Cuenca, 25-09-1508 / Arcos de la Llana, Burgos, 01-12-1566
Hijo del primer marqués de Cañete, Diego Hurtado de Mendoza y de su esposa, Isabel de Cabrera y Bobadilla (hija, a su vez, de los primeros marqueses de Moya), dejó para sus hermanos la gloria de la corte y de las armas, dedicándose a la no menos interesante labor de servir a la Iglesia. Desde muy joven mostró una clara vocación hacia las letras, comenzando estudios en Alcalá en cuyo ambiente empezó a respirar la cultura clásica, adquiriendo un claro dominio del griego y el latín. Obtuvo el doctorado en Derecho por la universidad de Salamanca, a la que siguió vinculado como catedrático de griego. Arcediano de la catedral de Toledo, fue luego obispo de Coria, silla a la que fue promovido el 19-12-1544.
A continuación pasó al arzobispado de Burgos en 1550 (etapa en la que, desde 1555 y durante un periodo, fue gobernador de la ciudad italiana de Siena, en nombre de Carlos I) y al arzobispado de Valencia en 1566 del que no pudo tomar posesión por haber fallecido antes. Ya era cardenal, porque recibió de Paulo III el capelo el 04-12-1554 con el título de Santa María in Ara Coeli Durante su estancia en Roma desempeñó diversas tareas diplomáticas encargadas por Carlos I y Felipe II. Las relaciones personales e intelectuales del cardenal Mendoza le pusieron en contacto amistoso con personajes de la talla de Ignacio de Loyola, Erasmo de Rotterdam y Juan Luis Vives; este último le dedicó su obra De rationes vivendi. Él, por su parte, formó una gran biblioteca personal con importante contenido de libros clásicos. No participó activamente en el concilio de Trento, pero aplicó sus recomendaciones durante su etapa en el obispado de Burgos, promoviendo un seminario en el que se estudiaba Arte, Gramática, Teología y Cánones.
Murió cuando viajaba entre Burgos y Valencia, habiendo dejado dispuesto que fuese enterrado en la Capilla del Espíritu Santo, de la catedral de Cuenca, panteón de los Hurtado de Mendoza, donde efectivamente se encuentra, amparado por la siguiente inscripción:
Dice Mateo López que «fue uno de los varones más señalados de su tiempo por sus prendas, como lo dicen los historiadores españoles y extranjeros», mientras que Michel Bataillon le considera una de las grandes figuras del humanismo aristocrático en España y Erasmo valoró su apoyo como uno de los más importantes que había recibido para difundir sus ideas en nuestro país.
Durante su estancia en Coria dictó unas Constituciones para el gobierno de la diócesis (1537) que, según los analistas, introducía una clara voluntad reformadora, impulsando la formación del clero y combatiendo de manera abierta las corruptelas entre los sacerdotes. Cuando pasó a Burgos, quiso aplicar las ideas del concilio tridentino y para ello organizó un seminario con estudios de Gramática, Arte, Teología y Cánones.
Escribió “De vera et naturali quadam cum Christo unitate, quam per dignam Eucharistiae susceptionen fideles consenquuntur” o, por decirlo con el título español que habitualmente se menciona: “Unidad de los fieles con Cristo mediante el sacramento de la Eucaristía”, dedicado al papa Pio V, que no se imprimió, pero que aparece recogido elogiosamente en el Retrato del buen vasallo donde «se dice que le han leído personas doctas y han reconocido en ella su grande erudición». También Nicolás Antonio lo valora como obra de mérito al considerar que “estudio más erudito, completo, ingenioso y elegante, no es fácil encontrarlo”. También escribió una “Glossa in Isaíam prophetan”, completó el “Nobiliario” de don Pedro, conde de Barcelós y varias cartas que se encuentran publicadas, pero sobre todo el cardenal Mendoza se hizo hueco en la nómina de escritores con su extraordinario Memorial o Tratado de los Linajes de España, nombrado el Tizón, obra absolutamente memorable y polémica en su tiempo.
La escribió en 1560 a partir de un hecho casi anecdótico: estaba esperando que el Consejo de las Órdenes Militares diese aprobación para que su sobrino Francisco Hurtado de Mendoza, hijo de los condes de Chinchón, recibiese el hábito de Santiago, asunto que contaba con la conformidad de Felipe II pero que los consejeros iban retardando, quizá por intrigas políticas tan propias de la época y usando como pretexto algunas dudas que surgían en cuanto a la limpieza de sangre del candidato. El cardenal Mendoza y Bobadilla, entonces obispo de Burgos, meditó profundamente sobre el asunto y con el ánimo de vencer la resistencia pasiva de los consejeros elaboró el Memorial, destinado a ser enviado y conocido por el rey. El contenido era absolutamente explosivo: un repaso, minucioso, exhaustivo, de todas las casas nobles, de todos los linajes de Castilla, para demostrar que en todas partes cuecen habas. En el repertorio aparecen uno tras otro los nombres, las mezclas de sangre, los apareamientos indebidos, moros, judíos y protestantes, bastardos y adulterios, como queriendo explicar que el que esté libre de pecado tire la primera piedra, incluyendo a los puntillosos miembros del Consejo de Órdenes. El manuscrito fue entregado directamente a Felipe II pero esta confidencialidad no evitó su rapidísima difusión en todos los ámbitos de la corte lo que explica la carta de Hernando López a Alonso de Sarmiento el 8 de septiembre de 1560 al darle cuenta de “el suceso del día que trae revuelta a media corte y más el palacio y más aún las casas solariegas”, pues allí no se libraba nadie, ni Medinaceli, Osuna, Medina Sidonia o Alburquerque, por citar algunas de las de mayor solera. El asunto llegó, como no podía menos de suceder, a las manos de la Inquisición que rápidamente quiso enjuiciar al cardenal Mendoza, pero no permitió tal cosa Felipe II aunque, desde luego, no autorizó la impresión del panfleto, que sólo pudo ser publicado tres siglos después de la muerte de todos los implicados, mientras corrían de mano en mano copias en manuscritos que, por haberse elaborado con precipitación y a escondidas, incluyen notables diferencias entre unos y otros. El libro fue impreso en Cuenca en 1852, editado por Antonio Luque y Vicens
Ilustración: El cardenal Francisco de Mendoza y Bobadilla, grabado de Manuel de Eraso. Calcografía Nacional.
Referencias: Felipe Gutiérrez de la Peña, Refutación del Tizón de la Nobleza Española, con notas. Santiago, 1881 / Nicolás del Hierro: “El memorial de don Francisco de Mendoza”. El Día de Cuenca, 18-09-1999, pp. 22-23; Mateo López, Memorias históricas de Cuenca y su obispado. Edición de Ángel González Palencia. II) Cuenca, 1954, p. 171 / Trifón Muñoz y Soliva, Historia de la M. L.e I. Ciudad de Cuenca, y del territorio de su provincia y obispado. Cuenca, 1867, II, 690 / Ignacio Tellechea, La polémica entre el cardenal Mendoza y el abad Maluenda. Madrid, 1980; Universidad Pontificia de Salamanca/Fundación Universitaria Española / Julián Zarco Cuevas, Relaciones de Pueblos del Obispado de Cuenca. Cuenca, 1927. Imprenta del Seminario, II, p..280 /