Mirar más allá del ombligo propio
En el corto espacio de unos días hemos podido oír (o leer, que puede ser lo mismo) declaraciones procedentes de distintas fuentes y que exponen pensamientos contradictorios entre sí sobre un mismo tema, lo que viene a demostrar, según mi valoración, que nos movemos en un terreno resbaladizo en el que proliferan más las dudas que las certezas. Y eso, que puede ser bueno, en líneas generales, no lo es tanto si se traduce en situaciones de desconcierto, en un no saber qué hacer ni hacia qué camino dirigir los pasos. Esa duda sistemática no es favorable.
Dice Roberto Polo, que parece haber resucitado después de casi un año de permanecer silencioso, como si se hubiera apagado el asunto de su colección artística, que tanto juego dio antaño, que “hay que internacionalizar Cuenca” para que sea un foco de atracción hacia el turismo de otros países. Mientras el coleccionista cubano hacía esa observación, otros portavoces municipales venían a decir exactamente lo contrario, enfatizando la importancia de potenciar los grupos locales hasta llegar a insinuar, sin decirlo claramente, que esa debería ser la prioridad a tener en cuenta.
Los planteamientos maximalistas siempre producen desajustes. No hay por qué obligar a nadie a elegir entre una cosa u otra. El acierto del buen gobierno reside en conseguir aunar cuestiones dispares a partir del principio de concordancia de propuestas para así ofrecer un abanico amplio de posibilidades. Prestar atención y ayudar a los grupos artísticos locales, generalmente en situación precaria de medios, es algo muy loable, pero ello no debería traducirse, ni hay por qué, en una reducción de la oferta de espectáculos de primera categoría, que no solo animen al personal propio, nosotros, ciudadanos de Cuenca, sino que pueda servir de atracción para otras muchas personas de las que habitualmente ya son visitantes de esta ciudad y que, además de ver rocas y comer morteruelo, serían felices teniendo al alcance de la mano un buen espectáculo.
Para confirmar lo que digo basta con echar una mirada hacia atrás y ver lo que sucedía en Cuenca hace 20 años, durante el invierno, es decir, sin tener en cuenta las ofertas de las fiestas de San Julián, sino en la temporada normal. Por aquí pasaron entonces Michael Nyman, Manolo Sanlúcar, The Golden Gate Quartet, Kiko Veneno, Juan Perro, Vicente Amigo, Manolo Tena, Milladoiro, Joan Manuel Serrat, Vicente Amigo, Elvis Costello, Madredeus, Les Luthiers, Chano Domínguez, Victoria de los Ángeles, Pablo Guerrero, Carlos Cano, Franco Batiato, Clara Montes, Pastora Soler, Wim Mertens, Luis Eduardo Aute, Bunbury, Georges Moustaki, Amancio Prada, Tete Montolíu, Pedro Iturralde, Kepa Junquera, Michel Camilo, Carlos Núñez, Ainhoa Arteta, Paloma San Basilio, Lindsay Kemp, Amaral, Jarcha, Barbara Hendricks… y no sigo porque se me va acabando el espacio y se amontonan los nombres pendientes.
No creo que cualquier tiempo pasado fuera mejor, solo diferente, pero también considero que es inoportuno retroceder, porque la existencia humana se orienta siempre hacia delante, progresando, avanzando, mejorando. Y quizá en estos momentos deberíamos plantearnos (deberían hacerlo quienes tienen capacidad y potestad para tomar decisiones) si es conveniente ir hacia atrás, encerrarnos en nuestro caparazón localista y provinciano, renunciando a esa vertiente amplia, que se abre al mundo y que también nos permite, a esta ciudad, estar presente en lo que al resto del mundo interesa. Eso pasa, desde luego, por saber cuáles son los ingredientes que se pueden ofrecer para que funcione el turismo, el único sector económico que aquí parece contar con algo de dinamismo. Y ahí sí, coincido con el señor Polo, en que Cuenca necesita un brochazo de internacionalización cultural. Por nosotros y por los demás.