(Francisco Mora García)
N. Valverde de Júcar, 29-01-1960
Uno de los más destacados autores conquenses situado entre los siglos XX y XXI. Orientado de forma vocacional hacia la literatura desde muy temprana edad, ha desarrollado una activísima labor literaria que abarca todos los géneros: la poesía, la narrativa, el teatro y el ensayo, terreno en el que ha realizado varios estudios sobre el devenir de la literatura conquense en las últimas décadas.
Su entrada en el mundo de la literatura llegó a través de un premio juvenil, el denominado entonces «Promoción», dentro de la serie de concursos literarios que convocaba el Ayuntamiento de Cuenca (1981). De la tierra adentro fue aquel primer y juvenil libro, al que siguió un silencio de trabajo y, en 1984, el premio «Carta Puebla», de cuentos, seguido siete años más tarde de un accésit en el mismo certamen, pero en la modalidad de poesía, por su libro Sonata breve con desnudo y lluvia.
Ese mismo año 1991 ganó el premio «Fray Luis de León» de poesía por La luna en los álamos, un espléndido libro con el que irrumpió decididamente en el ámbito de la creación “adulta”, consagrándole en plena juventud como un escritor maduro y consciente de sus objetivos, aunque el poemario (como el anterior) registra sensaciones juveniles en las que las experiencias amorosas se mezclan con alegatos sobre la soledad o la nostalgia de la vida rural que conoció de niño, pero todo ello envuelto en una estructura poética que revela la madurez de su formación. Lo que confirmó en 1998 al ganar la segunda edición del premio «Alfonso VIII» de la Diputación de Cuenca por La noche desolada, un libro serio y profundo, enmarcado en dos partes, “La casa vacía” y “Fragmentos de interior”, de distinta conformación pero coincidentes en la importancia que se presta al mundo interior del poeta. Martínez Ruiz, comentando este libro, ha dicho que el autor “aprende a desdoblarse, a evitar ingenuidades sentimentales, a volverse sobre sí mismo, con todas sus bazas juntas -amor, paisaje, intimidad, etc., en una molturación en la que ya la vida le vive a él, en vez de esperar a vivirla por sí solo, al margen de la enajenación que todo poeta sufre ante el fenómeno poético”. Para Carlos Morales, “un nuevo Paco Mora se adivina allende La noche desolada, un poeta que no ha de hallar fácil acomodo en esos salmos de la imaginación doliente y amarilla de la melancolía que han hecho de él la prolongación más iluminada de Diego Jesús Jiménez, uno de los más grandes poetas de este siglo”.
Esa predicción se concreta en Memoria del silencio que es ya obra plenamente madura. Distribuida en tres partes o libros, la primera “Caja de Música” puede ser considerada como en enlace con sus anteriores trabajos, en una línea de melancólico romanticismo; la segunda, “Cuadernos de notas”, está formada por poemas muy breves, apenas unos apuntes en torno a la soledad y el amor, sin que falte en este último aspecto, como es habitual en el autor, un leve toque de erotismo; el tercer libro, “La Bruma”, es el de mayor profundidad espiritual, con ribetes de angustia religiosa y, desde luego, con un evidente tono desgarrado en cuanto a la exposición de los grandes temas del hombre, con la soledad como elemento clave.
Sobre Memoria del silencio, el crítico Juan Ramón Mansilla destaca que “no hay ni imposición ni concordancia, sino equilibrio entre la quietud y el movimiento, entre lo inmanente y la transcendencia, entre el ser y la memoria. Es, en definitiva, un libro de trayectos, de recorridos en sentidos a veces contrarios, en ocasiones convergentes y paralelos. Es la expresión de una búsqueda que nace del exterior y finaliza hacia dentro, que parte de la experiencia y se resuelve en el conocimiento”. Por su parte, Nicolás del Hierro, en un comentario analítico pleno de lucidez desmenuza la estructura poética de los tres libros en que se subdivide la obra y concluye que leyendo al poeta “podemos comprobar que confluyen en ella (en su obra) la razón genética que impera en el hombre y que le motivan en su sensibilidad y el acierto que la palabra consigue como un deber que, formación, responsabilidad y quimera, cumplen”. También Florencio Martínez Ruiz destaca la madurez creativa de Mora, al que augura un magnífico futuro en el ámbito poético.
Sin embargo, tras esa larga etapa como escritor de versos, en 2008 sorprendió con la aparición de un libro de relatos (género en el que ya había hecho una incursión en 1984 con Las lágrimas) que mereció cálidos elogios de la crítica. Todos los peces se llaman Eduardo es una colección de narraciones, algunas muy breves, que se desenvuelven en el terreno fronterizo entre la realidad, incluso cotidiana y el sueño desde el que llegan fantasías y deseos inconfesables. De esa manera, el autor juega a combinar situaciones producidas en la rutina diaria con otras que propician incursiones en al ámbito de lo impalpable. Todo ello a través de un estilo muy sugerente que ofrece reminiscencias de quienes, sin duda, han influido en la definición estilística del autor, al que no le faltan influencias de Kafka, Cortázar o Juan Rulfo.
Su estilo depurado y de gran riqueza de matices queda patente también en prosa, a través del artículo semanal que durante los años 1997 y 1998 estuvo publicando en El Día de Cuenca, una serie que lamentablemente dejó de escribir, produciendo un notable hueco en la escasa presencia de la Literatura en los medios informativos conquenses. Afortunadamente, pocos años después volvió a incorporarse a los medios, a través de La Tribuna de Cuenca y Crónicas de Cuenca, de manera esporádica, y desde 2003 en El Día de Cuenca como colaborador fijo a través de una columna semanal, los miércoles, en la última página, que mantuvo hasta que el periódico dejó de editarse. Ha colaborado en otras publicaciones periódicas, como Olcades, Diálogo de la lengua, Barcarola, Académica, Studia Academica, Los cuadernos del matemático, La guía de Cuenca, Malena, El Alambique, Hilos de Araña, El Juglar de la Frontera, Papeles del Huécar, etcétera. En algunos de ellos, además de trabajos de opinión, ejerció tareas de crítico literario, en ocasiones firmando con su heterónimo Juan Carlos Brunni. Fue coordinador en su segunda etapa, con José Ángel García, de la revista de estudio y creación literaria Diálogo de la lengua, dirigida por José Luis Muñoz y con José Ángel García, Ángel Luis Mota, Francisco J. Page y Miguel Ángel Ortega fundó y escribió Papel.es, separata cultural de la revista Crónicas de Cuenca.
Una selección de sus artículos periodísticos se integran en dos títulos: Ejercicios de caligrafía y Cien columnas, en este último caso compartiendo texto con sus otros compañeros de escritura en la última columna de El Día de Cuenca. Poemas de Francisco Mora han sido incluidos en varias antologías de poetas castellano-manchegos. El 20-01-2015 leyó su discurso de ingreso en la RACAL, dedicado a Diego Jesús Jiménez: Gramática de la luz, sintaxis del color: la palabra soñada de Diego Jesús Jiménez.Le fue asignada la letra T.
Poemas suyos han sido incluidos en algunas antologías, como: La ceremonia de la diversidad (1993), Mar interior (poetas de Castilla-La Mancha) (2002) preparada por Miguel Casado, y Los rostros de Medusa (20 años de poesía conquense) (2009), edición de Ángel Luis Luján Atienza.
Con Las hormigas (2011), estrenada en el Teatro-Auditorio de Cuenca el día 2 de mayo de 2012, debutó en el campo de la escritura dramática y constituye el primer estreno de una obra de teatro suya. Calificada por el propio autor como “juguete cómico”, el montaje estuvo a cargo del grupo Tusitala. En el año 2013, en el mismo Auditorio, se estrenó una versión de Francisco Mora de la obra El retablo del flautista, del autor catalán Jordi Teixidor.
* Obra publicada
Poesía
De la tierra adentro (Carboneras de Guadazaón, 1983)
La luna en los álamos (Cuenca, 1992)
Sonata breve con desnudo y lluvia (Cuenca, 1994)
La noche desolada (Cuenca, 1998)
Memoria del silencio (Cuenca, 2000)
Palabras para conjugar tu nombre (Cuenca, 2009)
El corazón desnudo (Cuenca, 2015)
Música callada. Antología 1980-2015 (Cuenca, 2017)
Prosa
Las lágrimas (Miguelturra, 1984)
Las lágrimas (Madrid, 1998, nueva versión)
Ejercicios de caligrafía (2002)
Cien columnas (2005)
Todos los peces se llaman Eduardo (2007)
A vuelapluma. Ángel Luis Mota en 197 columnas y media (2010)
Teatro
Las hormigas. La Frontera. Los pasos contados (Cuenca. 2020).
Obras en colaboración o colectivas
Fragmentos de Cuenca (1990), carpeta de aguafuertes firmada por el pintor Enrique Fernández Atienza
1998. 69 maneras de mirar (1998), libro de fotografías de Ramón Herráiz que contiene su texto: “La ciudad”
1998. Daja-Tarto, truculento y casi omnívoro, y otros relatos, que contiene su cuento: “Los húngaros”.
2000. Solos de otoño en el Júcar (2000),libro de fotografías de Ramón Hérraiz. Prólogo
2000. Andrés de San José y otros relatos (2000), Varios autores
2007. José Luis Coll: in memoriam (2007), con su texto: “Entre Coll y Coll: algunos recuerdos tontos con una brizna de humor y cuarto y mitad de melancolía. Varios autores.
2011. Diego Jesús Jiménez. Leer y entender la poesía. Varios
2011. Un puñado de hollín, cuento original, ilustrado con los figurines de Eduardo Ladrón de Guevara, incluido en el libreto de la ópera “El pequeño deshollinador”, de Benjamín Britten y Eric Crozier.
Bibliografía
CASADO, Miguel: Mar interior. Poetas de Castilla-La Mancha. Toledo, 2002; Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha, págs. 447-456 [417]
HIERRO, Nicolás del: Memoria del silencio, tradición y ruptura en Francisco Mora.La Tribuna, 27-03-2000, pág. 9
LUJÁN ATIENZA, Ángel Luis: Los rostros de Medusa. 20 años de poesía conquense. Ciudad Real, 2009; Almud, págs. 158-177 [168]
MANSILLA, Juan Ramón: La bruma transparente. El Día de Cuenca, 29-03-2000, pág. 19
MARTÍNEZ RUIZ, Florencio: Francisco Mora en la tercera fase de su viaje poético. El Día de Cuenca, 01-09-1998, pag. 22
MONREAL, José: «Francisco Mora». Entrevista. La Tribuna, 24-02-2018, pp. 18-19.
MORALES, Carlos: La soledad sitiada. Crónicas de Cuenca, núm. 100, 02-01-1999, pág. 29