Valdivieso, Miguel

N. Mazarrón, Murcia 1894 / Madrid 1966

Empleado del servicio de Correos, en 1947 llegó a Tarancón y en 1949 a Cuenca, víctima de un proceso de depuración política tras la guerra civil que le sancionó con residir lejos de su ciudad natal. Gracias a este incidente, Cuenca pudo contar durante varios años con la presencia de una de las personalidades más interesantes (y poco conocidas) surgidas en aquella conflictiva época. Valdivieso acertó a integrarse en plenitud en los círculos culturales de aquel momento en la ciudad: la tertulia del Colón, encabezada por González Ruano y la revista El Molino de Papel, en cuyo nacimiento fundacional tomó parte como uno de los cuatro promotores de la idea. Su editor, Carlos de la Rica, traza de él el retrato de un hombre tímido y retraído: “Menudo, disuasivo, incisivo, con los pies de algodón, sin ruido” y le define como “sabio, con sabiduría a chorro de verso, tan callado y circunspecto, apuntalando respuestas, buscando cobertizo” a la vez que le señala como ”asombroso ejemplo de humildad literaria, se resiste y resiste a publicar sus versos en libro” y sólo unos meses antes de morir le envió el original de Destrucción de la luz, que no llegó a ver impreso en vida. Un par de años más tarde, el mismo De la Rica daría a la luz pública un espléndido volumen póstumo con la Obra completa de Valdivieso (Carboneras de Guadazaón, 1968), un extraordinario poeta que formó parte de un momento muy destacado de la cultura conquense, en la que dejó una honda huella de bonhomía y elegancia poética. Su obra mereció cálidos elogios de poetas como Jorge Guillén (con quien mantuvo una firme amistad) y que aporta al libro una luminosa introducción, digna de ser leída por sí misma, pero ha quedado sepultada en el injusto olvido de aquello que no recibe en su momento el marchamo de la moda y el éxito. En la edición antológica de El Molino de Papel, sus autores, Hilario Priego y José Antonio Silva, le califican como ”poeta muy exigente consigo mismo, de precisa sobriedad y de gran riqueza formal”. El ya citado Jorge Guillén comenta que Valdivieso “como tantos hispanos, se formó intelectualmente sin maestros de cátedra: academia de lectura y conversación. La poesía española, toda la poesía española, le asienta su tradición, y muy viva. Por los años 20, el Siglo de Oro –nunca mero museo- se otea como un fondo no lejano de la poesía contemporánea, y con función de estímulo para otras creaciones”.

Durante su estancia en Cuenca, Valdivieso se integró en el cenáculo de intelectuales y literatos que entonces formaron un foco fecundo de interés preocupado por la ciudad, procurando vivir discretamente su papel de exiliado forzoso que, a pesar de todo, encontró aquí un clima liberal al que supo acomodarse hasta que, de la misma manera silenciosa y discreta, la abandonó sin dejar tras sí apenas que un rastro de voluntariosa dedicación a la poesía.

Bibliografía

     Carlos de la Rica, “Miguel Valdivieso, la expresión de Cuenca”.Revista Cuenca, núm. 11, primer semestre 1977.

     — “Viaje por Miguel Valdivieso”. Diario de Cuenca, 15-11-1977.

Valdivieso, Miguel - Dibujo de Lorenzo Goñi