Llegó la Feria del Libro de Cuenca y se celebró, sin más sobresaltos que un par de pequeños amagos de lluvia fina que no tuvieron más trascendencia de la normal en estos casos. Llegó la Feria (que sigue sin tener un director o directora reconocido) y, como manda la tradición, el pregonero, Juan Eslava Galán, hizo el habitual (y siempre agradecido) canto a los valores del libro y la lectura, abriendo así el repertorio de celebraciones focalizadas nuevamente en el espacio de la Plaza de España que después de varios intentos fallidos en otros lugares parece definirse como el más adecuado, con general acuerdo entre todos los implicados. Hubo abundancia de escritores; los más famosos pasaron primero por algún lugar de la provincia y luego recalaron en la capital para hablar de sus obras y firmar ejemplares. Como se esperaba y se cumplió, los nombres más llamativos (el trío Carmen Mola, Carlos del Amor), atrajeron auténticas multitudes y vendieron docenas de ejemplares, para contento de ellos y de sus poderosas editoriales. Dinero llama a dinero, como siempre. Los menos conocidos se conformaron con las propinas. La Feria rindió culto, excesivo seguramente, a los llamados jóvenes creadores, agrupado en un Foro que ayudó a darles un empujoncito más en sus, para algunos, incipientes carreras, aunque otros ya la tienen bien consolidada. Para empezar la jornada, cada día había sesiones infantiles, con masiva asistencia de colegiales, encantados de salir de las aulas y enfrascarse en talleres didácticos al aire libre o disfrutar de animados cuentacuentos. Para terminar, cada día un espectáculo musical. En medio, las casetas abiertas y los libreros esperando al personal dispuesto a ver, tocar, hojear y, en bastantes casos, comprar. Cuando acaba el espectáculo se han mostrado satisfechos: las ventas, dicen, compensan el esfuerzo y sirven para animarlos a seguir en el empeño de vender libros. Los organizadores del evento, contentos también. Se han podido hacer muchas fotos con escritores famosos y han visto que la respuesta del público ha sido, por lo menos, satisfactoria. ¿Qué más se puede pedir? Que no decaiga el entusiasmo para poder volver el año que viene a tener otra maravillosa Feria del Libro de Cuenca. A lo mejor para entonces ya se ha nombrado un Director responsable de la actividad. En la foto, el escritor Eloy Moreno entre miembros del Club de Lectura.