Cano, Melchor

N Tarancón 06-01-1509 / M. Toledo 30-09-1560

Hay una vieja (y por otro lado estéril) disputa acerca de si Melchor Cano nació en Tarancón o en Pastrana, cosa que ni él mismo sabía, pues dejó escrito en el inicio de los Lugares teológicos: “Tarancon appellatum patriam sortibus mihi videtur fuiste”, es decir, “parece que Tarancón fue mi patria”, mientras los apologistas de Pastrana aseguran haber nacido en este lugar alcarreño de donde, siendo niño, fue trasladado a la villa conquense. A favor de la candidatura de esta última han trabajado intensamente historiadores como Dimas Pérez Ramírez, para quien es concluyente la fijación de Tarancón como lugar natal de Melchor Cano, tesis que ya había consolidado Fermín Caballero y así lo aceptamos en este artículo.

Hijo de Fernando Cano, jurisconsulto que entró en un convento al quedar viudo (su esposa había sido María Delgado del Valle) y murió en Viena, donde actuaba como confesor de las hijas de Carlos I, el niño Melchor pasó los primeros años de su vida en Pastrana, donde su padre ejercía como abogado del Concejo municipal e hizo sus estudios universitarios en Salamanca, ciudad en la que tomó el hábito de Santo Domingo profesando en el convento de  San Esteban el 19 de agosto de 1524, cuando aún no tenía los 15 años de edad. Hizo los cursos de Artes y de Teología, esta última con Francisco de Vitoria (1527-1531), al que sucedería luego Melchor Cano. Antes de eso, continuó estudios en el Colegio de San Gregorio de Valladolid, tras ser ordenado sacerdote (1531), perfeccionando sus conocimientos con la Filosofía y las Lenguas orientales. A su lado, como compañeros de estudios se encontraban Luis de Granada y  Bartolomé de Carranza; este último, catedrático de Vísperas, sería más tarde feroz contendiente de Cano en el terreno de la dialéctica religiosa, enemistad surgida en el propio ambiente universitario, donde se originaban frecuentes disputas intelectuales que dividieron a los estudiantes en carrancistas y canistas.

Tras ese periodo de formación, fue nombrado maestro de estudiantes (1534), lector de teología (1536) y recibió el grado de Bachiller (1536). Ya totalmente formado, ganó ls cátedra de Prima en Alcalá (1542), el mismo año en que el capítulo general de la Orden le nombró Maestro de Teología. De forma verdaderamente rápida su nombre comenzó a conocerse como notable teólogo y humanista. Permaneció cuatro años en la ciudad complutense, volviendo a Salamanca en 1546 para ocupar la cátedra de Prima que quedó vacante al morir Vitoria y que Cano tuvo que ganar en una de aquellas memorables oposiciones que jalonan el siglo XVI.

Durante los años siguientes se consolida el prestigio del dominico taranconero, que ya había escito algunos trabajos menores y comenzado su obra magna De Locis Theologicis, en la que invertiría toda su vida, sin poder verla totalmente impresa. Empezaba a notarse su influencia intelectual sobre algunos de sus discípulos más destacados. tuvo la oportunidad de volver a debatir ampliamente con Carranza. El amplio dominio que había alcanzado sobre las cuestiones teológicas, en un momento clave para la evolución del cristianismo (el cisma promovido de Lutero estaba en marcha) sirvió para que fuese enviado al concilio de Trento por iniciativa de Carlos I (1550). Las intervenciones de Cano fueron pronto seguidas con enorme interés, alcanzando muchas de ellas un éxito memorable singularmente en los debates sobre la eucaristía y la penitencia, puntos destacados de fricción con los luteranos. Se cuenta de esta experiencia la anécdota de que, al empezar a hablar, su dominio del latín era escaso, lo que le hacía cometer frecuentes incorrecciones e incluso alguno de sus colegas le llamó «bárbaro». A partir de ese momento perfeccionó el lenguaje clásico hasta el extremo de llegar a hablarlo con absoluta corrección y elegancia.

Participó de manera muy activa en las labores del Concilio, que habría de dar un giro radical a las posiciones de la Iglesia Católica, agobiada por las presiones crecientes de las corrientes luteranas, en amplia difusión por Europa, contribuyendo Cano de manera decisiva en las definiciones de carácter integrista con que la religión, apoyada por las monarquías católicas, singularmente la española, querrían combatir en adelante las ideas contrarias.

Como resultado de su buena actuación en Trento, el rey quiso hacerle obispo de Canarias, puesto que no aceptó en principio (junio de 1552), pero sí más adelante. Fue preconizado como obispo de las islas atlánticas el 1 de septiembre de 1552 pero al cabo de un mes, por razones que nunca han trascendido, renunció al encargo episcopal y continuó en Castilla, retirándose al convento de Piedrahita (Ávila) para continuar dedicándose a continuar escribiendo sus Logis theologicis. Sí continuó actuando como consejero real, tanto de Carlos I como del príncipe que luego sería Felipe II, aportando su opinión sobre cuestiones delicadas de la gobernación del reino, como la venta de vasallos o la aplicación práctica de los decretos conciliares.

Paralelamente, Melchor Cano desarrolló una activísima labor pastoral como predicador de primera fila, de acuerdo con el prestigio que en este terreno tuvieron siempre los dominicos. Explicó públicamente en distintas localidades de la vieja Castilla, en unos momentos en que la ortodoxia del catolicismo exigía posiciones de firmeza para combatir el avance de las doctrinas luteranas. En esta actividad mantuvo frecuentes polémicas con los jesuitas (sin duda, el sector más avanzado del catolicismo, frente al integrismo de los dominicos) y especialmente con uno de ellos, el ya arzobispo de Toledo, Carranza, sobre cuyo Catecismo actuó de censor Melchor Cano, con evidente severidad, dando lugar a enconar la controversia dialéctica que, más allá de la discusión teológica, derivó hacia una enemistad personal realmente virulenta y que se prolongó durante toda la vida de ambos. Actuación crítica, la de Cano, que sirvió para despertar las sospechas de la Inquisición para encausar al arzobispo Carranza en uno de los más célebres procesos de aquellos tiempos.

Sus posiciones de firmeza teológica y doctrinal le granjearon el favor directo del rey Felipe II (lo era de 1556), muy necesario en tiempos convulsos, porque Cano, como otros, no se libró de sospechas e insinuaciones acerca de la bondad y pureza de sus sentimientos religiosos. El rey le ofreció el entonces muy apetecido puesto de confesor del monarca (1559), al que renunció porque, según dijo, “el servicio de palacio no sería bueno para él ni él sería bueno para aquél”.

De regreso a España después del concilio tridentino se radicó en el colegio vallisoletano de San Gregorio en Valladolid (1553), fue elegido prior en el de San Esteban, en Salamanca (1557) y ese mismo año fue elegido provincial de la Orden. Las intrigas internas entre los dominicos le causaron algunos problemas, que cortó marchando directamente a Roma donde consiguió en 1560 el reconocimiento formal del cargo de provincial que le discutían algunos sectores. Estando en Nápoles se sintió indispuesto pero pese a ello, a su vuelta a  España comenzó a realizar una visita por todas las casas conventuales de su territorio, muriendo en este empeño al llegar a Toledo, cuando sólo tenía 51 años de edad. Fue enterrado en el convento de San Pedro Mártir, de la ciudad toledana, pero su sepultura se ha perdido.

La obra capital de Melchor Cano y uno de los monumentos de la literatura teológica española es De locis Theologicis libre duodecim, que fue publicada después de la muerte del autor (1563). Como señalan los padres mohedanos, en cita que recoge Julián Zarco, la redacción del libro es admirable “pues siendo preceptiva, y pidiendo los preceptos por su naturaleza el estilo más simple y sin adorno, supo conciliar tan bien los opuestos intereses de la Elocuencia y los preceptos, que unaobra en otra manos hubiera sido árida, inculta y fastidiosa, salió de las suyas amena, erudita y elegante; sin que se pueda fácilmente decidir a qué se deba dar la preferencia, si a la crítica solidez de su juicio o a la selecta copia de su erudición; al nervio y fuerza de sus discursos o a la singular belleza de su estilo”.Desde el punto de vista estrictamente literario, la obra es un auténtico prodigio de estilo depurado en el más estricto clasicismo, con frases perfectamente construidas de las que se desprende toda la riqueza expresiva del idioma a la vez que recoge de manera estricta la profundidad del pensamiento del autor y se da cauce espléndido al desarrollo de las complejidades teológicas, en acertada simbiosis de erudición y claridad expositiva.

Melchor Cano es una de las más extraordinarias personalidades de la Cultura española, no sólo del siglo XVI. Si intelectualmente mantiene una posición integrista en cuanto a los principios de la religión, en la práctica ataca la retórica hueca de la vieja doctrina escolástica y defiende la prioridad de las fuentes auténticas de la revelación. Frente a las posiciones protestantes apoyadas solo en la fe y los textos bíblicos, Cano destaca el valor de la razón como cauce de exposición de los principios dogmáticos. En ese sentido, De locis theologicis es una obra clave en la definición de una teología moderna, basada en la razón metódica y no en la especulación rutinaria.

Polemista nato, siempre dispuesto a la discusión y el debate, Melchor Cano no evitó entrar en otros territorios polémicos y así arremetió contra los jesuitas en De secta jesuitarum; defendió las posiciones regalistas de la corona justificando la intromisión del rey en cuestiones religiosas e incluso justificó la legalidad de hacer guerra al papa si existiera causa justificada.

Obra publicada

Relectio de Sacramentis in genere, habita in Academia Salmanticensi (Salamanca, 1550)

Relectio de Poenitentia (Salamanca, 1550)

Tractado de la victoria de si mesmo (1550)

De Locis Theologicis libri duodecim (1563)

Parescer que dio por escrito el señor Obispo de Canarias sobre desmembrar de todas las iglesias la jurisdicción temporal y vasallos (s.a.). Zarco le llama: Si S.M. Majestad puede vender los vasallos de las Iglesias.

Relectionem de sacramentis in genere (Milán, 1580)

Obra inédita

De secta Jesuitarum

Annotationes in secundam secundae Partis Sancti Thomae (manuscritos en la biblioteca Vaticana)

Adversus Statutum Ecclesia Toletanae

Consultas de Estado a Felipe II

Censura al Catecismo Cristiano del arzobispo de Toledo D. Fr. Bartolomé de Miranda Carranza (Hay dos manuscritos, uno en el Archivo de Simancas y otro en la Academia de la Historia)

Imperfecciones que de sí mismo escribió, para no aceptar ser confesor de Felipe II.

Parescer dado a Felipe II sobre las diferencias con el papa Paulo IV

Bibliografía

José María Álvarez Martínez del Peral, “Conquenses ilustres”. El Día de Cuenca, 30-06 y 01-07-1927 / Fermín Caballero, Conquenses ilustres II: Vida del Ilustrísimo señor don Melchor Cano (Madrid, 1871; Cuenca, 1980, facsímil) / Enrique Domínguez Millán, “Regalo de Reyes”, La Tribuna de Cuenca, 07-01-2017, pp. 26-27 / S.I. Gutiérrez, Españoles en Trento. Prólogo de Joaquín Pérez Villanueva (Valladolid, 1951) / Dimas Pérez Ramírez, Fray Melchor Cano. Cuenca, 2009; Diputación Provincial, 124 pp. / Dimas Pérz Ramírez, “Tarancón es la patria de Melchor Cano”. Revista Cuenca, núm. 23-24, año 1984, pp. 95-128 / Julián Zarco Cuevas, Relaciones de Pueblos del Obispado de Cuenca. Cuenca, 1927. Imprenta del Seminario, II, pp. 263-264 /