Covarrubias, Sebastián de

Sebastián de Covarrubias y Orozco

Toledo 07-01-1539 / Cuenca 08-10-1613

            Nacido en el seno de una familia ilustre y cultivada, con varios de sus miembros destacados en el ámbito de las letras y de las artes -su padre, Sebastián Orozco fue autor de varias obras, entre ellas un famoso Cancionero; su madre, María Valero de Covarrubias, pertenecía a un linaje fecundo en las artes y las letras-, estudió en la universidad de Salamanca, al amparo de su tío-abuelo Juan de Covarrubias, quien actuó como tutor intelectual al hacerse cargo de su educación. Eligió el camino del sacerdocio, siguiendo los estudios de Teología y Cánones superando las pruebas en 1577. Antes, había sido ordenado sacerdote en 1567, alcanzando diez años después, la dignidad de capellán del rey. Viajó a Roma, donde el papa Gregorio XIII le otorgó una canonjía en la catedral de Cuenca, recibiendo del cabildo varias comisiones que le llevaron a viajar a diversas ciudades. En 1579 fijó su residencia en la ciudad conquense, en la que desarrolló una intensa actividad literaria, que tuvo que compaginar con los encargos recibidos del cabildo, como ordenar los libros de la catedral (1590) o hacerse cargo del cabildo de Santa Catalina (1595), a lo que se unió otra misión apostólica, el encargo de adoctrinar a los moriscos conversos de Valencia que deseaban acogerse a edicto de gracias promulgado por el rey (1596), residiendo en esta ciudad durante largas temporadas, periodo en el que se asentó la amistad con el patriarca Juan de Ribera con la que compensó no pocas dificultades en el ejercicio de una misión tan complicada, en la que encontró muy poco apoyo local. Como premio a su labor, el papa le concedió la dignidad de maestrescuela de la catedral de Cuenca (1602), encargado, entre otras cuestiones, de “enmendar la escritura de los libros musicales y los malos acentos”. Tampoco fue cómoda su convivencia con otros miembros del cabildo conquense, a causa del fuerte carácter y firma voluntad de Covarrubias, intransigente en algunas cuestiones.

Afincado por fin en la ciudad conquense, en 1608 regaló a las monjas carmelitas unas huertas para que pudieran edificar su convento. A comienzos de ese siglo tenía ya muy avanzada la redacción de Los emblemas morales y el Tesoro de la lengua castellana o española, viajando a Madrid en 1610 para gestionar la edición de ambas. El 16 de agosto de ese año llega a un acuerdo con el impresor Luis Sánchez para hacer una edición de mil ejemplares del Tesoro, con un coste de 22.000 reales pagaderos en varios plazos. Volvió a Cuenca en 1611, ya un tanto achacoso, tanto de enfermedades como por la edad, pero con tiempo suficiente para ver editadas ambas obras capitales de la literatura española. La mayor parte de sus bienes los destinó a fundar una capilla en la catedral, en la que deberían celebrarse anualmente responsos y misas en su memoria. Se encuentra junto a la Capilla del Peso, en el inicio de la nave derecha de la catedral, por detrás de la Capilla Mayor; sobre el arco de la entrada, una inscripción latina confirma su dedicación por el canónigo. En ella fue enterrado de manera definitiva en 1614, tras haber permanecido desde su muerte en la Capilla del Espíritu Santo, de la que era capellán mayor.

            Sólo las dos obras citadas dio Covarrubias a la impresión, ambas de muy diferente sentido y orientación. La primera, los Emblemas Morales, corresponde a un género de amplísima tradición en la literatura clásica española, heredada de la cultura greco-latina, a partir de la que los autores embridan argumentos y razonan para explicar el fundamento de la religión cristiana y sus ingredientes morales. Como dice Julio Calvo al comentar esta obra, “aferrado a una ideología mítica en que se conjugan sin mezclarse paganismo y cristianismo de corte universalista, aflora en él, sin embargo, un espíritu moral pleno de simbolismos abstractos, que entronizaría el barroco, y un espíritu práctico que anuncia ya de lejos el signo reformista del siglo XVIII”.

            Pero, evidentemente, la obra capital de Covarrubias, por la que trasciende de épocas y modas hasta llegar a ser de una vigencia permanente es el singularísimo Tesoro de la lengua castellana o española, audaz e innovador incluso en el título, al dar lugar a la existencia de una lengua “española”, que superpone al concepto “castellano”, dualidad que todavía hoy enmaraña en no pocas ocasiones las alusiones al idioma común de los españoles. La elaboración del Tesoro demuestra un trabajo verdaderamente titánico a la vez que minucioso y ofrece la visión de un auténtico intelectual, poseedor de una amplísima cultura y una no menos nutrida biblioteca, en la que busca y bebe las palabras que a continuación comenta con una agudeza verdaderamente notable. Es el Tesoro, sin duda, el primer gran diccionario de la lengua española que viene a ser el testimonio vivo de lo que se hablaba en su época, con un larguísimo repertorio de comentarios y explicaciones que van mucho más allá de las escuetas definiciones propias de un diccionario para convertirse en un tratado de cultura general, más cerca de lo que modernamente se ha llamado Enciclopedia que de una simple enumeración de vocabulario y sus etimologías. Como dicen Hilario Priego y José Antonio Silva, “está unánimemente considerado como una obra capital para el conocimiento de la lengua española en los tiempos en que más brilló nuestra literatura y su enorme caudal de voces, frases, refranes, dichos populares y alusiones a la realidad del momento, lo han hecho insustituible en los estudios filológicos a la hora de comentar y editar a los grandes clásicos de nuestras letras”.

Obras publicadas

            Emblemas morales (Madrid, 1610; Madrid, 1978)

            Tesoro de la lengua castellana o española (Madrid, 1611; Barcelona, 1943; Madrid, 1977)

Bibliografía

            Narciso Alonso Cortés, Acervo biográfico. D. S. de Covarrubias Orozco. Madrid, 1950; Boletín RAE, XXX, pp. 11-13 / Julio Calvo Pérez, Sebastián de Covarrubias o la fresca instilación de las palabras. Cuenca, 1991; Diputación Provincial. / L. Cooper, “Sebastián de Covarrubias: una de las fuentes principales del Tesoro de las dos lenguas francesa y española (1616)”. Bulletin Hispanique, 1960; LXII, pp. 365-367 / Emilio Cotarelo y Mori, El licenciado Sebastián de Covarrubias y sus obras. Madrid, 1916; Boletín de la RAH.            I. Errandonea, El gran diccionario de Covarrubias. Madrid, 1944; Razón y Fe, CXXIX, pp. 188-193 / J. Fernández Montaña, Los Covarrubias (familia cristiana de sabios, amiga de Dios). Madrid, 1935; Hijos de Gregorio del Amo. / Ángel González Palencia, “Datos biográficos del Licenciado Sebastián de Covarrubias y Horozco”. En Miscelánea Conquense, Cuenca, 1929; Seminario Conciliar, pp. 31-132 / Sebastián de Covarrubias y Orozco (datos biográficos). En “Historias y leyendas”. Madrid, 1942; CSIC, pp. 285-406 / José Luis Muñoz, “El Tesoro de Covarrubias”. Cuenca, 1981; Olcades, núm. 4; pp. 157-164 / Hilario Priego/José Antonio Silva, Diccionario de personajes conquenses (nacidos antes del año 1900). Cuenca, 2021; Diputación provincial, pp. 152-153 / Carlos de la Rica, “Neqve enim micuerunt sidera frusta”. Revista Cuenca, núm. 35, primer semestre 1990, pp. 89-91 / J. Romera Castillo, “Autoridades medievales del “Tesoro” de Covarrubias”. México, 1984; UNAM, XX, pp. 251-260 / Manuel Seco, “El “Tesoro” de Covarrubias”, en Estudios de Lexicología Española, Madrid, 1980, pp. 97-110.