Paredes de Nava, Palencia / Cuenca, 1647
Nacido en el seno de una familia acomodada, que contaba con varios miembros de la Orden de Santiago, fue bautizado en la parroquia de San Juan de su villa natal. Canónigo de la catedral de Cuenca, donde ejerció el puesto de arcipreste, vivió 27 años en la ciudad, donde impulsó la renovación del Arca de la Limosna y aunque no era músico, fundó el Colegio de Infantes de Coro de San José, según dejó establecido en su testamento, otorgado el 5 de noviembre de 1645 y ejecutado de manera efectiva por su albacea, el también canónigo Pedro Zapata, en 1660 para lo que habilitó el espacio adecuado en el edificio conocido hoy como Posada de San José, en el que se estableció una residencia para doce niños dedicados a estudiar Música y Gramática bajo la dirección de un maestro rector, con el objetivo de que pudieran dedicarse al servicio de la catedral en la que deberían participar ofreciendo sus voces limpias en los oficios litúrgicos. Su propósito lo dejó dicho de forma muy clara: quería para el Colegio una casa que fuera “la mejor que haya en la calle de San Pedro de esta ciudad y más cerca a esta santa iglesia, para que con más puntualidad puedan acudir al servicio del culto divino”. Estos buenos propósito no pudo llegar a conocerlos, puesto que falleció antes de que el Colegio estuviera activo, siendo otro canónigo, Pedro Zapata, el encargado de firmar las constituciones fundacionales siguiendo las instrucciones dejadas por Diego Mazo en su testamento.
Aunque en algunos textos se le hace hijo de Juan Bautista Martínez del Mazo, en su segundo matrimonio con Francisca de la Vega, tal cosa no pudo ser ya que este matrimonio tuvo lugar en 1656, fecha posterior a la muerte del propio Diego. Hombre de sólida fortuna económica, la invirtió en patrocinar obras costosas, como la restauración de la iglesia de Santo Domingo, en Cuenca, que estaba adscrita al arciprestazgo de la catedral o la erección de la espectacular capilla del Sagrario, sin duda uno de los más importantes y atractivos ámbitos artísticos del primer templo conquense.
En su testamento dotó al Colegio con 1500 ducados anuales, consolidando así una obra iniciada por él y que alcanzó sus mejores momentos de brillantez en los siglos XVIII y XIX, bajo la dirección de maestros prestigiosos como Aranaz, Morera y Nebra, manteniéndose activo hasta mediados el siglo XX en que fue definitivamente cancelada. Diego Mazo de la Vega fue enterrado a la entrada de la capilla del Sagrario, a cuya construcción contribuyó igualmente este prócer arraigado en Cuenca.
Referencias: Jesús Bermejo Díez, “Un nombre memorable y una institución ejemplar”. Revista Cuenca, núm. 7, suplemento 1, primer semestre 1975