EL PARQUE DE SAN JULIÁN (Y OTROS JARDINES Y ÁRBOLES EN CUENCA)
Nicasio Guardia Jiménez
Cuenca, 2012. Ediciones Olcades; 101 pp.
Quizá porque históricamente, desde siempre, estuvo envuelta por un frondoso paisaje natural arbóreo, en el que predominan inmensos pinares, la ciudad de Cuenca no sintió hasta épocas relativamente recientes la necesidad de incluir parques y jardines en la dotación de su estructura urbana. Hubo que esperar hasta bien avanzada la segunda mitad del siglo XIX para que surgiera la primera idea en ese sentido, La Glorieta, curiosamente sacrificada a los pocos años para, en su lugar, levantar el Palacio Provincial, leve apunte que explica con suficiente claridad el desprecio con que la ciudad miró siempre a los elementos vegetales vinculados a la idea de ocio o adorno urbano.
Es en los primeros años del siglo XX cuando realmente surge el interés ciudadano por disponer de ámbitos ajardinados, una necesidad desde entonces no discutida y que se ha ido ampliando con el paso del tiempo hasta llegar a la época actual en que podemos decir que existe una dotación suficiente, aunque no debidamente cuidada, si bien ese es otro aspecto de la cuestión. Porque aquí, en este libro, se habla del Parque de San Julián que, situado en el centro de la ciudad, fue el primer espacio ajardinado trazado conceptualmente, con una orientación y finalidad concretas, con un bello quiosco para la música; le siguió, cronológicamente, el Jardinillo de San Francisco, y luego, ya sin discusión, cada barrio o espacio urbano fue disponiendo de su propio lugar habilitado para árboles.
De todo ello habla Nicasio Guardia Jiménez, ingeniero de Montes y durante prácticamente toda su vida funcionario municipal responsable de estas cuestiones, incluyendo la gerencia de la Fábrica de Maderas, y lo ha ido haciendo a través de una serie de artículos publicados en la prensa local y dirigidos a comentar diversos aspectos de la evolución de la jardinería ciudadana, en los que no han faltado momentos para situaciones peligrosas, como cuando se quiso construir un aparcamiento bajo el parque de San Julián, circunstancia verdaderamente atroz que consiguió, sin embargo, promover un amplio movimiento colectivo, cosa siempre muy llamativa en una ciudad como Cuenca, donde el espíritu reivindicativo frente a los caprichos del poder municipal son verdaderamente muy escasos, tal es el sentimiento de subordinación a tales decisiones. En este caso ocurrió y en ello tuvo mucho que ver, precisamente, el autor de este libro.
A lo largo de estas páginas se encuentran referencias históricas y documentales, pero también hay una amplia ilustración informativa sobre los árboles distribuidos en el espacio homogéneo del parque de San Julián, que se completa con otras informaciones sobre el resto de espacios verdes distribuidos por el ámbito urbano de Cuenca.