Legendario personaje cuya invención parece deberse al padre Francisco Escudero, en cuya Vida de San Julián aparece mencionado por primera vez. Según tal historia, Martín Alhaja era un cristiano cautivo de los moros en Cuenca, al servicio de cuyo rey estaba como pastor de carneros. Durante el asedio de Cuenca por las tropas de Alfonso VIII, el pastor se las ingenió para sacar a pastar el rebajo fuera de las murallas dejando abierta la Puerta de Aljaraz (actual de San Juan), por la que orientó a una cuadrilla de soldados cristianos que, revestidos de pieles de carnero y mezclados con el rebaño, engañaron así al moro viejo y ciego que guardaba la puerta. Cuentos similares se repiten en varios otros lugares de España, con motivos parecidos. El nombre de Martín Alhaja no es exclusivo de Cuenca, pues aparece también en la batalla de las Navas de Tolosa (ganada en 1212 por el mismo rey Alfonso VIII) y con una misión similar: la de indicar a las tropas cristianas el mejor camino para llegar al lugar en que sorprender y derrotar a los moros. Así lo cuenta el arzobispo Jiménez de Rada en su crónica: “Un hombre del lugar, muy desaliñado en su ropa y persona, que tiempo atrás había guardado ganado en aquellas montañas y se había dedicado allí mismo a la caza de conejos y liebres, indicó un camino fácil, completamente accesible, por una subida de la ladera del monte”. La historieta, propia de los tiempos medievales, fue directamente desautorizada por Juan Pablo Mártir Rizo en su Historia de la muy noble y leal ciudad de Cuenca (1629), pp. 41-43. Es obvio que Martin Alhaja no existió nunca, pero no hay que olvidar tampoco que las leyendas tienen su propia importancia como también la tienen las criaturas de ficción creadas por la imaginación popular. La anécdota dio lugar a un sabroso artículo de José María de Areilza en el diario ABC, de Madrid. En Cuenca, Martín Alhaja da nombre a una calle y a una fuente tradicional, situada en la ribera del Júcar.