FEDERICO MUELAS PÉREZ
Cuenca 07-10-1909 / Madrid 25-11-1974
Federico Muelas Pérez nació en Cuenca, en un edificio que ya no existe, en la calle de San Juan, inmediata a la fuente del Escardillo, lugar que habría de ser referencia constante en su obra y en esta ciudad pasó los primeros años de su vida, jugando y estudiando en el viejo instituto de Bachillerato situado junto al puente de la Trinidad, hasta que tuvo que trasladarse a Madrid para realizar estudios superiores, inicialmente los de Medicina, que abandonó de inmediato a causa de los problemas de visión que habrían de acompañarle el resto de su vida y que cambió por los de Derecho, licenciatura que obtuvo durante la República y a la que añadió después la de Farmacia.
Desde su juventud, todavía incardinado en la ciudad conquense, mostró signos inequívocos de una inquietud literaria y poética que habría de ser parte consustancial y definitiva de toda su vida. Colaborador de periódicos y revistas, su nombre aparece ya en La Gaceta Literaria del vanguardista Giménez Caballero y funda en Cuenca, en 1935, la tertulia de «El Bergantín de la Vela Roja». Durante la República y a través del programa de difusión cultural Misiones Pedagógicas recorrió pueblos con su teatro de guiñol “La cometa” mientras escribe incansablemente páginas que quedan inéditas, salvo las que encuentran acogida en los periódicos y revistas. Son especialmente significativos dos artículos, de exaltado tono revolucionario, aparecidos en el semanario local Heraldo de Cuenca, uno de ellos tras el asesinato de García Lorca. Sin embargo, el régimen republicano represalió a su familia, de profundo arraigo religioso, llegando al extremo de cesar a su padre, jefe de telégrafos en la provincia, un hecho que le afectó profundamente y que se encuentra en la base de su radical alineación con el sector triunfante en la guerra civil.
Al término de la contienda, por inspiración de Dionisio Ridruejo, se hace cargo de los mecanismos de propaganda del nuevo régimen en Cuenca y lanza la hoja Cara al sol, que publica un solo número y a continuación dirige Unidad, un diario de inspiración falangista que pervive durante dos meses. Realmente, la política y la actividad derivada de ella le interesan poco y salvo estos iniciales destellos, su vinculación con el Movimiento no pasará de ejercicios rutinarios, sin especial trascendencia. Influido ideológicamente por las personalidades señeras del régimen, como Ernesto Giménez Caballero o Dionisio Ridruejo también buscó inspiración en otras cuyo pensamiento fue de enorme importancia en la España de la postguerra, como Ortega y Gasset.
Siempre hizo moderada fe de profesión falangista, con no disimulada vocación hacia la figura de José Antonio Primo de Rivera, alimentado por ideas utópicas sobre el imperio o la grandeza de una España universal, si bien es preciso señalar que nunca gozó de puesto alguno, político o administrativo, en la estructura del régimen. De hecho, fue sometido a un expediente de investigación por existir dudas en el estamento oficial sobre la autenticidad de su fidelidad al sistema.

Fija su estancia en Madrid, abre farmacia en la calle Gravina, ingresa como colaborador en el ministerio de Información y Turismo y entra ya con firmeza en los ambientes literarios para empezar a conocer y tratar a la práctica totalidad de figuras intelectuales de la época, como César González Ruano, que intentará adscribirlo al grupo “Juventud creadora”. Colabora en La estafeta literaria, El Escorial, Vértice, Garcilaso (por ello, en un momento y durante cierta época, se le pudo adscribir al grupo de los garcilasistas), participa en «Alforjas para la Poesía», es conferenciante y juglar en juegos poéticos, hasta dar forma, con Ángel Crespo y Gabino Alejando Carriedo a la revista El pájaro de paja, una audaz propuesta vinculada a la vanguardia poética.
Dotado de una singular capacidad para la expresión verbal, en las tertulias encontrará pronto un fácil acomodo. Además de participar en varias de las más conocidas entonces, promueve una propia, en su botica, a la que denominó “El Ateneo” y a la que asisten José García Nieto, Camilo José Cela, Rafael Sánchez Mazas, Pedro Toral y otras figuras destacadas. Su actividad literaria incansable y multiforme le lleva, en algunos casos como director o redactor jefe, a las revistas Haz, Medina, Juventud, La Hora, Ediciones de Estudiantes Españoles, etc., mientras colabora en Radio Nacional de España aportando una lúcida visión de la actividad literaria del momento. Como articulista su trabajo se desarrolló en multitud de medios informativos: Arriba, medio centenar de colaboraciones en ABC, varios artículos en Pueblo, otros en la desaparecida revista SP, lecturas en Radio Nacional de España, colaboraciones en La Vanguardia, Fotos, Blanco y Negro, Life, Oggi, Journal de Voyages y un casi inagotable etcétera, en el que hay que hacer un hueco de excepcional valor para sus artículos publicados en Ofensiva-Diario de Cuenca, todos ellos sobre temas conquenses, unos laudatorios, otros tremendamente imaginativos, muchos con un fuerte contenido crítico, en defensa siempre del patrimonio cultural que el escritor veía como fundamento esencial en la recuperación del dinamismo y el futuro de Cuenca.
Conferenciante, recitador, pregonero, recorrió media España (o quizá España entera) llevando versos y palabras. Orador incontenible e incansable, era capaz de sostener él sólo una tertulia, en la que podía aportar un verbo fluido e ingenioso, anécdotas sin cuento y sabiduría a raudales, sin que faltara el puntillazo divertido y en no pocas ocasiones malévolo, lo mismo sobre asuntos literarios que sobre vidas ajenas.
Ocupado con esa incansable actividad, dilata el momento de dar a la imprenta su primera obra impresa como libro. Al fin lo hace, en 1959, con Apenas esto, que refleja la existencia de un poeta de hondo sentimiento y fácil capacidad para la versificación. En adelante, alternará todos los géneros, tanto en verso como en prosa, hasta concluir con una obra no excesivamente prolífica ni homogénea, en la que se insertan varios títulos de enorme brillantez. Tangencialmente, participó en la escritura de varios guiones cinematográficos, actividad en la que obtuvo el Premio Nacional en 1961, antes de que se le concediera el Premio Nacional de Poesía (1964). Obtuvo además el Larragoiti (convocado por la Real Academia Española de la Lengua), Doncel (de novela), Jauja (cuentos) de la Caja de Ahorros de Valladolid (1962 por El niño que tenía un vidrio verde).
La obra de Federico Muelas
La obra de Federico Muelas es multiforme, variada, dispersa, irregular. Probablemente en esas circunstancias, expuestas aquí de forma tan esquemática, reside el hecho de que no consiguiera un lugar de indiscutida consagración en el olimpo de los elegidos. Esas características personales han introducido en la obra de Muelas una enorme dispersión que lleva consigo el desconocimiento y sobre ese magma ha incidido además el tópico, fuente de todos los males, al señalarlo como poeta menor, autor de ligeros romancillos intrascendentes, ignorando la existencia de otra obra mucho más profunda y contundente, la de un poeta que cabalga sobre las formas modernas de hacer poesía.
Seguidor fiel en sus orígenes de Juan Ramón Jiménez, del que repetidamente se proclamó devoto, la obra poética de Muelas fue evolucionando tanto al compás de los tiempos y las modas literarias, como de las influencias derivadas de los acontecimientos políticos que sufrió el país en aquellos tiempos. De ahí que un cierto sentimiento social de los años de juventud, dejara paso a otras actitudes personales; como poeta, su estilo enraíza con el acuñado tras la guerra civil por Luis Rosales y Leopoldo María Panero, una suerte de populismo en el que dejó una impronta de fácil versatilidad. Una leve incursión en el movimiento garcilasista, de tendencias hacia el clasicismo renacentista español, se saldó con un resultado poco consistente, que abandonó pronto para embarcarse en una poesía de corte humanista, con ribetes sociales en unos casos y religiosos casi siempre. No desdeñó ninguno de los movimientos poéticos al uso, lo mismo el postismo que el surrealismo. De hecho se menciona como caso excepcional la incursión de Muelas en este último movimiento, al que su generación, la del 36, permaneció ajena. En todos los casos mostró una excepcional destreza para manejar igualmente el verso libre que el rimado, el de arte mayor que el romance.

Cuando por fin se decide a dar un libro a la imprenta, lo hace de una manera espectacular, porque Apenas esto (1959) es recibido clamorosamente por la crítica y merece todos los elogios de quienes ya están consagrados, pero fiel a esa timidez natural que le impide dejar que se conozca su vena poética, los pasos siguientes le llevan por el camino de la prosa, con una recopilación de artículos viajeros (Sorpresa de España, 1962) o un par de deliciosos cuentos de contenido infantil, Bertolín, uno, dos… ¡tres! (1962) y El niño que tenía un vidrio verde (1963), antes de volver al terreno poético para ofrecer un repertorio de curiosas invenciones, Los villancicos de mi catedral (1967) y, en seguida, el que había de ser su gran libro sobre y para la ciudad natal, su último libro de estructura poética, Cuenca en volandas (1968) que se abre con esa pieza maestra del arte del soneto que es el poema magnífico y estremecedor que comienza con el verso que habría de convertirse en santo y seña de la ciudad: “Alzada en limpia sinrazón altiva / pedestal de crepúsculos soñados…”. Ese mismo año le editan la presentada como una guía de viajes, Cuenca. Tierra de sorpresas y encantamientos (1968) que en realidad tiene poco de informativo y sí mucho de las ensoñaciones lírico-fantasiosa habituales en el autor, cuya obra culmina con otra obra deliciosa, Ángeles albriciadores (1971).
Después de muerto, Carlos de la Rica editó varias recopilaciones tanto en verso como en prosa, no demasiado cuidadas lo que afecta a la valoración de un trabajo que hubiera merecido un tratamiento más riguroso pero en cambio sí es muy valiosa la recuperación de un libro que en la fecunda obra de Muelas ocupa un espacio excepcional, aunque desconocido para la mayoría y que, de no haberlo sido sino su contrario, habría otorgado al poeta un lugar preeminente en el seno de la poesía española del siglo XX. Hablo de Mito, el libro editado en 1934 y reeditado en edición de bibliófilo por Carlos de la Rica en 1987. Se trata de un relato en verso, pleno de imaginación creadora, de figuras retóricas, de colorido fantástico, en el que se inventa un viaje esencial a los orígenes que son a la vez el elemento de destino de un buscador incansable. Mientras, Carlos Morales recuperó una interesante selección de versos inéditos en Poesía secreta (Nuevo Baztán, 2000). Por mi parte, con ocasión de organizar un ciclo de conferencias para conmemorar el centenario de su nacimiento, recopilé todos los artículos publicados por Muelas en la prensa local y que fueron recogidos en dos gruesos volúmenes editados por la Diputación Provincial.
La dimensión conquense en la óptica de Federico
Como articulista de periódicos su trabajo se desarrolló en multitud de medios informativos pero entre ellos destacan de manera especial los que publicó con intermitencias en la prensa de Cuenca, agrupados en varias series bautizadas por el autor con títulos emblemáticos, aunque en realidad no hay diferencia alguna de contenidos entre unos y otros: “Rodando en tu silencio”, “Mi alma en mi almena” o “Moliendo y amolando” son los encabezamientos de esa serie de artículos.
Cuenca es el gran tema al que se dedican pensamientos, ideas y preocupaciones, también sueños y fantasías, de Federico Muelas, que asume, como de manera natural, que él es la conciencia crítica, el profeta, el salvador de esta ciudad irredenta y siempre pesimista. Para cambiar una situación que le produce desasosiego, el escritor recurre a la crítica exigente que compensa con una fantasía desbordada, en la que deja suelta la imaginación para inventar actividades, museos, representaciones teatrales y musicales en escenarios insólitos o recrea las procesiones de Semana Santa para darles una conformación diferente a la que tenía en aquellos momentos, incluso inventando una procesión náutica por las aguas del Júcar.
Como asume que le corresponde un papel fundamental en el impulso a esa nueva ciudad que él concibe, se convierte en un peculiarísimo guía turístico mediante la fórmula de invitar de manera constante a escritores y aristas a que visiten la ciudad, en la que él mismo hace de cicerone a la vez que favorece el que tales hechos se difundan en la prensa nacional y, efectivamente, la siempre considerada desconocida ciudad empieza a alcanzar una dimensión y conocimiento como no había sucedido hasta esos momentos.
La vinculación de Federico Muelas con la problemática de Cuenca se transmite mediante un mecanismo singular: el artículo periodístico en la prensa local y sobre temas locales, lo que les confiere un interés muy concreto. Suele escribir los artículos en primera persona, sin disimulos, asumiendo en plenitud tanto lo que tiene de vanidad el uso repetido del “yo” como por lo que tal sistema expresivo refleja de convencimiento pleno en la adopción de ideas, pensamientos y criterios que el autor expresa con total libertad, invitando a los demás a compartirlos. Le preocupa sobre todos los temas la conservación del casco antiguo y se lamenta de forma airada sobre los destrozos que de manera repetida se cometen en este ámbito, incluida la desaparición de inmuebles históricos de interés, como uno que conocía bien por cercanía a su casa familiar, el palacio del Infantado, finalmente demolido a pesar de los muchos artículos que le dedicó. Sueña con una Cuenca que sea un paraíso cultural, en el que brillen el arte, el teatro, la literatura y la música, con un fuerte apoyo del estamento oficial y una participación amplia del pueblo llano. Una utopía, en fin.
Se considera la conciencia crítica, histórica y literaria de Cuenca, el eje en cuyo entorno gravita la vida cultural conquense y actúa, con pleno convencimiento, como el justiciero adecuado para repartir credenciales. Es, y lo sabe perfectamente, la voz que clama en el desierto. Casi ninguna de sus quejas, sugerencias, fantasías disparatadas o lamentos, encuentra eco ni mucho menos son aceptadas por la autoridad competente, aunque sí reciben un eco, cambiante según los temas y las épocas, en la sociedad conquense, lo que no impide la fijación, a lo largo de estos años, del dicho “las cosas de Federico”, que él mismo asume con ironía, dedicándole algún mordaz comentario.
Es un hombre culto. Ha leído mucho, desde la juventud (quizá la infancia) y tiene amplios conocimientos de arte y literatura, sobre todo. Por ello puede introducir sin ningún problema citas o menciones extraídas de esos ámbitos y puede referirse con total normalidad a escritores y artistas, antiguos o modernos, a los que se acerca con familiaridad. No hace concesiones a la vulgaridad en el vocabulario o al fácil tópico en la construcción de la frase, males tan al corriente en estos días contemporáneos nuestros. Aunque escribe de manera directa, muy periodística, trabaja el idioma, introduce vocablos cultos, algunos incluso arcaicos, otros con resonancias clásicas y dosifica perfectamente el ritmo de la frase.
Hijo Predilecto de Cuenca y Cronista Oficial de la Ciudad, aunque murió en Madrid, su cuerpo fue trasladado a Cuenca, para ser enterrado, como deseaba, en el cementerio de San Isidro, para desde allí poder contemplar eternamente los farallones rocosos de la Hoz del Júcar. La Diputación Provincial le concedió, a título póstumo, la Medalla de Oro de la Provincia, por acuerdo adoptado el 28 de noviembre de 1974, tres días después de morir. El cadáver fue trasladado a Cuenca y enterrado en el cementerio de San Isidro, en una parcela especial que a partir de ese momento se destinó a recibir los restos mortales de ciudadanos considerados especialmente destacados. Veinte años más tuvieron que pasar para que el Ayuntamiento de Cuenca aceptara poner su nombre a una calle. José Luis Muñoz, que fue el autor de la propuesta, señaló como apropiada la que en ese momento se llamaba Travesía de San Juan, es decir, la que sube desde la plaza de Santo Domingo a la Puerta de San Juan. Eligió esa calle por su proximidad a la Fuente del Escardillo, frente a la casa en que nació el poeta y por ser una calle en escalera, formada sólo por esos peldaños por los que Cuenca huye fugitiva, según la feliz metáfora que acuñó Muelas.
Su nombre está impreso en el titulo de un Colegio de Primera Enseñanza y su figura escultórica, obra de Javier Barrios, tras un periodo itinerante se encuentra situada en un hermoso rincón del casco antiguo, en la nave de la que fue iglesia de San Pantaleón, al comienzo de la calle de San Pedro.
Obra publicada
Villancicos olvidados (Madrid, 1945)
La reina loca: drama de amor y celos en dos partes y cinco actos (Con Jesús Vasallo; San Sebastián, 1958; Alfil).
Apenas esto (Madrid, 1959)
Tesorillo de pobre (Madrid, 1962)
Sorpresa de España (Madrid, 1962)
Bertolín, uno, dos… ¡tres! (Madrid, 1962)
El niño que tenía un vidrio verde (Madrid 1963)
Rodando en tu silencio (Madrid 1964)
Los villancicos de mi catedral (Cuenca 1967)
Cuenca en volandas (Cuenca, 1968)
Cuenca. Tierra de sorpresas y encantamientos (León, 1968)
Las florecillas de san Francisco (Madrid, 1969)
Ángeles albriciadores (Madrid, 1971)
Goñi (Madrid, 1975)
Poesía (Carboneras de Guadazaón, 1979. Edición de Carlos de la Rica)
Prosa (Carboneras de Guadazaón, 1981. Edición de Carlos de la Rica)
Cuentos de Navidad (Carboneras de Guadazaón, 1981. Edición de Carlos de la Rica)
Prosas conquenses (Carboneras de Guadazaón, 1983. Edición de Carlos de la Rica)
Mito (Carboneras de Guadazaón, 1987. Edición de Carlos de la Rica)
Cancionerillo de Altea (Altea, 1994)
El articulista de periódicos (Cuenca, 2011. Edición de José Luis Muñoz)
Poesía secreta (Nuevo Baztán, 2000. Edición de Carlos Morales)
Guiones cinematográficos
Llegaron siete muchachas (1954) escrito en colaboración con Domingo Viladomat, que dirigió la película.
Pasos de angustia (1957), de Clemente Pamplona.
Farmacia de guardia (1958), escrito con Clemente Pamplona y Jesús Vasallo y dirigido por Pamplona.
Don José, Pepe y Pepito (1959), escrito junto con Jesús Vasallo, Clemente Pamplona, Francisco Abad y Miguel Mezquiriz, a partir de la obra original de Juan Ignacio Luca de Tena. La película fue dirigida por Domingo Viladomat.
Vida sin risas (1959)adaptación de Muelas a partir de la obra El último concierto, de Jesús Vasallo y Francisco Abad Ojuel, y dirigida por Rafael J. Salvia.
El sexto sentido (1960), dirigida por Enrique Carreras.
Kilómetro 12 (1961), de Clemente Pamplona.
Héroes de blanco (1961), de Enrique Carreras, cuyo título original fue Hombres y mujeres de blanco.
Abuelita Charlestón (1961), de Xavier Setó, para la que escribió los diálogos.
Perro golfo (1961), de Domingo Viladomat. Guión y diálogos de Domingo Viladomat, Enrique Laborde y Federico Muelas.
La mujer de tu prójimo (1962), titulada en origen El noveno mandamiento, dirigida por Enrique Carreras.
Participó también en el cortometraje Camino de la verdad (1967), de Agustín Navarro, diálogos y en el documental Cuenca en volandas (1973), dirigido por Diego Úbeda, sobre la obra y la personalidad del propio Muelas.
Canciones
1958. Volverás: habanera. Letra de Federico Muelas. Música de Salvador Ruiz de Luna.
1960. Colección de canciones infantiles. Letra: Federico Muelas. Música: Antón García Abril. Editado por Unión Musical Española, Madrid, 1960.
1967. Olé mi niño: villancico torero. Letra de Federico Muelas y Jesús Vasallo. Música de Rodolfo Sciammarella.
1978. Tres cosas de la Mancha: el pan, el queso y el vino. Letra de Federico Muelas. Incluida en el Cancionero hispánico, de Salvador Ruiz de Luna, vol. II. Madrid, 1978, Dial Discos.
1996. Canción de la niña que lavaba debajo del álamo. Letra: Federico Muelas. Música: Jesús María Muneta. Editado por Polifónica Turolense. Canción para voces blancas.
Referencias: Revista Cuenca, núm. 7, suplemento 2, primer semestre 1975. Número monográfico dedicado a Federico Muelas / Víctor García de la Concha, La poesía española de posguerra. Teoría e historia de sus movimientos. Madrid, 1973; Prensa Española / Luis Jiménez Martos, “Federico Muelas salvado del naufragio”; Madrid, ABC, 19-12-1979 / José Luis Martín Descalzo, “Autorretrato y confesión de Federico Muelas”. Madrid, ABC, 26-11-1974 / Florencio Martínez Ruiz: “Mito”, el libro esencial para entender la metáfora contrebiense. El Día de Cuenca, 01-09-1999, p. 22 / Florencio Martínez Ruiz, “El día que Federico Muelas ganó su primer premio poético”, El Día de Cuenca, 14-11-1993 / / Alfredo Muela Calero, Estudio de la poesía de Federico Muelas. Cuenca, 2011; Diputación Provincial / José Luis Muñoz, “Hallazgo de una obra perdida de Federico Muelas”. La Tribuna, 10-10-2020, p. 5 Carlos Murciano, “Federico en Navidad”. Madrid, 1964; La Estafeta Literaria, 15-12-1974 / J. F. Olalla, “Federico Muelas: el afán y la necesidad”, en D. Pacheco, A. R. Díez-Torre y A. Sanz (eds.), Ateneístas ilustres, Madrid, Ateneo Científico, Literario y Artístico, 2004, pp. 441-447 / Francisco Umbral, “Rodando en tu silencio, de Federico Muelas”, en Poesía española, 153; Madrid, 1965