Enríquez Gómez, Antonio

N. Cuenca, ¿1600-1602? / M. Sevilla, 19-03-1663

Escritor judío converso nacido en Cuenca como la crítica moderna ha establecido de manera indubitable, pues si bien tal cosa ya había sido insinuada por Julio Cejador y Marcelino Menéndez Pelayo, otros investigadores modernos quisieron fijar la patria natal de Enríquez en Lisboa o Segovia, guiándose para ello más por el gusto que por la ciencia, aunque es justo reconocer que el desorden en que el autor vivió contribuyó a formar estas confusiones que solo ahora parecen quedar definitivamente aclaradas. En este sentido, la investigación realizada por Israel Salvador Révah en 1963 resultó determinante para establecer datos ciertos y eliminar errores. A ello se añadió, más tarde, la laboriosidad investigadora de Heliodoro Cordente para rastrear todos los datos posibles sobre la familia Enríquez, estableciendo de manera concluyente cuanto tiene que ver con la infancia y primeros pasos vitales de Antonio Enríquez Gómez. Autor prolífico y polémico, viene mereciendo la atención creciente de los investigadores, especialmente en el fecundo terreno de los hispanistas extranjeros (Charles Amiens, Glen F. Dille, Constance Hubbard Rose, Maxim P.A. M. Kerkhof, Michael McGaha) a los que se han sumado recientemente los españoles Rafael González Canal, Almudena García González, Felipe B. Pedraza, Milagros Rodríguez Cáceres y otros jóvenes investigadores que están ayudando a desbrozar el extraordinario desbarajuste personal y literario en que se movió el autor. Tarea a la que, desde una óptica estrictamente local contribuyó Carlos de la Rica, responsable directo de intentar poner en valor ante sus paisanos la importancia de una figura tan desconocida e ignorada que ni siquiera aparece mencionada en los textos clásicos sobre Cuenca.

Dramaturgo, novelista y poeta, su vida fue tan apasionante y borrascosa que por sí sola podría servir para ilustrar un volumen diferenciado de carácter biográfico. Perseguido por la Inquisición se refugió en Francia donde encontró la protección de Ana de Austria, escondiendo al regresar a España su nombre real por el de Fernando de Zárate con el que firmó muchas de sus obras; a pesar de la intensa persecución inquisitorial, sus libros pudieron ser editados y difundidos con notable éxito, mereciendo el cálido elogio de sus contemporáneos, lo que explica que un siglo después de su muerte, continuara siendo publicado e incluido en antologías.

La familia Enríquez procedía de la Mancha toledana, vinculada al comercio, motivo por el que en algún momento arraigó en Cuenca. Varios de sus miembros habían sido perseguidos por la Inquisición a partir de 1492. Antonio era hijo de Diego Enríquez Villanueva, tejedor de lienzos y mercader, judío que pudo sobrevivir a las expulsiones del siglo anterior mediante el conocido recurso de fingir la conversión al cristianismo, lo que no le libró de sufrir más de un inconveniente en su oficio de tejedor de lienzos; su madre, Isabel Gómez, originaria de Alcantud, sí fue cristiana vieja, lo que nos hace imaginar una niñez sometida a dos influencias en cierto modo contradictorias. Su abuelo paterno había muerto a finales del siglo XVI mientras se encontraba preso en las cárceles de la Inquisición, que con singular constancia siguió persiguiendo a la familia por lo que el joven Antonio conoció pronto los rigores del severo tribunal. De hecho, su padre fue condenado en 1623 por judaizante y huyó de Cuenca al año siguiente para librarse de la ferocidad represora de los inquisidores, refugiándose en Francia. Por su parte, el joven Antonio había realizado estudios en Cuenca, posiblemente en el colegio de los jesuitas pero luego se trasladó a Sevilla, donde un tío suyo, llamado también Antonio Enríquez, tenía un comercio de tejidos en la calle Gallego; hasta allí fue en busca de un ambiente más propicio y en la ciudad andaluza empezó a trabajar en el comercio de su familiar, además de conocer a la que sería su mujer, Isabel Basurto, con la que tendría tres hijos. Para entonces ya había insinuado su predisposición para las letras, pues la primera noticia sobre sus cualidades poéticas proceden de Cuenca, donde en 1629 ganó el primer premio en unas justas literarias.

Recién casado (1622), se trasladó a Madrid donde siguió trabajando en el comercio textil, como “mercader de lonjas de cosas de Francia” en un local establecido en la Red de San Luis, mientras entraba en pleitos con la Inquisición reclamando la herencia de su madre, confiscada por la rapiña del Tribunal que ya se había apoderado previamente de los bienes del padre. También por entonces realiza el primer viaje a Francia, por motivos profesionales, pero no hay que descartar que aprovechara la ocasión para entablar algún contacto primerizo que luego le sería muy útil, en otras circunstancias. Estas cuestiones de tipo personal influyeron notablemente en la comprensión y análisis de su obra literaria porque no hay duda que contribuyeron a ir formando una personalidad inconformista, rebelde, crítica hacia el poder y la religión.

Instalado en Madrid, además de dedicarse a los negocios de lanas, se orientó había un terreno que, imaginamos, le interesaba mucho más, el mundo del teatro y por ello le encontramos con frecuencia relacionándose en las tertulias de la corte y abriéndose camino en el itinerario de los corrales de comedias. Él mismo declara, en el prólogo al Sansón Nazareno, que era autor de hasta veintidós comedias ya estrenadas y advierte que muchas de ellas se habían impreso adjudicándolas a otros autores.

El primer estreno conocido de una obra de Enríquez tiene lugar el 18 de mayo de 1633; lo realiza la compañía de Manuel Vallejo y la pieza es Fernán Méndez Pinto. Cuatro días después, la misma compañía estrena El valiente Diego de Camas y el 4 de diciembre, El Capitán Chinchilla. Estrenar tres comedias en medio año demuestra el carácter ciertamente prolífico de Antonio Enríquez. El 12 de julio de 1634 la obra representada es El cardenal Albornoz, en una función privada a la que asistieron los reyes. El 5 de agosto de 1635 se representa La soberbia de Nembrot. Con ellas debió alcanzar cierto prestigio, pues cuando muere Lope de Vega, el 27 de agosto de 1635, Antonio Enríquez figura en la fama póstuma dedicada al gran vate con un notable soneto. En esa época, ya mantenía contactos con algunos círculos judaizantes, actividad que alternaba con su asistencia a tertulias literarias. Otra obra suya, El rayo de Palestina, fue representada en las fiestas del Corpus en Cogolludo (Guadalajara), el 19 de junio de 1642, cuando el autor ya no se encontraba en nuestro país. Al parecer, ninguna de estas comedias llegó a ser publicada.

Obligado a huir de España, no está claro si por la pertinaz persecución de la Inquisición o agobiado por algunas dificultades económicas, residió primero en Nantes (donde vivía su padre), luego en Burdeos (1635-1642, en casa de su tío Antonio) y luego, desde 1643, en Rouen, acogido amistosamente por las respectivas comunidades judías. Aunque algunos eruditos, incluido Menéndez Pelayo, atribuyen la huida a cuestiones amorosas, debemos considerar como más plausible el tema religioso e incluso algún matiz político, como la puya que dedicó al conde-duque de Olivares en El siglo pitagórico. En cualquier caso, el exilio no fue cosa de su gusto; a él alude con nostalgia en estos versos puestos en boca de Danteo:

     Terrible por mi mal se llamó el día

            que de la amada patria te ausentaste

por gusto de tu propia fantasía.

            El norte rigoroso que tomaste

            alabo con razón; del mar saliste

            y en el con justa causa me dejaste.

            Cuerdo en huir de la tormenta fuiste,

            celebro tu prudencia generosa,

            pues con ella los daños redimiste.

            Después de la partida venturosa,

            el mar se alborotó de tal manera

            que aún dura su borrasca lastimosa.

Ocupó puestos de cierta importancia en la corte de Luis XIII de Francia y abrazó con entusiasmo la causa de los Braganza en el trono portugués, escribiendo en honor de su familia real el Triumpho lusitano (1641), suceso en el que se dejó llevar impetuosamente por su amistad con el también judaizante portugués Manuel Fernandes de Villa-Real, cónsul de Portugal en París y de esa forma sale a la luz pública el primer trabajo impreso con la firma de Antonio Enríquez. Esta etapa en tierra francesa es de cierta prosperidad económica para el escritor, que cuenta con la tolerancia y comprensión de la corte y el apoyo directo del cardenal Richelieu, pero el periodo de bonanza termina por su propia voluntad, atraído por el deseo de hacer teatro en los corrales españoles si bien primero pasó a vivir una corta temporada en Amsterdam donde, como ya tenía por costumbre, entabla relaciones con las comunidades judaizantes. Para agradecer la protección de la familia real (incluso fue condecorado con la orden de San Miguel) escribió en honor de Luis XIII y su mujer Ana de Austria un poema laudatorio, Luis dado de Dios a Luis y Ana, para conmemorar la subida al trono del todavía niño Luis XIV y publica la que, probablemente, es su obra más ambiciosa, la Academias morales de las musas, editada inicialmente en Burdeos (1642) y que conoció de inmediato sucesivas ediciones, tanto en Francia como en España. Se trata de una obra compleja, en prosa y en verso, con mezcla de varios géneros (amoroso, satírico, morales) y estilos (canciones, elegías y epístolas), junto con cuatro comedias y una clara intencionalidad apologética en las que se desliza, en un tono no exento de amargura, su condición de exiliado obligado a vivir lejos de su patria.

En 1643 se asienta en Rouen y en esta ciudad permanecerá hasta 1650, con frecuentes visitas a París, tanto por cuestiones comerciales como literarias. Es una época de intensa actividad y seguramente también de relaciones intelectuales. Parecía su vida estabilizada, en buena posición y escalando posiciones en el mundo de las letras cuando toma una decisión, no bien explicada, la de regresar a España, que ha de resultarle finalmente dramática. Probablemente hay razones económicas que explican tal decisión, bien por dificultades propias de su negocio en Francia o por las que estaba sufriendo un familiar directo, que en Sevilla traficaba con mercancías destinadas a las Indias, sin que se deba descartar que la publicación de la Política angélica (1647) le hiciera perder el favor real, dejándolo en posición desairada en el que hasta entonces era un ambiente favorable.

Antonio Enríquez vuelve solo a España, en 1649, mientras su mujer se marcha a vivir a Amberes y luego a Amsterdan, en lo que será un divorcio de facto. Él vive un breve tiempo en Alcalá y luego en Granada, donde contrata a una criada, María Felipa de Zárate, que al poco tiempo será su amante. En 1651 ambos se instalan en Sevilla, con dedicación a la actividad comercial a la vez que retoma la escritura teatral, cada vez más continuada, pero bajo el amparo del heterónimo Fernando de Zárate y Castronuovo, porque las noticias que llegan de la Inquisición no eran tranquilizadoras, pues si de algo podía presumir del funesto tribunal era de su firme constancia en la persecución de todo tipo de sospechosos.

No se conocen muchos datos de su vida personal en Sevilla, porque obligado a permanecer escondido bajo su heterónimo, tampoco dio lugar a muchos detalles particulares, pero es claro que continuó manteniendo actitudes conflictivas, tanto en política como en religión, mientras intentaba salir adelante con bastantes dificultades en su actividad comercial. Podemos imaginar fácilmente la vida de Antonio Enríquez en la capital andaluza, obligado a llevar una vida secreta, ocultando su nombre, y temiendo en todo momento poder ser descubierto mientras desarrolla una activa producción literaria en la que se incluye con frecuencia el tema religioso, como si quisiera demostrar públicamente una fe que los hechos parecían contradecir. De este periodo se conocen más de 30 obras firmadas por Fernando de Zárate, aunque sobre algunas de ellas hay duda de su pertenencia a otros autores. Muchas aparecen insertas en la colección antológica que anualmente ofrecía obras escogidas de los más selectos escritores de la época. Entre esa producción dramática se incluye el poema Sansón Nazareno, publicado en Rouen en 1656.

La mayor parte de sus comedias se estrena en Madrid. El 5 de abril de 1660 está fechada El noble siempre es valiente, sobre la figura de El Cid Campeador; el 24 de ese mes, la compañía de Jerónimo Vallejo representa en el Corral de la Cruz El maestro de Alejandro y en la semana siguiente, El valiente Campuzano. El 19 de mayo, la misma compañía pone en escena en el Corral del Príncipe A cada paso un peligro. El 26 de julio firma la dedicatoria de La montañesa de Burgos. El 2 de julio de 1662, la compañía de Antonio de Escamilla y Simón Aguado representa en el Patinillo del Buen Retiro la comedia La presumida y la heroína y poco después toma forma Los dos filósofos de Grecia.

Con esta incesante actividad evidentemente estaba tentando a la suerte. No hacía falta mucho esfuerzo para que una organización experta en el espionaje de las personas y en incentivar denuncias vecinales sintiera las naturales sospechas ante la aparición de ese desconocido Fernando de Zárate que se mostraba especialmente huidizo y por ello fue objeto de un auto de fe celebrado en Sevilla el 14 de abril de 1660, que concluyó con la condena de más de ochenta supuestos judaizantes, entre ellos el propio Enríquez, quemado en efigie en un acto que, dice la leyenda, presenció él mismo, escondido entre la multitud. Sin embargo, el proceso de captura ya estaba abierto y tras muchas pesquisas los inquisidores cayeron en la cuenta de la existencia de una comedia titulada “San Ildefonso”, título similar a otra de Lope de Vega. El hecho llamó su atención, empezaron a rastrearlo y descubrieron que el autor de la obra vivía amancebado con una mujer, motivo suficiente para apresarlo e interrogarlo. Así se llegó al día 21 de septiembre de 1661 en que es descubierto y detenido en su casa de Sevilla, junto con otros familiares, cuando planeaba huir a Nápoles, consciente de que le amenazaba un peligro cierto para el que ya no valían las bromas.

Los biógrafos y editores de la obra de Enríquez insisten repetidamente en señalar que la intervención inquisitorial fue motivada por sus tendencias judaizantes y comentarios críticos hacia la religión cristiana. Siendo ciertas tales cosas, no es posible ignorar otras que suelen quedar un tanto diluidas en los razonamientos primeros. En esos textos abundan referencias a las vidas de los santos, con un largo repertorio de ellos, tratados siempre con respeto y puestos como ejemplos a seguir. Ahí debe estar el quid de la cuestión, en la soterrada crítica que Enríquez deja deslizar siempre para poner en comparación el ejemplo de honestidad y virtud de los santos y del propio Cristo frente a la inmoralidad viciosa de la Iglesia de su tiempo. Pero hay otro aspecto más, que hasta ahora la investigación apenas si ha insinuado, aunque probablemente futuros estudios irán desvelando ese otro factor, el contenido crítico hacia las estructuras políticas. Cuando aún vivía en España, Antonio Enríquez había provocado las iras y animadversión del todopoderoso valido conde-duque de Olivares, de cuyo acoso huyó para refugiarse en Francia, recibiendo aquí las simparías de los reyes Luis y Ana y del también valido Richelieu, pero las cañas se tornaron lanzas. El motivo fue la publicación de Política Angélica, en la que mantiene una tesis muy clara, en contra de la monarquía absoluta y a favor de que el rey cuente con la opinión de los ciudadanos. Con una clarividencia sorprendente, Antonio Enríquez está propugnando la vigencia de un sistema parlamentario, en el que los ciudadanos puedan expresar sus opiniones por vía democrática sin que, naturalmente, en esos momentos, ni siquiera él mismo sea capaz de adivinar que ese va a ser el destino futuro de la acción política.

Por lo pronto, tanto en España primero como en Francia después, esas ideas son consideradas nocivas y por ello merece ser perseguido y castigado y ello debió forzarle a salir del país vecino, en el que se había encontrado muy a gusto, para regresar al suyo de origen. Ya sabemos sobradamente que el papel adjudicado por el poder a la Inquisición no es tanto el de ser el guardián de la pureza católica sino también, con el pretexto de la religión cuidar de mantener el orden político, eliminando cualquier tipo de discrepancia o rebeldía que pudiera poner en peligro las estructuras del sistema. Ello fue aplicado en numerosos casos y el que nos ocupa es uno de ellos. Antonio Enríquez se ha hecho incómodo para una monarquía que se ejerce de acuerdo con los principios del absolutismo, en los que no caben deslices semánticos ni críticas soterradas emitidas a través de los papeles. Como además es totalmente cierto que el protagonista del suceso ofrecía suficientes motivos religiosos para la sospecha, los investigadores inquisitoriales encontraron abierto el camino para aplicar sobre el rebelde político todo el rigor propio de un sistema represor cuidadosamente elaborado.

Encarcelado en las cárceles secretas de la Inquisición, en el castillo de Triana, debió pensar que era innecesario resistir y reconoció todas sus culpas, se declaró judaizante y pidió perdón, aceptando reconciliarse con la Iglesia, pero antes de que le llegara el perdón, se sintió repentinamente enfermo (“le sobrevino un dolor de costado”), confesó sus errores, recibió los sacramentos y murió en la celda, antes de que pudiera conocer la sentencia impuesta por los inquisidores, aunque finalmente la causa fue archivada, tras ser reconciliado en efigie el 14 de julio de 1665, en un auto de fe celebrado en la iglesia de San Pablo. Dejó un hijo, de nombre Diego Enríquez Basurto que también hizo algunos intentos literarios, quedando todavía inédito el poema Triunfo de la virtud y Paciencia de Job. Fue enterrado en la iglesia de Santa Ana, en Triana.

Entre los bienes confiscados por la Inquisición se encuentran las comedias que González Cañal supone fueron vendidas de inmediato a diversas compañías teatrales. Lo evidente es que tras la muerte de Enríquez, al menos 19 de esas obras fueron publicadas en los años siguientes.

            Probablemente la obra más ambiciosa (aunque no la más popular) de las publicadas por el autor sea Academias morales de las Musas, que apareció inicialmente en Burdeos (1642); más tarde, en forma fragmentaria (sólo los poemas líricos) se reeditaron en Rouen (1646) pero  el conjunto del volumen (versos líricos y comedias) siguió publicándose en España: primero en Valencia (1647) y, más tarde, en Madrid (1660, 1668, 1690, 1704 y 1734), frecuencia editorial suficiente por sí sola para justificar la importancia del autor porque en esa época sólo los grandes nombres del barroco literario (Quevedo, Góngora) alcanzaban una tan intensa presencia en las prensas de imprimir. Luego, tras un largo periodo de inacción, la obra ha sido recuperada modernamente mediante la colaboración de una serie de expertos entre los que se encuentran Milagros Rodríguez Cáceres, Jaime Gabarro, Dolores Martos, Teresa Julio, Rafael González Cañal y Almudena García, con un estudio preliminar de Rafael Carrasco y otro de la obra lírica a cargo de Felipe B. Pedraza, en una edición de dos volúmenes y casi 1.200 páginas. La obra incluye cuatro comedias que en muchas ocasiones han sido publicadas de manera independiente: A lo que obliga el honor, La prudente Abigail, Contra el amor no hay engaños, Amor con vista y cordura. En estas cuatro comedias deslumbra el ingenio de Enríquez que a través de una ambientación aparentemente inocua, de tipo pastoril, desliza todo un fresco imaginativo y profundamente crítico sobre la España del momento y los aspectos negativos que merecían una severa reprimenda social.

En 1644 dio a la imprenta, en la misma ciudad francesa la que probablemente es su obra más popular, El Siglo Pitagórico y Vida de Don Gregorio Guadaña, consideradas como dos textos separados pero en realidad el segundo título es la quinta parte del primero. En este caso, el género elegido por el autor es el de la novela picaresca, combinando en el texto prosa y verso, para ofrecer otro panorama igualmente crítico sobre la situación de la monarquía española. Títulos igualmente destacados de su copiosa producción posterior son Zelos no ofenden al sol y Sansón nazareno, que aparecen envueltos en una larguísima relación de obras publicadas en el tramo final de su vida, prácticamente todas firmadas como Fernando de Zárate.

            En la España del siglo de oro, entre Góngora y Calderón, la obra de Antonio Enríquez Gómez, poeta, dramaturgo y narrador, destaca con personalidad propia, porque a su evidente calidad literaria se une el compromiso religioso y político en línea heterodoxa, en los límites de la tolerancia gubernamental y ese matiz lo diferencia de los demás autores de su generación, por lo común dóciles a las imposiciones ideológicas del poder. Ello no impide reconocer en el pensamiento de Enríquez una notable confusión mental y teórica, que le lleva a ofrecer notables variaciones y contradicciones, de manera que a sus declaraciones de ferviente cristiano siguen a continuación otros ataques a la estructura religiosa, especialmente a la Inquisición, sin ignorar sus frecuentes deslices en simpatía con el judaísmo. A lo que se une, en periodos concretos de su vida, acervas críticas al poder político tan rígidamente ejercicio en la época, de las que no se libran ni la administración de justicia ni la extendida corrupción del sistema.

            Pero aparte estas cuestiones que tienen que ver con la actitud personal mantenida a lo largo de su vida, lo que aquí y ahora conviene destacar es la considerable importancia del trabajo literario desarrollado por el autor, tanto en el terreno de la poesía como en el de la dramaturgia, con una prosa de alta calidad, que no desmerece en absoluto a la desarrollado por sus compañeros de generación. A pesar de que no cuenta con la popularidad que merece entre sus paisanos conquenses, el nombre y la figura de Antonio Enríquez Gómez deben estar situados en el frontispicio de honor de las Letras en Cuenca. Para su recuperación local en tiempos modernos ha sido fundamental la dedicación prestada a su figura por Carlos de la Rica, que con una constancia realmente meritoria se empeñó en rescatar del olvido en que Antonio Enríquez se encontraba entre sus paisanos, no solo publicando varias de sus obras sino también difundiéndola en artículos y conferencias e incluso promoviendo la colocación de una placa alusiva en la antigua calle de las Lecheras (hoy del Retiro) donde se encontraba la casa familiar en que nació y vivió.

            La obra de Antonio Enríquez Gómez se editó de manera repetida a lo largo de los siglos XVII y XVIII, desapareció por completo en el XIX y ha sido recuperada en el XX, en este caso a través de sus títulos más significativos, acompañados de brillantes estudios analíticos que ponen de relieve la considerable importancia de alguien que ya no puede ser considerado un nombre menor de las letras de los Siglos de Oro.

Bibliografía

Charles Amiel, El siglo pitagórico y vida de Don Gregorio Guadaña. Edición crítica; Paris, 1977, Ediciones Hispanoamericanas / Heliodoro Cordente, Origen y genealogía de Antonio Enríquez Gomez, alias Fernando de Zárate; Cuenca, 1992 / Nicolás Díaz Escobar, Poetas dramáticos del siglo XVII. Antonio Enríquez Gómez; BRAH, 1926 / Enrique Domínguez Millán, “El genio resucitado”. La Tribuna de Cuenca, 30-09-2017, pp. 32-33 / J. G. García Valdecasas, Las Academias Morales, de Antonio Enríquez Gómez; Sevilla, 1971 / Rafael González Cañas, Biografía de Antoni Enríquez Gómez; Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes / Carlos de la Rica y Antonio Lázaro, prólogo a Sansón Nazareno; Carboneras de Guadazaón, 1992 / I.S. Révah, “Un pamphelt contre l’Inquisition d’Antonio Enriquez Gómez: la seconde parte de la Política Angélica”, en Revue des etudes jueves; Paris, 1962 / Varios, Enríquez Gómez en Sevilla. Seminario internacional. Edición cuidada por Felipe B. Pedraza Jiménez y Milagros Rodríguez Cáceres (Berriozar, Navarra, 2021)

Obra publicada

No es fácil establecer una bibliografía concluyente de Antonio Enríquez Gómez, por lo que se ofrece aquí un intento lo más aproximado posible y sujeto, desde luego, a algunos errores u omisiones. El trabajo básico es el que realizó Charles Amiel en su destacado estudio sobre El siglo pitagórico y Vida de don Gregorio Guadaña, que he utilizado como trama básica sobre la que urdir el resto de la bibliografía, alimentada a continuación con el repertorio de Antonio Palau, otras bibliografías parciales y el recorrido final por el Catálogo de las Bibliotecas Públicas Españolas y el Catálogo del Patrimonio Bibliográfico Español.

Hay que tener en cuenta la doble filiación del autor, como Antonio Enríquez Gómez y Fernando de Zárate, distinción que no siempre ha quedado de manifiesto, por lo que hay ocasiones en que son tratados como dos personas diferentes. Otro factor a considerar es que muchos de los títulos que figuran a continuación no aparecen como obras independientes, sino en el seno de unas Antologías que ocuparon todo el siglo XVII bajo el título de Comedias nueuas, escritas por los mejores ingenios de España, en las que aparecen varias obras de Enríquez. Con lógica, se supone que esas comedias ya habían sido publicadas de manera independiente, sobre todo teniendo en cuenta que las editadas posteriormente a 1663 lo fueron cuando el autor ya había muerto, pero sin embargo, algunos de esos títulos han llegado hasta nosotros sólo por su inclusión en tales antologías, sin que exista una referencia bibliográfica anterior. De ahí que la relación siguiente aparece diferenciada en dos bloques: uno primero con obras claramente localizadas con lugar y fecha de edición y uno posterior en que se relacionan títulos carentes de esos datos.

Como Antonio Enríquez Gómez

Triumpho lusitano (¿Paris?, 1641)

Academias Morales de las Musas (Bourdeaux, 1642)

El Siglo Pitagórico y Vida de Don Gregorio Guadaña (Rouen, 1644)

La cvlpa del primero peregrino (Rouen, 1644)

Lvis dado de Dios a Anna y Samvel dado de Dios a Elcana y Ana (París, 1645)

Política Angelica (Rouen, 1647)

La torre de Babilonia, primera parte (Rouen, 1647)

Fernán Méndez de Pinto en la China (Rouen, 1647)

Engañar para reinar (Lisboa, 1649)

El triunfo de la virtud (Rouen, 1649)

No hay contra el honor poder (Madrid, 1652)

Zelos no ofenden al sol (Lisboa, 1653)

Sanson nazaremo (Rouen, 1656)

Como Fernando de Zárate

El valiente Campuzano (Madrid, 1661)

El obispo de Crobia, San Estanislao (Madrid, 1661)

Los dos filósofos de Grecia Heráclito y Demócrito (Madrid, 1663)

Quererse sin declararse (Madrid, 1663

Las missas de San Vicente Ferrer (Madrid, 1665)

La presumida y la hermosa (Madrid, 1665)

El maestro de Alexandro (Madrid, 1666)

A lo que obligan los zelos (Madrid, 1666)

El vaso y la piedra (San Pablo y San Pedro)  (Madrid, 1668)

El primer Conde de Flandes (Madrid, 1668)

La defensora de la reina de Hungría (Madrid, 1668)

San Antonio Abad (Madrid, 1668) Citado también  como “Las tentaciones de San Antonio”

La Torre de Babilonia (Madrid, 1670)

La escala de la gracia (Madrid, 1670)

La desgracia venturosa (Madrid, 1671)

El médico pintor San Lucas (Madrid, 1675)

Los hermanos amantes y piedad por fuerza (Madrid, 1675)

Antes que todo es mi amigo (Pamplona, 1675)

Quien habla más obra menos (Madrid, 1678)

Santa Pelagia (Madrid, 1678)

La palabra vengada (Madrid, 1678)

La culpa del primer peregrino (Madrid, 1735)

Vida y muerte de el Cid y noble Martínez Peláez (Madrid, 1750)

Mártir y Rey de Sevilla San Hermenegildo (Valencia, 1763)

Ediciones modernas

El noble siempre es valiente. Edición de J. Porras Landeo (Detroit, 1977)

El siglo pitagórico y Vida de don Gregorio Guadaña. Edition critique avec introduction et notes par Charles Amiel (Paris, 1977)

Vida de D. Gregorio Guadaña. Edición de Jesús Martínez Sánchez (Madrid, 1980)

Loa sacramental de los siete planetas. Edición de C.H. Rose y T. Oelman. Exeter, 1987

La presumida y la hermosa. Brain or beauty. A critical edition and english adaptation by Glen F. Dille (San Antonio, Texas), 1988)

Zelos no ofenden al sol. Edición de Francisco López (Carboneras de Guadazaón, 1988)

El siglo pitagórico y vida de don Gregorio Guadaña. Edición de Teresa de Santos (Madrid,1991)

El rey más perfecto. Edición de M. McGaha(Tempe, 1991)

Sonetos, romances y otros poemas. Edición de Antonio Lázaro (Cuenca, 1992)

La Inquisición de Lucifer y visita de todos los diablos. Critical edition, study and notes by Constance Hubbard Rose and Maxim P.A. M. Kerkhof (Amsterdam, 1993)

Sansón Nazareno. Poema épico. Edición crítica y anotada por María del Carmen Artigas.

(Madrid, 1999)

Vida de don Gregorio Guadaña (Madrid, 2001)

Vida de don Gregorio Guadaña (Dueñas, 2004)

Academias morales de las musas. Edición crítica y anotada por Milagros Rodríguez Cáceres y Felipe B. Pedraza Jiménez. (Cuenca, 2015)

Comedias I. Edición crítica y anotada por Rafael González Canal y Almudena García González  (Cuenca, 2018)

Comedias II. Edición crítica y anotada por Rafael González Canal y Almudena García González (Cuenca, 2018)

Política angélica. Edición crítica, estudio y notas: Felice Gambin (Huelva, 2019)

Cuatro obras políticas: Inquisición de Lucifer; Luis, dado de Dios; Mártir y rey de Sevilla, san Hermenegildo; El rey más perfecto. Edición crítica y anotada de Felipe B. Pedraza Jiménez y Milagros Rodríguez Cáceres (Cuenca, 2020)

Obra no identificada

Además de las obras claramente localizadas, existen ejemplares de otras carentes de datos de edición pero que corresponden a impresiones del siglo XVIII. Son títulos que aparecen mencionados en algunas bibliografías o en los catálogos de las Bibliotecas Públicas, sin mucha precisión; incluso es posible suponer que alguno de estos títulos corresponde en realidad a otros similares bien documentados.

Los trabajos de David y finezas de Abigail (Burgos)

Los bandos de Ravena y fundación de la Camándula (Sevilla)

Relación de Antilo y Laura (Córdoba)

La Conquista de México (Sevilla)

La culpa más provechosa y vida y muerte de Poncio Pilatos

A Israel sobre Túbal o Inquisición de Lucifer

La montañesa de Burgos (Manuscrito fechado en Sevilla el 26-07-1660) 

El gran sepulcro de Cristo

Obras citadas por el propio Enríquez como pendientes de publicar y de las que no existe constancia cierta de que llegaran a serlo:

   “La torre de Babilonia”, tercera parte

   “Amán y Mardoqueo”

   “Josué”, poema heroico

   “El caballero del milagro”

   “Triunfos inmortales”, rimas poéticas

Permanecen en manuscrito:

            “La Soberbia de Nembrot”, en la Biblioteca Nacional de Madrid; otro ejemplar existía en la de Lord Holland, con una nota informativa: “Presentada al Teatro del Prado por F. Martínez de Mora, 5 agosto 1635”. Según Faxardo, fue impresa en Sevilla, pero no se conoce ningún ejemplar.

            “El valiente Rey de Camas” (o “Diego de Camas”), en la Biblioteca Nacional de Madrid. Fue subastado por Durán y lo cita el propio Enríquez Gómez en el prólogo de su Sansón Nazareno.

            “No hay contra el amor poder”, comedia que se conserva en manuscrito en la Biblioteca Nacional, procedente de la del duque de Osuna, con 54 hojas en 4º y que en algunas ocasiones se cita erróneamente como “No hay contra el honor poder”.

El Cid Campeador y el noble siempre es valiente(Manuscrito fechado en Sevilla el 05-04-1660 y publicado por J. Porras-Landeo como tesis doctoral en la Wayne State University, 1976)

Obras no localizadas son:

            “El capitán Chinchilla”, comedia a la que alude en las Academias Morales.

            “Romance al divino mártir Judá Creyente”, que circuló manuscrito en diversos círculos judaicos.

            “El cardenal Albornoz”, comedia que, según Fernández de Villarreal, se representó con gran éxito en Madrid. De la segunda parte existe en manuscrito en la Biblioteca Nacional de Madrid, 56 hojas en 4º, procedente de la biblioteca del Duque de Osuna. En un catálogo de Durán fue atribuida a Lope de Vega. Enríquez la cita en el prólogo a Sansón Nazareno.

            “El caballero de Gracia”.

            “La casa de Austria en España”, comedia de la que no hay más noticias.

            “La fuerza del heredero”, comedia en tres jornadas.

            “Jerusalén libertada”, comedia supuestamente impresa en Sevilla.

            “Lo que pasa en media noche”, comedia. Puede estar confundida con Lo que pasa en una noche, atribuida a Coello.

            “El rayo de Palestina”, de la que no hay noticias.

            “El sol parado”, comedia de la que no existe más noticias; Lope de Vega tiene una de igual título.

            “El trono de Salomón”, primera y segunda parte En 1649 el embajador de España en Venecia denuncia la existencia de una comedia titulada “El rey Salomón, “escrita por D. Antonio Enríquez, que está en París”.

            “Vida y muerte de Isabel de Borbón, reina de España”, romance acompañado de un Epitafio funeral en prosa.

            “La conversión de la Magdalena”.

            “Matilde de Orléans”

            “Mayor mal hay en la vida (No hay más mal que casarse)”

            “Mudarse por mejorarse”

 “Santa Taez”

“Las tres coronaciones del emperador Carlos V”