PÉREZ PÉREZ, Antonio

Sigüenza (Guadalajara), 13-06-1934 / Cuenca, 24-12-2024

Personaje inclasificable (escritor, editor, librero, coleccionista de arte, catalizador de iniciativas culturales), era el menor de 12 hermanos en el seno de una familia acomodada. Pronto decide emprender rumbos fuera de su lugar natal, afincándose en Madrid (1952) para estudiar Filosofía y Letras. En la capital tiene sus primeros contactos artísticos (Francisco Mateos, José A. Gaya Nuño) y con personalidades literarias (Pío Baroja, Vicente Aleixandre). En 1954 publica su primer poema en la revista El Pájaro de Paja y al año siguiente otro en Aldebarán, afición que comparte desde entonces con la de andar incansablemente, como hizo por aquellos años recorriendo España entre sus ríos (“Anda-ríos” le llamó Juan Marsé). En una de esas expediciones, siguiendo el curso del Tajo, en 1957 llega por primera vez a Cuenca, donde conoce a Manolo Millares y Antonio Saura, con los que entabla amistad a la vez que son los pilares de su colección artística; una deuda personal que siempre ha reconocido y que proclama en cada declaración. El propio Saura se encargó de hacer un inventario de los primeros objetos curiosos que vio en la casa familiar de Sigüenza, recogidos por Antonio Pérez. Poco después viaja a Paris y decide instalarse en la capital francesa, en la que vivió hasta 1975 y en la que publica su primer libro de poemas, Verso sin pan, verso perdido e ingresa en el PCE (1959).

En ese periodo participa en 1961 en la fundación de la editorial Ruedo Ibérico, impulsada por José Martínez, en la que Antonio Pérez asumió las secciones de poesía y novela, publicando las antologías España canta a Cuba, Versos para Antonio Machado y los Episodios Nacionales, de Gabriel Celaya. Trabaja en varias imprentas y como traductor y luego en la librería “La joie de lire de Maspero”, vive en directo los acontecimientos de mayo de 1968 experiencias que, junto a las anteriores, le permite conocer a gran cantidad de artistas y escritores hasta su regreso a España en 1975, afincándose en Cuenca, donde adquiere una casa en la calle de San Pedro, frente a la de Antonio Saura, con quien ya tenía una fuerte amistad, y atraído por el ambiente de inquietud cultural que se respiraba en la ciudad. En principio, su objetivo era venir a Cuenca en las épocas de vacaciones, pero el cierre de la librería francesa en la que trabajaba en esos momentos, le animó a realizar el traslado “con una colección de obras y de libros que llenaban dos contenedores” que formaron el núcleo básico de su colección, que situó inicialmente en su propia casa.

En 1978 crea la editorial Antojos, dedicada a libros-arte, que se inicia con Responsos, textos de José Miguel Ullán y serigrafías de Antonio Saura, con la que consigue mezclar y combinar sus dos grandes aficiones: el arte y la literatura. El 8 de marzo de 1992 quedó abierta en la Sala Carmelitas una exposición que recogía toda la obra gráfica utilizada en los 14 títulos publicados hasta ese momento y que fue, en buena medida, la carta de presentación pública de Antonio Pérez. Para entonces, ya había convertido su casa de la calle de San Pedro en una biblioteca-museo que ocupaba los cuatro pisos del inmueble con estanterías de libros y cuadros apilados en las paredes. Delante fue colocando, con singular mimo y cuidado, su particular universo de objetos encontrados, perdidos o abandonados por cualquiera en cualquier parte, que él fue recogiendo de manera cuidadosa y que, tras limpiarlos, convertía en auténticos objetos artísticos.

 En diciembre de 1994 ofrece en el Círculo de Bellas Artes de Madrid una sorprendente, curiosa y magnífica exposición de objetos encontrados por ahí, en rincones urbanos o senderos rurales que había ido reuniendo durante toda su vida. Y así se bautizó la muestra, «El objeto encontrado», que en 1997 se repitió en Valencia, Huesca y Teruel. Sobre esta singular colección, el comisario de la exposición en el Círculo de Bellas Artes, Eusebio Lázaro, escribió: “El mundo de Antonio Pérez, su insólita y extremada dedicación a poetizar el mundo del objeto encontrado, descubriéndolo como objeto artístico, ha conseguido alejarme momentáneamente de mi quehacer y me ha inducido a propiciar una exposición que mostrara ese largo y genial correlato del arte de nuestra época que es la colección de Antonio Pérez a través del objeto dotado de cierto poder evocador, como elemento mágico o como signo y metáfora de una realidad representada, ordenada en el espacio para ser mirada”.

La Fundación Antonio Pérez es un espacio expositivo singular, moderno y dinámico [Foto José Luis Muñoz]

En ese año 1997 llegó a un eficaz acuerdo con la Diputación de Cuenca para ceder todas sus posesiones de obra pictórica, gráfica y bibliográfica, a través de una Fundación que llevaría su propio nombre y que quedó instalada de manera permanente en el edificio de Carmelitas, adquirido por la institución provincial tras habilitar otro nuevo convento para las monjas. El acuerdo alcanzado era de contenido simple: Antonio Pérez cedía a la institución provincial conquense toda su colección de obras de arte, objetos, revistas y libros recibiendo a cambio un sueldo mensual durante toda su vida, cantidad que a su vez continuaría invirtiendo en nuevas obras que seguidamente cedería a la Fundación.

La nueva Fundación quedó abierta el 4 de abril de 1998 y además de la colección expuesta de forma permanente, se convirtió en un singular impulsor de actividades artísticas y culturales al organizarse desde ella una serie de exposiciones itinerantes por la provincia. El contenido de la Fundación está integrado por su colección artística personal (pinturas, dibujos, obra gráfica y objetos encontrados) más una biblioteca especializada en arte y formada por miles de libros.

A partir de ese acto inicial, en el que la FAP compartía el espacio de Carmelitas con la UIMP, la Fundación fue ampliando su territorio expositivo hasta llegar a ocupar la totalidad del inmenso inmueble conventual, mediante sucesivas obras de adaptación, con las que fue habilitando espacios monográficos, siempre bajo la dirección de Antonio Pérez, dotado de manera singular para el difícil arte de la escenografía mediante una sabia combinación de criterios artísticos con otros didácticos y valorando siempre el espectáculo, que lo ofrecido visualmente fuera lo más atractivo posible, lejos de los conceptos museísticos tradicionales. De ese modo ha conseguido que un recorrido por la Fundación sea no solo artísticamente interesante, sino una experiencia muy divertida.

Una vez consolidado el Centro expositivo de Cuenca, convenció a la Diputación Provincial para abrir otro en San Clemente, especializado en Obra Gráfica (2006) y uno más en Huete, dedicado a la Fotografía (2015). Sin embargo, no pudo prosperar el que probablemente hubiera sido su obra más querida, el Museo del Objeto Encontrado, que se abrió inicialmente en San Clemente y fue clausurado en 2012 por decisión del Ayuntamiento de esta villa que prefirió dedicar el espacio ocupado a un Museo de arte navideño. Completó este circuito creativo con la apertura en 2023 del Centro de Arte La Plazuela, en su ciudad natal, Sigüenza, como subsede de la Fundación Antonio Pérez.

Recibió la medalla Cuenca Patrimonio de la Humanidad (1997) y la medalla de oro del Patronato Universitario Cardenal Gil de Albornoz. El 01-04-2006 fue elegido castellano-manchego del año por la provincia de Guadalajara, distinción que recibió el 26 de mayo en Madrid. El 31 de mayo de 2017 recibió el diploma que la acredita como Hijo predilecto de Castilla-La Mancha en el acto del Día de la Región celebrado en el Teatro-Auditorio de Cuenca. En 2018 recibió el nombramiento de Hijo Predilecto de Guadalajara y en 2019 el de Hijo adoptivo de Cuenca. Tres años después, el Ayuntamiento de Cuenca bautizó con el nombre de Antonio Pérez el Rincón que se forma en bajada desde la Plaza del Trabuco a la Ronda de Julián Romero.

Persona de vida solitaria, sin pareja ni descendencia estaba dotado de una extraordinaria capacidad natural para la comunicación verbal, que ejercía de manera constante, manteniendo conversaciones, tertulias y coloquios en los que siempre aportaba su amplio conocimiento de la realidad artística del momento. Lector incansable de libros, periódicos y revistas, en ellos encontraba la información que le permitía estar al día de la evolución cultural de nuestro tiempo, conocimiento que completaba con periódicos viajes a París. Esa capacidad natural para las relaciones sociales encontraba un ámbito singular en el casco antiguo de Cuenca, donde era un vecino extraordinariamente popular. En ese ejercicio de relaciones públicas hay que dedicar un apartado a sus amistades de siempre, a las que consiguió  vincular a Cuenca mediante sus constantes visitas. En el repertorio se incluye, en primer lugar, su sobrino Alberto Pérez, singular cantante de La Mandrágora, su propio hermano, Pedro Pérez, dentista de prestigio, el pianista Ramón Chao, el compositor José Luis Turina, la pianista Cristina Bruno, el escritor Juan Marsé y, por supuesto, Antonio Saura, de quien fue una especie de embajador plenipotenciario en Cuenca. Y, desde luego, Manolo Millares, amistad profunda prolongada luego en la viuda del artista, Elvirieta Escobio.

Antonio Pérez murió en la Nochebuena de 2024 y fue incinerado al día siguiente, Navidad. Había dejado establecido que debería ser un acto íntimo y sin alharacas ni discursos, con una sola condición. El pequeño grupo de amigos que asistió a la ceremonia sintió una conmovida emoción cuando al entrar el féretro en el horno crematorio en el silencio de la sala se oyó la voz de Edith Piaf cantando La vie en rose, y esa melodía, elegida por él mismo, acompañó a Antonio Pérez en su viaje definitivo.

Una de las aportaciones singulares más importantes realizadas por Antonio Pérez al mundo de la Cultura fue la edición de la colección Antojos, formada por los siguientes títulos:

Responsos, de José Miguel Ullán y Antonio Saura (1978)

Tomilleros, de Antonio Pérez y Bonifacio Alfonso (1979)

El crimen de Cuenca, de Julio Caro Baroja y Equipo Crónica (1980)

Episodi, de Albert Ràfols Casamada (1981)

Espacios, de Víctor Gómez Pin y Luis Gordillo (1982)

Campo de estrellas, de José Luis Jover y Fernando Zóbel (1983)

Del tres i el no res, de Magda Bosch y Josep Guinovart (1984)

Hojas sueltas, de Antonio Guerra dos Campos (seudónimo de Antonio Pérez) y Joan Hernández Pijoan (1985)

Still-Life, de Antonio Saura y Manuel Valdés (1986)

La frontera del yo, de Juan Benet y Alfonso Fraile (1987)

Levantar los ojos, de Fernando Savater y Javier Pagola (1988)

El trencadizo, de Félix de Azúa y Rafael Canogar (1989)

El resplandor, de Andrés Sánchez Robayna y Vicente Rojo (1990)

Hocinos, de Andrés Trapiello y Julián Grau Santos (1991)

La lectura, de Manuel Vicent y Alfredo Alcaín (1995)

Fetiches, de Horacio Fernández y Simeón Sáiz (1996)

Referencias: Clara Acebes, “Antonio Pérez, editor de Antojos, una colección que se cotiza y vende como obra de arte”. La Ciudad, núm. 1, noviembre 1992, p. 20 / Gorka Díez, reportaje en Las Noticias de Cuenca, 29/11-05-12-2013 / Carlos Martínez Osma, “Antonio Pérez, el amigo de enfrente”. La Tribuna de Cuenca, 28-07-2008, pp. 12-16 / José Luis Muñoz, “El quinto antojo de Antonio Pérez”. Diario de Cuenca, 01-07-1982 / José Luis Muñoz, “Superviviente de un tiempo nostálgico”. La Tribuna de Cuenca, 19-10-2019, p. 5 / José Miguel Ullán, “Antonio Pérez o la alegría de leer”. El País, 27-06-1982.