Repertorio de pueblos y lugares
No se cuántos concursos o juegos o clasificaciones hay (aparecen de vez en cuando) para establecer un listado de los pueblos más bonitos de España. Hay variantes y en vez de bonitos se utiliza cualquier otro término similar. Algunos medios los suelen sacar con relativa frecuencia. Se ve que es muy entretenido y, sin duda, durante algunos minutos proporcionan un inocente modo de pasar el tiempo. A veces, si hay por en medio una serie de TV, el pueblo en cuestión obtiene momentánea fama, que se traduce en una lluvia de visitantes que dura más o menos los capítulos de la serie. Hace años, un paisano hizo algo parecido, pero a lo grande, en un libro de amplio formato y magnífica presentación, lo cual es mucho decir teniendo en cuenta que estoy hablando del año 1990.
El libro en cuestión se llama Pueblos y lugares de España. Lo escribió y fotografió Carlos Flores, arquitecto que derivó su inicial vocación hacia la construcción por otra en la que llegó a ser un magnífico especialista y un gran divulgador: el estudio y la difusión de la historia de la arquitectura, con muy especial dedicación a la de carácter popular. Nacido en Ocaña, se radicó muy pronto en Cuenca con su familia y aquí vivió muchos años, conservándose su casa, en la Plaza de la Escuelas, hasta que definitivamente cambió de residencia. Fue uno de los miembros fundadores de la Real Academia Conquense de Artes y Letras; su última vinculación con Cuenca la mantuvo a través de una serie de artículos que publicada semanalmente en una revista, mediante aforismos de agudo contenido, un poco al estilo de las greguerías de Ramón Gómez de la Serna. Me he entretenido en trazar este breve apunte biográfico para recordar el nombre y la persona, teniendo en cuenta la facilidad del colectivo conquense para el olvido de personas y hechos.
Carlos Flores publicó muchos libros, algunos de ellos impresionantes, de contenido y de presentación. Como ya he dicho, las fotografías también son suyas; teniendo en cuenta que en esos volúmenes recorre la práctica totalidad de España, es fácil imaginar cómo de impresionante debe ser su archivo de imágenes. Se puede comprobar en el libro que da pie para este comentario y en el que realiza un exhaustivo recorrido por todo el territorio español, viendo y anotando las circunstancias más llamativas de cientos de lugares, los que atraen su atención no por la monumentalidad de algunos de sus edificios aislados, sino por el conjunto de la edificación si, básicamente, responde a los conceptos de la arquitectura popular, sobre la que dice que “resulta verdaderamente enigmático por qué esta clase de composición aparece normalmente llena de acierto mientras que sucede lo contrario en la otra clase de arquitectura, pensada y repensada sobre el tablero”, idea de fuerte contenido estético y filosófico que bien podría hacernos pensar.
He repasado ahora, una vez más, las hojas de este grueso volumen, que no ha perdido lozanía e interés a pesar del paso del tiempo, tan presuroso en nuestra época, que con inusitada rapidez arroja a las sombras del olvido cualquier tema. A lo largo de esas páginas van desfilando ejemplos de los pueblos blancos manchegos (Almodóvar del Pinar, La Almarcha, Belmonte, Mota del Cuervo, Castillo de Garcimuñoz, Uclés, el casco antiguo de Tarancón, especifica Flores, para que no haya duda), disfruta con los pueblos vinculados pertinazmente al paisaje que los rodea (Beteta, Valdemeca,, Uña, Buenache de la Sierra, del que destaca el valor de su imagen exterior, próxima y aérea, Cañizares, Cañamares, Las Majadas, Mira, Tragacete) y deja que su cámara, extraordinariamente eficaz a la vez que sensible, se deleite con pequeños detalles de Villar del Infantado, Palomera o Villar de Domingo García. Sin necesidad de listas o concursos, Carlos Flores nos ofrece ahí un precioso repertorio de lugares a los que merece la pena ir.