Sigea de Velasco, Luisa

N. Tarancón h. 1526/1530 / M. Burgos 13-10-1560

            Hija de Diego Sigeo, originario de Francia aunque seguramente nació en España -puesto que él mismo se autodenomina «toledano»- y de una taranconera, Francisca de Velasco, mostró muy pronto una especial habilidad para las lenguas clásicas. En este hecho se nota indudablemente la influencia de su padre, que había estudiado en Alcalá con Nebrija y fue autor de un libro, De ratione accenttuum, commatum (Lisboa, 1560);  directo educador de sus dos hijas, Ángela y Luisa, éstas crecieron en un ambiente culto, en el que tenían lugar de honor los contenidos humanísticos. El padre, criado de María Pacheco, viuda del lider comunero Juan Padilla, la acompañó a su destierro en Portugal. Luisa hizo sus primeros estudios en Tarancón, ciudad en la que residió hasta los 12 o 16 años, mostrando pronto una habilidad especial para la adquisición de lengua clásicas, llegando a escribir y leer con toda perfección el latín, griego y hebreo (mientras, su hermana tuvo una especial disposición para el arte musical). A estos saberes incorporó amplios conocimientos de filosofía y oratoria, de modo que llegó a poseer una amplia cultura, inhabitual en las mujeres de su época, y que completó cuando su padre fue nombrado preceptor del duque de Braganza en 1542, por lo que la familia fijó su residencia en Lisboa. Luisa, ya mujer, estuvo al servicio de los reyes de Portugal (en especial al de su hija, la infanta María) en un momento en que la corte lusa brillaba por su interés hacia las letras y el arte, y luego de la reina Isabel, esposa de Felipe II. Durante ese periodo completó su ya amplia cultura con la adquisición de otros idiomas, como el italiano, el francés y el árabe a la vez que exponía sus primeros arranques literarios. Se cuenca, entre la certeza y la anécdota, que en 1540 envió una carta al papa Paulo III acompañándola de unas composiciones poéticas que llamó “Flores de mi ingenio”, que se hicieron públicas y fueron muy elogiadas.

En 1552 la familia se trasladó a Santarem y tres años después, en 1555, al contraer matrimonio con un hidalgo burgalés, Francisco de la Cueva, abandonó Portugal para instalarse en Tordesillas, donde el caballero estaba al servicio de Juana la Loca y, al fallecimiento de ésta, en Burgos y luego en Valladolid un periodo en que, se cuenta, sentía una amarga añoranza de sus años cortesanos, actividad que pudo recuperar al entrar al servicio de la reina viuda María de Hungría, hermana de Carlos I, exiliada en Valladolid, a cuyo lado estuvo hasta su muerte en 1558. Mientras, ha fallecido el padre, Diego Sigeo, que es enterrado en el Carmen de Torres Novas y también ha nacido Juana (1557), la única hija de Luisa. Sin embargo, no fue feliz la vida de Luisa Sigea a partir de entonces, conociendo diversas amarguras familiares, incluyendo la pobreza (el caballero de la Cueva es un buen ejemplo del hidalgo castellano sin medios de subsistencia ni ánimo de trabajar en oficios productivos), lo que la hizo pedir ayuda a Felipe II, sin encontrarla. El matrimonio pretendía que Luisa entrase en la corte como dama de compañía de Isabel de Valois, la tercera esposa del rey, pero no hubo respuesta del poderoso monarca, lo que entristeció profundamente a la poetisa taranconera. Quizá por eso Gracián Dantisco pudo decir que había ”muerto de sentimiento”, mientras que Zarco resume la situación diciendo: “Lloránla los poetas y hombres doctos de su época como a gloria no ya española sino del orbe, prematuramente arrebatada a las letras”. Tenía en ese momento alrededor de 30 años y fue enterrada en un lugar hoy desconocido aunque sí se conserva el texto latino del epitafio que le dedicó su marido. A pesar de las dificultades materiales, Luisa Sigea continuó escribiendo hasta el último momento de su vida, como recoge la profesora Martín Tordesillas al reproducir el testimonio del arcediano de Alcor, que escribe en 1556 y destaca que “las cargas del matrimonio no la ympiden el noble exercicio de las Letras”. Dejó escritas varias obras, aunque parece que sólo una llegó a ser impresa, alcanzando especial fama. Se trata del poema Syntra (Paris, 1556), escrito en dísticos latinos, del que existe una muy notable versión en castellano debida a Menéndez Pelayo, quien sin embargo no juzga con entusiasmo a la poetisa: “La descripción es algo vaga y no libre de reminiscencias bucólicas, pero elegante. El sentimiento de la naturaleza es verdadero, aunque no profundo. Aquella saudosa Cintra está descrita por nuestra poetisa con exactitud, pero con poco enérgico colorido”. El poema está inspirado en los paisajes que se encontraban alrededor de las residencias reales. La primera edición de la obra se debe a Francisco Cerdá y Rico, en sus Clarorum hispanorum opuscula selecta et rariora tum latina, tum hispana magna ex parte nunc primum in lucem edita (Madrid: Antonio de Sancha, 1781).

Antes de esa obra, por la que realmente ha pasado a la fama literaria, escribió un opúsculo titulado Dialogus de differentia vitae rusticae et urbanae o Colloquium havitum apud villam inter Flamminia Romanam et Blesillam Senensem, que se corresponde con la temática tan habitual de contraponer las delicias de la vida rural con las tensiones e inconvenientes de las ciudades, y que adopta el estilo dialogado, mediante la conversación entre dos amigas que debaten sobre las diferencias de una y otra forma de vivir.

            Además de estas dos obras, otros poemas debidos a la pluma de Luisa Sigea aparecen publicados en distintos volúmenes, aunque se ha perdido gran parte de su obra. Se conocen cuatro en castellano y otros cuatro en latín; las primeras, dirigidas a “un señor” desconocido y las otras cuatro al papa, al rey Felipe II, al preceptor del príncipe Carlos y a su sobrino Francisco Pérez. Así, Manuel Serrano y Sanz insertó dos, Poesías latinas. Poesías castellanas en su obra colectiva Apuntes para una Biblioteca de Escritoras Españolas (Madrid, 1905). Varias Epístolas latinas de Luisa Sigea aparecen en Aloysia Sygea, de M.P. Allut, publicada a mediados del siglo XIX; Clarorum Hispaniensium epistolae ineditae, editadas por Adolfo Bonilla y San Martín; Cartas españolas, en edición de Serrano y Sanz y en versión del mismo, Duarum virginum colloquium de vita aulica et privata, en el que desarrolla un tema muy propio de su época, el hastío y la desilusión que provocan la cómoda vida palaciega.

Por otro lado, la figura de Luisa Sigea ha sido objeto de atención para otras obras que, de manera directa o indirecta, la toman como protagonista: La Sigea, de Carolina Coronado (Madrid, 1854)

El nombre de Luisa Sigea fue utilizado por Nicholas Chorier para la escritura de un libro erótico titulado La Academia de las Damas llamada Sátira sotádica de Luisa Sigea sobre los arcanos del amor y de Venus”, compuesta en seis coloquios titulados a su vez: “La escaramuza”, “El amor como en Lesbos”, “Anatomía”, “El combate nupcial”, “Historias de lascivia” y “Figuras y maneras”, del que se hizo en castellano una primera edición por Joaquín López Barbadillo y de la que hay una incompleta edición facsímil en Akal, 1978, sin comentarios, ni notas de ningún tipo.

Su hermana Angela gozó igualmente de fama por su cultura y talento musical. Basándose en su vida escribió la romántica Carolina Coronado «La Sigea»

Bibliografía

ÁLVAREZ MARTÍNEZ DEL PERAL, José María: “Conquenses ilustres”. El Día de Cuenca, 10 y 12-04-1927.

ALVES, Ana María: «Comunicazione e silenzio in un dialogo umanistico. A propósito di Luisa Sigea», en Davide Bigalli y Guido Canziani (eds.), Il dialogo filosófico nel’500 europeo. Actas del Convegno internazionale di Studio; Milán, 28-30 mayo 1987. Milán, 1990, Ed. Franco Angeli.

AMORES PÉREZ, Raúl: Biografía de Luisa Sigea Toledana. Una taranconera del siglo XVI en la corte portuguesa y española, in Seminario de Estudios Medievales y Renacentistas (SEMYR).

GARCÍA RAMILA, Ismael: Nuevas e interesantes noticias, basadas en fe documental, sobre la vida y descendencia familiar burgalesa de la famosa humanista, Luisa de Sigea, la «Minerva» de los renacentistas, in Boletín de la Institución Fernán González, XXXVIII, 144 (1958), pp. 309-321; XXXVIII, 145 (1959), pp. 465-492; XXXVIII, 147 (1959), pp. 565-593;

PÉREZ PRIEGO, Miguel Ángel. (coord.): Melchor Cano y Luisa Sigea. Dos figuras del Renacimiento español. Tarancón: Ayuntamiento /Centro Asociado de la UNED, 2008, pp. 167-265.

ZARCO CUEVAS, Julián: Relaciones de Pueblos del Obispado de Cuenca. Cuenca, 1927. Imprenta del Seminario, II, pp. 293-294