MEDRANO, Raimundo

Villaconejos de Trabaque, 28-02-1045 / Calatayud, Zaragoza, 06-01-2015

Delincuente habitual, pareja de fechorías de Eleuterio Sánchez “El Lute”, se libró de una condena a muerte pero murió asesinado por su propia mujer. Nació, como él mismo relató, “en una caballeriza en las afueras de Villaconejos de Trabaque (Cuenca) el último día de febrero del año 45”, iniciando una forma de vivir que le llevó bien pronto a los ámbitos de la delincuencia, como forma habitual de conseguir los medios necesarios para la supervivencia. En esa carrera a ninguna parte, Medrano acertó a integrarse en un trío que llegó a ser legendario en la crónica negra española. Junto a Eleuterio Sánchez y Juan José Agudo Benítez protagonizaron el robo a la joyería de la calle Bravo Murillo de Madrid el 4 de mayo de 1965 que marcó para siempre sus vidas y les hizo ganar el apelativo de “quinquis”. Planificaron romper el escaparate y llevarse todas las joyas que pudieran, huyendo los tres en una moto, pero en lo que debería ser un incidente incruento, un robo sin más, un vigilante cayó mortalmente abatido por una bala que dispararon los asaltantes cuando emprendían la huida. Medrano conducía la moto y en cuanto pudieron se separaron, pero las fuerzas de seguridad organizaron un gran despliegue y acabaron dando con ellos. Medrano cayó unos días después de que fuera localizado por la policía junto a El Lute en una cafetería del madrileño barrio de Argüelles. Eleuterio no se resistió a la detención, pero Medrano sí y en el forcejeo, uno de los agentes disparó varias veces. Una de las balas segó la vida de una niña. El tercero del grupo, Agudo, sería capturado más tarde.

La inflexible justicia del Franquismo, puesto que se había producido una muerte, condenó a los tres la pena capital, por sentencia emitida el 29-05-1965 pero el régimen las acabó conmutando por largas penas de prisión. Con la llegada de la Democracia, se les revisó el caso y fueron puestos en libertad por anticipado. En 1978 salía de la cárcel Raimundo Medrano, meses después de que lo hubiera hecho Eleuterio Sánchez que había entrado en la cárcel analfabeto y salió licenciado en Derecho. Por su parte, Medrano fue reconocido al final de su vida carcelaria como preso ejemplar y trabajador, y con ese aval emprendió nueva etapa, aunque con dificultades. Hacía tiempo que tenía una salud delicada. Su ceguera venía de lejos, desde que trabajaba siendo preso en la cárcel de Alicante y estallara una caldera que le hizo perder la vista en un ojo y dañó el otro. Con el tiempo, la diabetes puso el resto. Unos años después de haber quedado en libertad se casó con María del Carmen; antes, ya había sido padre de una niña, que tuvo con Angelina García Nieto, «La Cauna», que le acompañó en la accidentada fuga que emprendió después del asalto a la joyería.

Tras dejar la cárcel vivió en Guadalajara. A su salida concedió una entrevista a ABC donde reconocía: “Me he llegado a odiar a mí mismo” y decía, totalmente convencido: “Afortunadamente lo he superado y hoy no haría daño a nadie por nada del mundo”, seguido de un alegato contra la violencia: “Las armas, para los guardias”. Tras varios trabajos, ejerció de portero de viviendas en Guadalajara, sin que volviera a tener más relaciones con la delincuencia. Incluso perdió el contacto con su antiguo amigo Eleuterio Sánchez, con quien finalmente coincidió veinte años después en un plató de TV.

Casado con María del Carmen V. F., tuvieron tres hijos que viven en distintas ciudades españolas. El matrimonio decidió afincarse en Calatayud en una humilde construcción popular pegada al monte, más cerca de ser cueva que vivienda, en el barrio de San Roque. Casi ciego, diabético, con problemas coronarios e incapaz de salir a la calle sin compañía, le llegó la muerte en la víspera del Día de Reyes. Su esposa confesó el crimen después de haber intentado encubrirlo denunciando la presunta desaparición de su marido. La autopsia desveló que Medrano murió de un certero tiro en la cabeza, presuntamente con la pistola que fue hallada en la modesta vivienda en la que habitaba el matrimonio. El cadáver estaba envuelto en plásticos y oculto bajo un montón de leña. Ante el juez, la mujer alegó haber sido víctima de malos tratos psíquicos y físicos por parte de su marido. Su abogado pidió que quedara en libertad provisional, pero la contundencia de las evidencias hizo que la juez que lleva el caso secundara la postura del fiscal y la enviara a la cárcel. Al conocer la noticia, Eleuterio Sánchez reconoció sentirse conmovido por la trágica muerte de su antiguo compañero de fechorías.