LAPLANA Y LAGUNA, Cruz

Plan, Huesca, 03‑05‑1875 / Cuenca 08‑08‑1936

Sexagésimo octavo obispo de Cuenca (1922-1936). Desde niño fue orientado hacia la vida sacerdotal. Estudió en el seminario de Barbastro, hizo los cursos de Derecho Canónico y Teología en la Universidad Pontificia de Zaragoza y fue ordenado sacerdote el 24 de septiembre de 1898. Ejerció tareas parroquiales en Caspe y en San Gil, en la capital zaragozana. El 30 de noviembre de 1921 fue nombrado obispo de Cuenca. La ceremonia de la consagración episcopal tuvo lugar el 26 de marzo de 1922 en la catedral de Zaragoza, por el titular de aquella archidiócesis, el cardenal Juan Soldevila y Romero, asistido por Emilio Jiménez Pérez, obispo titular de Anthedon, administrador apostólico de Barbastro y por Miguel de los Santos Díaz y Gómara, obispo titular de Thagora y auxiliar del de Zaragoza. La provincia conquense envió una nutrida representación, encabezada por el alcalde de la capital, Aurelio Torralba y el presidente de la Diputación, Julián del Olmo.

Hizo su entrada en Cuenca el 8 de abril de 1922, en una jornada marcada en la vida de la ciudad por la categoría de los festejos entonces celebrados. De mentalidad abierta aunque conservadora (similar, por otro, a la que era habitual en el seno del episcopado español de la época), llevó a cabo una intensa actividad en la reorganización de la administración diocesana, a la que incorporó movimientos de apostolado como Acción Católica, además de ordenar los estudios del seminario y protagonizar actuaciones orientadas hacia la justicia social. En el orden intelectual hay que anotar en su haber la creación de la Biblioteca Diocesana Conquense, ejemplar empresa cultural cuya dirección fue encomendada a Ángel González Palencia y que dio a la luz pública seis valiosos volúmenes.

La meritoria labor pastoral e intelectual que el obispo Laplana estaba realizando en la diócesis de Cuenca empezó a enturbiarse por motivos políticos, especialmente cuando la llegada de la República le hizo alinearse sin tapujos con los sectores no solo conservadores sino abiertamente opuestos al nuevo régimen, lo que dio lugar a una situación conflictiva que tuvo un terrible desenlace, nada más producirse el levantamiento del ejército encabezado por Francisco Franco, movimiento anticonstitucional hacia el que el obispo no ocultó sus simpatías. Fue detenido por un grupo de milicianos el 28 de julio de 1936 y encerrado en el seminario de San Julián, de donde fue sacado en la madrugada del 8 de agosto, junto con su secretario, Fernando Español Berdíu. Ambos fueron trasladados al paraje del Puente de la Sierra, a seis kilómetros de Cuenca, junto a la carretera de Alcázar, donde fueron bárbaramente asesinados, en uno de los más turbios episodios con que la guerra civil ensangrentó a nuestra provincia. Los cuerpos quedaron abandonados en el mismo lugar del crimen y desde allí fueron trasladados posteriormente a una fosa común, en el cementerio de Cuenca. El 16 de octubre de 1940 su cuerpo fue trasladado a la catedral donde recibió definitiva sepultura frente al altar del Transparente.

Este hecho, verdaderamente digno de todo repudio, dio lugar a que, tras la victoria del sector nacionalista, el nombre de Cruz Laplana recibiera todo tipo de encomios tanto desde el punto de vista religioso como político hasta ser incluido en la lista de los «mártires» de la guerra civil, junto con el de su secretario, en un proceso de beatificación iniciado el 2 de junio de 1953. Cuatro años después la causa llegó a Roma y fue recibida por la congregación para las Causas de los Santos, que inició su estudio, proceso que quedó detenido, por razones nunca explicadas, pero que coinciden con el pontificado de Pablo VI. En 1990, ya con Juan Pablo II como papa, se reabrió el procedimiento y se separó del bloque que compartía con los agustinos y el párroco de Uclés, igualmente asesinados en 1936. En 1994 se publicó la positio, es decir, la exposición completa de los hechos analizados, con especial énfasis en los méritos y acontecimientos que pudieran justificar la beatificación y que viene a significar la apertura del periodo de reflexión y decisión. Finalmente, el 28 de abril de 2006, el papa Benedicto XVI promulgó el decreto pontificio que autoriza la beatificación, ceremonia celebrada en el Vaticano el 28 de octubre de 2007 y en la que fueron beatificados un total de 497 “mártires” de la guerra civil española.

Referencias: Sebastián Cirac Estopañan, Vida de don Cruz Laplana, obispo de Cuenca. Barcelona, 1943, Edición del Autor / Domingo Muelas Alcocer, D. Cruz Laplana y Laguna, obispo mártir de Cuenca. Madrid, 1992; Edición del Autor / Domingo Muelas Alcocer, Episcopologio Conquese, 1888-1997; Cuenca, 2002, Diputación Provincial, pp. 375-433.