López, Mateo

Iniesta 08-11-1750 / Cuenca 29-06-1819

Arquitecto en Cuenca, ciudad en la que dirigió numerosas y destacadas obras. Aprendió el oficio con su padre, maestro de obras en su villa natal, que completó con los estudios técnicos que le permitieron obtener la habilitación como arquitecto. Llegó a la capital provincial en 1779, comenzando a trabajar para el Ayuntamiento en las variadas y anónimas obras del urbanismo cotidiano, como mantenimiento y reparaciones de la conducción de agua potable, arreglos en las calles, etc., mientras ocupaba, simultáneamente, el cargo de maestro mayor de obras en el obispado lo que explica su intervención amplia y continuada en los últimos 25 años del siglo XVIII y primeros del XIX en gran número de construcciones, sobre todo para reformarlas, aunque también lo hizo en varias obras de nueva planta.

En 1785 la Academia de San Fernando le admitió como miembro de número, distinción que entonces venía a ser el reconocimiento oficial de su capacidad técnica como arquitecto. Intervino en la reconstrucción del puente de San Pablo, entonces ya muy dañado; dirigió reparaciones en las Casas Consistoriales y en el Cuartel de Provinciales y acometió otras obras de más envergadura, en las que dejó su sello personal, como en el primitivo Parador de las Escuelas (conocido ahora como Edificio Palafox, junto al puente de la Trinidad), la reforma de la Casa de Beneficencia, la ampliación de la antigua Casa de la Moneda para ser utilizada como Real Fábrica de Tapices, diversas dependencias en la catedral (Secretaría y Obrería, donde hoy se instala el Archivo capitular y sillería del coro de la Capilla Honda), ampliación del Palacio episcopal, construcción de las escalinatas de acceso a la fachada de la catedral, construcción de las Escuelas Palafox en la plaza del Salvador, etc. Importantísima fue su intervención en definir la estructura urbanística moderna de Cuenca, al proyectar y dirigir las obras de ampliación y rebaje de riscas en la actual calle Alfonso VIII, haciéndola accesible al tráfico y la construcción del camino real en su llegada a la ciudad, a lo que se debe añadir el proyecto y realización del conducto general de abastecimiento de aguas. Su actividad fue incesante cuando, al término de la Guerra de la Independencia, tuvo que asumir la reparación de los incontables daños producidos por los invasores en la dotación urbana de la ciudad.

Como arquitecto al servicio del obispado tuvo a su cargo la construcción de la secretaría y obrería del cabildo, en un espacio inmediato al claustro de la catedral, actualmente utilizado por el archivo diocesano, dirigió varias ampliaciones interiores en el palacio episcopal y parece que también intervino en la construcción de la torre de la iglesia de San Pedro.

Elaboró un excelente plano de la ciudad, de suma importancia, porque es uno de los mejores documentos existentes para conocer la realidad urbanística de Cuenca en los inicios del siglo XIX y un mapa de la provincia y participó también en el reconocimiento y clasificación de las minas de carbón localizadas en la Serranía, tarea que llevó a cabo por encargo de la Real Sociedad Económica de Amigos del País. De ese notabilísimo plano se ha hecho una moderna edición facsímil, a cargo de Miguel Jiménez Monteserín.

Como escritor dejó una sola pero valiosa obra, Memorias y relaciones históricas, topográficas, civiles y eclesiásticas de la ciudad de Cuenca, de su obispado y provincia escrita inicialmente en 1786 para responder a la convocatoria de un premio organizado por la Real Sociedad Económica de Amigos del País, al que se presentó en solitario Mateo López, obteniendo el galardón. La obra, sin embargo, no fue editada, permaneciendo en manuscrito casi ignorado (aunque utilizado profusamente por escritores posteriores, como Muñoz y Soliva) hasta que el investigador Ángel González Palencia la recuperó para editarla en dos volúmenes, los números V y VI de la Biblioteca Conquense (Cuenca, 1949-1953).

Lo que encontramos es una obra dispar y muy poco sistematizada. Mateo López, en realidad, no la escribió, en el sentido estricto de utilizar unos materiales a los que se da forma literaria ordenada y coherente, sino que acumuló un apartado temático tras otro, pasando sin transición de la geografía a la historia, del episcopologio a las familias nobles, de los conventos a la riqueza agrícola o minera. Todo ello tiene una enorme virtud, no conocida hasta entonces: cita siempre las fuentes de donde toma los datos y aporta multitud de noticias que, sin su laboriosa aportación, se hubieran perdido. Como han desaparecido muchos de los documentos que cita y de cuya existencia sólo tenemos como prueba la detallada mención que él hace, sus aportaciones en este sentido son fundamentales.

Es muy llamativo el hecho de que otro historiador posterior, Trifón Muñoz y Soliva, trata de manera despectiva el trabajo de Mateo López, al que califica de “centón de varios opósculos” y “mamotreto” para, a continuación, y eso es lo realmente curioso, entrar a saco en su contenido y aprovechar descaradamente los materiales que el arquitecto iniestense había elaborado.

     La Real Academia de San Fernando lo eligió miembro correspondiente, el 3 de febrero de 1804. En Cuenca fue miembro muy activo de la Sociedad de Amigos del País, en la que organizó la Academia de Dibujo que funcionaba en los salones del Ayuntamiento.

Referencias: José Maria Álvarez Martínez del Peral, El Día de Cuenca, 28-01-1927; Ángel González Palencia: Memorias históricas de Cuenca y su obispado, Cuenca, 1949, I, pp. V-XVI / Amelia López-Yarto, Mateo López. Vida y obra de un arquitecto de Iniesta. Iniesta, 2011; Centro de Estudios de la Manchuela.