No basta con los buenos propósitos
Ya he escrito alguna vez (y no solo yo, como es natural: se trata de una idea ampliamente extendida) que la conservación del patrimonio edificado ofrece múltiples problemas, sobre todo por el considerable descuido acumulado durante no menos de dos o tres siglos en que semejante concepto no tenía ningún valor, por lo que se ha ido produciendo un progresivo deterioro que ahora, desde nuevas perspectivas y con mejores medios, se intenta resolver, pero es tanto el daño y tan considerables las necesidades que difícilmente se puede atender a todo. El resultado efectivo es que ya hay numerosos puntos de interés que vienen a ser prácticamente irrecuperables.
La mayor parte del esfuerzo restaurador o recuperador se está ejerciendo desde las instituciones, como sabemos por las noticias que repetidamente se nos ofrecen sobre este o aquel lugar. Por desgracia, la sociedad civil conquense tiene estructuras muy debilitadas y con escasa capacidad para desarrollar proyectos ambiciosos. Aquí no hay esas magníficas fundaciones que en otros sitios ejercen un eficaz mecenazgo en cuestiones que tienen que ver con la cultura y el patrimonio. Por eso resultó muy estimulante que hace unos años, en octubre de 2014 exactamente, se presentara
como proyecto piloto la intervención para recuperar la iglesia de Caracena del Valle, a cargo de la asociación SOS Patrimonio a través de un programa titulado “Recuperando y embelleciendo Cuenca”, con el que, precisamente, se buscaba conseguir la implicación de la sociedad civil en la recuperación, mejora y conservación del patrimonio monumental y medioambiental de la provincia.
Pasados tres años tan buenos propósitos han quedado en nada y la que en tiempos medievales debió ser hermosa iglesia románica de Caracena permanece hoy en la misma situación de abandono y deterioro que ya sufría cuando surgió esa iniciativa salvadora. Por si alguien no se orienta en cuanto a su ubicación, diré que se encuentra a la altura del kilómetro 15 de la carretera que comunica los Altos de Cabrejas con Huete. Ahí, a la izquierda, en esa dirección, sobre un leve altozano, apenas perceptible a simple vista, se encuentra el último resto de lo que fue una importante villa, que mereció ser sede de un marquesado que señoreaba estas tierras de la vega del río Mayor. Todo aquello pasó, el título señorial es una referencia nostálgica y el lugar quedó deshabitado y abandonado.
La obra exterior proclama su origen románico, visible en el ábside semicircular; de la portada no queda nada y la bóveda, hoy ya definitivamente en el suelo, puede adivinarse por el arranque de los arcos fajones. El interior debió ser reformado en el siglo XVIII, puesto que ofrecía una decoración muy relacionada con el rococó, de gran calidad ambiental y que seguramente respondió al último momento de esplendor del señorío que tuvo aquí su sede. Al producirse el desmantelamiento de la iglesia, el retablo barroco fue trasladado a Huete y la pila bautismal a Valdecolmenas de Abajo, donde se utiliza como fuente pública. La imagen de la virgen patronal se encuentra ahora en la catedral de Cuenca. La iglesia de Caracena del Valle es uno de los más visibles símbolos de hasta dónde puede conducir la dejadez y el abandono, que han sido constantes en estos últimos siglos, pero también de la dificultad de llevar a cabo intentos de recuperación, por lo menos ambiental, porque este mínimo, sencillo edificio, aún ruinoso, es un delicado hito colocado en un punto estratégico del melancólico paisaje alcarreño.
Lo digo con tristeza: hubiera estado muy bien que los bienintencionados propósitos de quienes hace unos años pensaron en aportar un valioso grano de arena a la recuperación de esta iglesia hubieran tenido fuerzas suficientes para llevarlo adelante. No ha sido así y ahora, volviendo a pasear entre la vegetación asalvajada que forma el piso del recinto, mientras sobre mi cabeza brilla diáfano el techo celestial lamento el olvido abandono de este pequeño, inocente, abandonado edificio.