Mira, encantamiento bajo cero
Hace tiempo que no me doy un paseo por Mira y me lo reprocho, porque es uno de los lugares más interesantes y atractivos de nuestra provincia, merecedor de una difusión mayor de la que tiene. Claro que mi autoreproche debería ser compartido por otros muchos ciudadanos que ni siquiera la han pisado una sola vez y a lo peor, incluso, encuentran alguna dificultad para localizar exactamente en qué punto de la geografía provincial se ubica este lugar que durante los últimos días ha conseguido repetida mención en los telediarios, gracias al mérito, no se si digno de alabanza (todo depende de según cómo se mire) de haber obtenido de manera sucesiva la mínima de temperatura nacional, en torno a diez grados bajo cero. Dato que, si bien se mira, es suficiente sólo con mencionarlo para que nos de un escalofrío a quienes, estando envueltos en la ola de frío que a todos afecta, no hemos llegado ni remotamente a esos niveles.
Aparentemente, no hay motivos especiales para que aquí se alcancen esas temperaturas extremas. Es cierto que el término municipal, uno de los mayores de la provincia (más de 200 kilómetros cuadrados) tiene un amplio sector muy abrupto, formado por una poderosa sierra en la que se alcanzan puntos de verdadera consideración, como el Monte Pelado (1419 metros), pero la villa matriz se encuentra a una altitud relativamente moderada, de solo 834 metros y por tanto no tan alta (y, presuntamente, no tan fría) como otros lugares bien conocidos de nuestra Serranía en los que son famosos y conocidos los datos sobre el temblor invernal. Pero como en estos tiempos que corren estamos inmersos, según se repite constantemente, en profundas alteraciones motivadas por el cambio climático, algo tendrán que ver en esta singular corriente de frescor que está dando notoriedad a la villa de Mira, supongo que para contento del vecindario, encantado de que todas las miradas se dirijan hacia allí, al menos por unos días y mientras el termómetro siga alcanzando esos niveles negativos.
Me uno al corro de los admiradores, aunque desde otro punto de vista. Mira posee uno de los más interesantes cascos antiguos de la Serranía conquense, vinculado a la parte más alta de la población, donde se mantiene con bastante rigor un trazado urbanístico y un conjunto de edificaciones de recio sabor tradicional. Destaca la traza urbana, con presencia de plazas esenciales, adarves históricos y notables ejemplos de arquitectura que traducen la morfología de la edificación serrana. Hay calles realmente atractivas, muy sugerentes, encantadoras en su propio trazado y por la edificación que se levanta en ellas. Este trazado urbano se complementa con una pavimentación rigurosa y la apertura de miradores apropiados para la contemplación de la vega, riquísima, formada por los cauces del Cabriel y del Turia, sin olvidar el propio río Mira, que en algunos puntos es llamado Ojos de Moya. A lo largo del recorrido urbano es interesante la dotación de puertas, ventanas y balcones de madera, que acentúan el carácter popular tradicional de la edificación, en la que destaca un espléndido edificio municipal. Todo ello se mantiene moderadamente en buen estado, a pesar de las sucesivas oleadas de modernización que siempre llegan a tiempo para poner en peligro el delicado equilibrio.
En todo ello medito mientras repaso mi colección de fotos de Mira para elegir una adecuada con la que acompañar este comentario mientras pienso que lo mejor es, desde luego, volver a ese maravilloso lugar, tan perdido y desconocido para el resto de los habitantes de la provincia.