Olvidados caminos de hierro
Los centenarios tienen la utilidad de recordarnos sucesos del pasado, generalmente olvidados o adormilados, que por ese cumpleaños singular vuelven a cobrar vigencia, al menos durante unos días o semanas, antes de volver a desaparecer sepultados en el magma de las prisas cotidianas, que con todo pueden. El año que terminó hace poco más de un mes se cumplieron cien del nacimiento de Manuel Real Alarcón pero entonces nadie tuvo interés alguno en recordarlo; este en el que estamos se cumplirán 500 del nacimiento de Julián Romero, no se sabe bien si en Huélamo o en Torrejoncillo del Rey, pero mientras en el primer pueblo sí parecen dispuestos a celebrarlo, en el segundo andan indecisos, por no decir desganados. Para el que viene, los fastos histórico-culturales se están preparando ya en Belmonte en torno al origen del primer marqués de Villena, Juan Fernández Pacheco, elemento verdaderamente singular en la historia de España pero de manera muy especial en la noble villa manchega que él contribuyó de manera muy destacada a embellecer y amurallar, con castillo incluido.
Pero de nada de eso quiero hablar ahora sino de lo que podríamos llamar centenarios al revés, es decir, el recuerdo de cosas que ocurrían en determinado momento del pasado y de pronto decae su interés, pasan a un segundo plano y en la práctica desaparecen del interés colectivo, sin razón aparente y ese hecho encierra una notable dificultad porque, naturalmente, no hay manera de conseguir el testimonio de quienes vivían entonces para obtener de ellos la explicación necesaria en torno a ese fenómeno. Tampoco ningún archivo recoge tal cosa, porque en esos lugares los documentos nos hablan e informan de cosas que suceden o se hacen, no de lo que deja de hacerse. De manera que una especie de estupor nos puede invadir al enfrentarnos a tales situaciones.
Ocurre con el tema del trazado (o trazados, en plural) del ferrocarril por la provincia de Cuenca, asunto activísimo durante buena parte del tramo final del siglo XIX, hasta que por fin el tren consiguió llegar a nuestra estación, en 1883; tras ello, se produce un parón que se activa a comienzos del XX, con una auténtica explosión de noticias, declaraciones y artículos dirigidos a activar el tema con nuevas orientaciones vinculadas a la conexión con Valencia, bien mediante la continuidad de la línea ya existente hasta Cuenca o con la incorporación de una nueva, la de un ferrocarril directo y electrificado que habría de comunicar la capital del reino con la levantina, pasando por aquí (una especie de antecedente del AVE, para entendernos, aunque con una diferencia considerable entre ambas propuestas). Pero, y aquí es donde recupero la línea argumental, esa preocupación decae de pronto y en poco tiempo llega a desaparecer por completo, como si el final de la guerra mundial, que se había producido por entonces, hiciera perder interés a esta línea férrea, en la que se habían puesto considerables esperanzas vinculadas a la economía y el progreso.
Por eso llamo a esta situación -y a otras parecidas- un centenario al revés, o sea, un momento histórico en el que desaparece un tema que había tenido extraordinaria vigencia e interés y que sin explicación aparente decae; quizá los impulsores se habían cansado, cosa que suele ocurrir después de mucho tiempo de insistir en lo mismo; quizá en la sociedad de la época aparecen otras preocupaciones y esta pasa a un segundo nivel; quizá se alcanza el convencimiento colectivo de la inutilidad del esfuerzo. Quien sabe lo que pasó por aquí hace cien años.
El ferrocarril reaparecerá bastantes lustros después, ahora ya centrado en el Cuenca-Utiel, hasta su definitiva entrada en servicio en 1947.