y ese juicio alcanzó cierto predicamento en el ámbito de la historiografía española hasta que otros investigadores posteriores han podido establecer que la obra del francés sigue los parámetros señalados previamente por el español si bien, como es lógico, aquella pionera traducción ha sido ampliamente superada por otras versiones posteriores.

José Antonio Conde fue un auténtico enamorado de la lengua árabe, descubridor de la literatura aljamiada y el primero en usar las fuentes árabes en su lengua original; ello le llevó a traspasar en alguna ocasión la línea invisible que marca la investigación científica de la fantasía creadora. Intenta dar al castellano vigente entonces un toque de sabor arábigo “y por eso se entrevera frecuentemente de versos agarenos traducidos; se declara como un extracto, centón y compendio de diversos historiadores árabes y sostiene alguna teoría peregrina, como la de que la métrica de los romances españoles proviene de la arábiga” (Romera Valero).

Conde mantuvo amplias relaciones sociales y literarias con los personajes más influyentes de su época, como podemos deducir de la lectura de Casimiro Gómez Ortega, cuando relata sucesos de la fonda de San Sebastián, donde se reunía una tertulia en la que participaban figuras tan destacadas como Cadalso, Iriarte, Campomanes, Floridablanca, Nicolás Moratín, Diego Clemencín, Jovellanos, etc., entre los que figura José Antonio Conde.

Fue amigo personal de Leandro Fernández de Moratín (se casó con una sobrina de éste, si bien el matrimonio duró apenas un año, pues ella murió en el parto de su primer hijo, que tampoco sobrevivió al trance) y ganó el sillón G de la Real Academia de la Lengua (1802), aunque luego pasó al N. Perteneció también a la Academia de la Historia, en la que ingresó en 1804 y en la que fue designado anticuario, además de bibliotecario de la casa real. Perteneció también a la Sociedad Económica del Amigos del País, de Madrid y fue correspondiente de las Academias de Francia y Alemania. La vida y la obra de José Antonio Conde han sido especialmente estudiadas en época moderna por el filólogo conquense Julio Calvo Pérez.

Obra publicada

Poesías de Anacreonte, Teócrito, Bion y Mosco. Traductor del griego (Madrid, 1796)

Hymnos de Calímaco de Cyrena, traducidos del griego (Madrid, 1796)

Poesías de Sapho, Meleagro y Museo. Traductor del griego (Madrid, 1797)

Descripción de España, de Abu-Alla Mohamed Al-Edrissi, conocido por el Nubiense. Traductor del árabe (Madrid, 1799).

Censura crítica de la pretendida excelencia y antigüedad del vascuence (Madrid, 1804)

Censura crítica del alfabeto primitivo de España y pretendidos monumentos literarios del vascuence (Madrid, 1806)

Memoria sobre la moneda arábiga y en especial la acuñada en España (1805)

Historia de la dominación de los árabes en España (1820-1821).

Obras atribuidas a Conde

El Evanteo (1787)

Poesías orientales (Madrid, 1819)

Califas cordobeses (Madrid, 1820)

Referencias: José María Álvarez Martínez del Peral, “Conquenses ilustres”. El Día de Cuenca, 23-02-1927 / Julio Calvo Pérez, Semblanza de José Antonio Conde. Cuenca, 2001; Diputación Provincial / Idem, “José Antonio Conde, un ilustre olvidado”; El Día de Cuenca, 01-04-2001, p. 27 / Mateo López, Memorias históricas de Cuenca y su obispado. Edición de Ángel González Palencia. II) Cuenca, 1954, pp. 203-204 / Trifón Muñoz y Soliva, Historia de la M. L.e I. Ciudad de Cuenca, y del territorio de su provincia y obispado. Cuenca, 1867, II, pp. 962-964 / P. Roca,  “Vida y escritos de don José Antonio Conde”. Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos; vol. VIII, pp. 378‑394 y 458‑469; vol. IX, pp. 279‑291 y 338‑354; vol. X, pp. 27‑42. Madrid, 1903‑1904 / Ángel Romera Valero, “La Literatura del siglo XIX en Castilla-La Mancha. Ensayo de un canon”. En Cultura en Castilla-La Mancha en el siglo XIX. Ciudad Real, 2012; Almud Ediciones, pp. 23-24.