Hay una algarabía de patos lanzando al aire sosegado de la tranquila mañana otoñal sus graznidos, si es que resulta lícito aplicar este término, propio de cuervos, gansos y similares, al simpático (aunque en ocasiones malhumorado) palmípedo que encuentra en la laguna de Talayuelas un hábitat generosamente apropiado. Están felices los gallipatos (realmente, así se llama la especie dominante en este paraje) cuando la generosidad de las lluvias encuentra su reflejo directo en el paralelo enriquecimiento de las corrientes fluviales y, de remate, en el nivel freático de la laguna. Y eso, el agua abundante, es bueno para todos los habitantes del mundo natural (también, claro, para el ser humano) pero muy en concreto para la barahúnda de aves llegadas hasta aquí cada temporada en busca de espacios para nidificar. Se pueden ver, en las épocas propicias para ello, el zampullín chico, el ánade real, el rascón común, la polla de agua, la focha común, la garza real, el pato cuchara, estos dos últimos proclives a pasar aquí toda la invernada, sin olvidar el grupo de paseriformes que nidifican en los pastizales inmediatos.
Hacia el sector nordeste de la provincia, allá donde Cuenca se orienta hacia tierras levantinas, la Laguna de Talayuelas forma un enclave realmente singular, un golpe de belleza y encanto en el corazón de un abrupto paraje serrano, donde surge este pequeño rincón (apenas 30 hectáreas ), señalado con preferente atención por las aves que la han elegido para su descanso en el habitual trasiego anual.
Talayuelas es un pueblo moderno, en el que la evolución urbanística ha sustituido las antiguas construcciones populares por una edificación contemporánea, envuelta por envidiables parajes naturales, como El Cañón o Las Callejuelas y en el que también se encuentra la atractiva ermita de San Antonio.
Pero lo que hoy nos cita aquí, en este repertorio viajero por la provincia de Cuenca, es la laguna de Talayuelas, un espacio ciertamente interesante, un humedal natural ayudado por la acción humana al bloquear la salida de las aguas y que tiene alrededor abundante vegetación hidrófila. Se trata de una laguna de origen endorreico, importante por sus particularidades hidroquímicas y geomorfológicas, que sirve de asiento a una valiosa población vegetal y animal. Los geólogos valoran de manera destacada la presencia de materiales del triásico que aparecen en los alrededores de la laguna, al considerar que este afloramiento es uno de los más importantes de la provincia de Cuenca. Tiene poca profundidad, variable además en función de las circunstancias ambientales, ya que se alimenta con aguas subterráneas y de lluvia.
No solo de animales voladores vive la laguna de Talayuelas, un interesante humedal natural enclavado en un espacio donde, aparentemente, no debería estar, pero lo está, formando en el mapa una deliciosa mancha azulada, circular, en un ambiente de poderoso roquedo, áspera textura, montaraces senderos envueltos por el rigor de la siempre austera Serranía. Aquí, el vibrar del viento trajo materiales de color rojo intenso que fue depositando con su fuerte contenido cuarcífero al que ayudó a fijarse una potente vegetación natural, dando así origen a una llamativa formación natural cruzada por espectaculares desfiladeros que recibió de los naturales del lugar el específico título de Plaza de Toros. Pues ahí, en el centro del redondel, al amparo de un círculo montañoso protector, se encuentra la laguna. En ella, si lo más llamativo (entre otras cosas, porque son ruidosos, aunque también abundan los silenciosos reptiles y anfibios) vienen a ser los animales, no es posible perder de vista, pues a la vista está, la generosa vegetación acuática, también dependiente de las aportaciones hidrológicas, que cuando es abundante se traduce en una explosión de juncales surgiendo en rodales anárquicamente distribuidos sobre la superficie líquida. Al norte de la laguna se encuentra un pinar sobre suelo arenoso al que se concede un gran valor florístico.
Es bellísima esta laguna de Talayuelas, un toque delicadamente sensible en ese ambiente aparentemente áspero, a escasos metros de la carretera nacional, de la que se esconde con tímida pulcritud, como si no quisiera ser vista de buenas a primeras. Para llegar a ella hay que buscarla, tomar un pequeño sendero a través del pinar y llegar al paraje señalado. Los naturales del pueblo (y de su aldea inmediata, Casillas de Ranera) lo conocen de sobra, como es lógico, pero permanece oculto a quienes siguen caminos marcados por el presuroso ir y venir característico de nuestra época.
Es, por decirlo con palabras asequibles que intentan reflejar el lenguaje oficial y científico, un pequeño enclave paradisiaco, un aporte de belleza y sensibilidad, que ha podido sobrevivir a los avatares de los tiempos y llegar hasta nosotros, para deleite de la humanidad sensible.
[La laguna de Talayuelas fue propuesta por el gobierno español como lugar de interés comunitario dentro del espacio Sierras de Talayuelas y Aliaguilla y declarada microrreserva natural por Decreto 17/2003, de 04-02-2003, de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha].
Cómo llegar
Por la carretera nacional N-330, entre Talayuelas y Casillas de Ranera, a la altura del kilómetro 223 sale a la izquierda una senda que en seguida se divide en tres; por cualquiera de ellos se llega a la laguna, aunque es recomendable el central. A una distancia de unos 600 metros se encuentra el paraje deseado.
Dónde dormir y comer
Pensión San Antonio. Príncipe de Asturias, 10; 969 363 115
La Casa Grande. Casa rural. Calle Real, 38, 618 070 268 / 618 495 681
Casa María Juliana. Casa rural. Alonso de Ojeda, 25. 610 833 594
En Casillas de Ranera:
Casa El Camino. Alojamiento rural. Castellanos, 2; 969 366 067
Restaurante Lactarius. Reyes Católicos, 28. 679 589 201